No.6

Arriba el telón

¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¿Son de mármol vuestroscorazones y de hierro vuestros ojos? ¡Si yo tuviese
vuestras voces, rompería con mis gritos la bóvedaceleste! ¡La he perdido para siempre!

-Rey Lear. Acto V Escena III

Detrás de las puertas había un mundo de oscuridad.
Estaba helando. El hombre tembló y se subió el cuello de la chaqueta. Su abrigo era del cachemir más fino, era ligero y caliente. También estaba equipado con un sensor automático que registraba la temperatura de su cuerpo y del aire exterior para ajustar, en consecuencia, la temperatura dentro del abrigo. El sensor era más pequeño, ligero y delgado que un sello postal.
Podía sentir la mordedura del aire frio en la parte expuesta de su rostro, pero el resto de su cuerpo estaba envuelto en la calidez de su abrigo. Así que cuando el hombre tembló no fue debido al frio.

Era la oscuridad. Estaba demasiado oscuro.

No. 6, donde vivía el hombre, era una ciudad de luz. Resplandecía y estaba rodeada de luz, sin importar si era de día o de noche. La luz no era la única cosa a la que tenía acceso gratuito: gracias a los avances de la biotecnología, siempre tenía disponible un suministro alimenticio, independientemente de la temporada o las condiciones del clima, y tenía acceso a cualquier clase de alimentos. Era lo mismo con el suministro energético. Mientras estuvieran dentro de la ciudad, la gente llevaba una vida de abundancia, seguridad e higiene. Aparte de esta, había otras cinco ciudades-estado en el mundo, pero ningún otro lugar tenía un ambiente tan perfecto como la
suya. Esa era la razón por la que el segundo nombre de No. 6 era "La Ciudad Sagrada".

El hombre poseía un puesto importante en el órgano de gobierno de la Ciudad Sagrada. Dentro del Departamento Central de Administración, ostentaba el tercer puesto más poderoso. Era la élite de la élite. Su hijo, que cumplía tres este año, había obtenido un alto puntaje de Inteligencia en el Examen Infantil. El hombre ya estaba recibiendo instrucción para su crianza, mediante un programa de estudios especial. Si no surgía ningún problema– naturalmente no surgiría ningún problema, porque era imposible que algo inesperado ocurriera dentro de la Ciudad Sagrada– entonces su hijo, también como élite, tendría una vida sin ninguna carencia. Se le había prometido.

El hombre no podía dejar de temblar. Que oscuro estaba. Le causaba aprensión.

No tenía idea que la noche pudiera traer una oscuridad insondable. No tenía idea, hasta que había entrado al Bloque Oeste.

¿Qué demonios está haciendo?

El hombre que se suponía estaría ahí para recogerlo, no estaba. Normalmente lo esperaba cubierto por la oscuridad, pero esta noche no había señales de él.

¿Sucedió algo?

Tal vez surgió algo.
Si es así... entonces no es muy bueno.

El hombre exhaló en la oscuridad.

Lo mejor era no demorarse más; debía volver a atravesar las puertas y regresar
a la Ciudad Sagrada. Debía.
Su sentido común le ordenaba regresar, darse la vuelta y regresar a la comodidad y la luz; pero el hombre no podía moverse.

Sólo un poco más. Lo esperaré cinco minutos.

Era un apego persistente. Su apego a las pocas horas de placer y decadencia que estaba a punto de disfrutar. Su apego por las pocas horas que pasaba tonteando con las mujeres en el Bloque Oeste le clavó los pies al piso y evitó que se alejara. Que tentador era pasar las horas en un estupor ebrio, en compañía de mujeres con cabello y ojos de todos colores. Casi había pasado un año desde que se había sumergido en esa irresistible tentación; no había forma de renunciar a ella.