En el aire nocturno

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Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
Pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
Más de mil años ya que su suave locura
Murmura su tonada en el aire nocturno.

-Arthur Rimbaud, "Ofelia"


Nezumi cayó muy lentamente y en silencio. Era como ver una película a cámara lenta, una película antigua y monocromática.

Un impacto sordo alcanzó su pecho, Nezumi había caído sobre él. Shion atrapó el peso y calor del chico en sus brazos. Repentinamente la pantalla de tonalidad blanco y negro recuperó los colores repulsivos de la realidad. Nezumi colapsó en brazos de Shion, dejando caer todo su peso. El efluvio a sangre asaltó la nariz de Shion.

Nezumi...

Pero no le salió la voz, no podía entender qué había sucedido. Simplemente no podía. ¿Qué es esto? ¿Qué acaba de suceder? Los soldados les estaban apuntando sus armas; rifles; las bayonetas que cargaban brillaban de un blanco descarnado. Uno de los soldados asomaba la lengua entre los labios.

Una nueva oleada de prisioneros bajó en torrente las escaleras y formaron un bloque entre los soldados y Shion. Entre ellos, un hombre gigantesco soltó un grito
corto y se tambaleó, agarrándose el pecho.

—Maldición... lo han hecho. —El gigante dio dos, tres pasos hacia un soldado y de repente dejó escapar un gran rugido. —¡Mierda!

El gigante le gritó con todas sus fuerzas al soldado y al mismo tiempo hubo una explosión. Estallaron humo y llamas desde el cuarto de monitoreo cerca de las
escaleras. Shion vio al soldado estrellándose contra el muro por la explosión.

Rápidamente el humo llenó el corredor, como una serpiente blanca gigante se deslizó subiendo las escaleras y bajó arrastrándose al pasillo. Shion se echó a Nezumi al hombro y se dirigió al final del corredor; a juzgar por el movimiento del humo, la ruta típica de escape era seguramente bajando a los pisos inferiores. Pero al otro lado del pasillo estaba el departamento de Administración de Higiene.

El Departamento de Administración de Higiene; por la distribución, Shion supuso que se había construido adyacente una sala sencilla de reconocimiento médico.

Atravesó la puerta, que habían dejado entreabierta, y la cerró para prevenir la entrada de más humo y llamas.

Tropezó y el cuerpo de Nezumi casi se le resbaló. Shion intentó atraparlo, pero cayó enredado junto con él; instintivamente extendió las manos y notó que habían dejado huellas rojas en el piso. Sus palmas estaban teñidas de sangre... de la sangre de Nezumi.

—¡Nezumi!

No pudo evitar el alzar la voz, las palabras se derramaban en raudal por su garganta.

—Nezumi, ¿Puedes oírme? ¡Nezumi!

Los ojos de Nezumi permanecieron cerrados y siguió sin responder. La sangre se había extendido desde su hombro, manchado su pecho, empapado su brazo y estaba goteando de sus dedos.

—No, ¿Cómo- cómo puede esto-? —Sabía que no podía perder la
compostura, tenía que ser racional, tenía que llevar a cabo calmadamente lo que tenía
que hacer.

Lo sé, por supuesto que lo sé, pero no puedo moverme. Mi mente y cuerpo están congelados.

—Nezumi, Nezumi. Por favor, abre tus ojos. —Apretó los dientes.

No.6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora