Capitulo I

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- Pero, bueno ¿Qué demonios pasa ahora? gritó Karlie Kloss desde el vestidor.

Intentaba vestirse pero en la ultima media hora habia recibido tres llamadas de ventas por telefono y una por equivocación. Al oír el timbre cruzó la casa a zancadas dispuesta a saltar sobre el inocente que estuviera al otro lado de la puerta, y abrió bruscamente.

-¿Qué demonios haces aquí? -sabía que aquella mujer se presentaría en casa tarde o temprano.

- ¿Siempre recibes a tus amanetes tan groseramente?

- Tú no eres mi amante, Lily -gruñó Karlie Kloss con rabia. <<Es lo ultimo que me faltaba ahora mismo>>.

Lily Aldridge y ella habían pasado un largo fin de semana en Los Angeles, entre sabanas de franela, hacia ya unos meses, pero no por eso podrian considerarse <<amantes>>, en opinión de Karlie. La relación se alargó unas semanas más, pero cuando Lily emepezó a imponer exigencias y a adjudicarse derechos sobre ella, Karlie cortó. Sin embargo, aquella breve aventura no iba a concluir tan facilmente.

Lily parpadeó con coquetería y la miró con su mejor sonrisa de niña buena.

-Eso tiene facil remedio, Karlie sabes que estoy más que dispuesta a seguir donde lo dejamos. -Reforzó la oferta envolviendo a Karlie por completo en una lenta y acariciadora mirada, al tiempo que avanzaba un paso.

-Me encantaría seguir donde lo dejamos - dijo Karlie bloqueando la puerta. -Si mal no recuerdo, que todo lo que tuvieras que decirme se lo dijeras a mi abogado.
  
Nunca había tenido la intención de que el desacuerdo entre ellas terminara en manos de abogados, pero la imprevisible conducta de Lily en los últimos meses la había obligado a actuar. Se debatió entre emociones contradictorias. No sabía si estaba tan furiosa porque aquella mujer se negaba a aceptar que todo había terminado entre ellas o, simplemente, porque estaba allí, de pie, en el porche de su casa. Se decidió por la segunda opción y le preguntó en tono exigente:

-¿Qué quieres, Lily?
   
Contempló con fría fascinación el cambio de actitud de Lily, que en un instante pasó de utilizar su atractivo sexual como cebo a utilizarlo como arma. Era consciente de que, un día u otro, tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus aventuras sexuales. Había olido el peligro desde el momento en que la conoció, pero bastó una mirada a su espléndida anatomía para que toda precaución se la llevara el viento. Ese error no lo cometía nunca en cuestiones de negocios. En tres años había trepado hasta la cumbre del mundo de las finanzas gracias a sus dotes de para juzgas a las personas y calibrar los riesgos. En aquel momento se sintió idiota por no haber hecho caso a su instinto y más idiota todavía porque aún la tentara tocar la llamada que la quemaba.

Irritada se obligó a apartar la mirada del escote que exhibía la provocativa blusa de Lily e hizo memoria de la cantidad de veces que aquella rubia manipuladora la había llamado por teléfono. Lily lo habia intentado todo por volver a verla, desde coquetas insinuaciones sexuales hasta la súplica, y, ultimamente, incluso amenazas descaradas, si seguía rechazándola. En aquel momento, el destello de victoria que asomó a los ojos de Lily puso de manifiesto que habia sorprendido la lúbrica mirada de Karlie, y se creció.
  
-Se lo que quieres, nena -le dijo sonriendo sensualmente.
  
-No te engañes -replicó Karlie con frialdad-. No tienes ni idea de lo que quiero.
  
-Puede ser. Pero sé lo que no quieres. -Una mueca de despreció socavó la belleza superficial del rostro de Lily y sacó a la luz una mujer capaz de chulear a su propia madre-.No quieres que todo el mundo sepa que eres lesbiana. Pero por trescientos mil dólares no tienen por qué saberlo.

Los años de autocontrol en la sala de juntas no le fallaron. Tenía el corazón acelerado y un torbellino de pensamientos en la cabeza, pero contestó a Lily con la misma calma que habría mostrado si le hubiera pedido un poco de mantequilla.
  
-No te sigo.
  
-He dicho que trescientos mil dólares me harían desaparecer -repitió, en un tono cargado de sarcasmo.

Evidentemente, creía que tenia a Karlie en un puño. Ya la habia amenazado con denunciarla ante la junta directiva de la empresa Klossy, y Karlie le había advertido que a la junta le importaría un comino, porque todos los directivos sabian que era lesbiana. Pero la exigencia de dinero era una novedad totalmente inesperada.
  
Karlie respiró hondo varias veces antes de hablar. No le gustaban las amenazas y menos si provenían de una mujer que no era más que una cara bonita.
  
-Eso sale a unos quinientos dólares el polvo, más o menos -dijo, con un atisbo de sonrisa-. No se con quien has hablado, Lily, pero no los vales, desengañate.
  
Lily la miró con una expresión furibunda y su rostro adquirió un color rojo oscuro, como si fuera a estallar.
  
-¡Cómo te atreves! Espera a que acabe contigo. ¿Qué pensarán de ti tus adorados peces, gordos cuando les muestre que te dedicas a cazar y seducir heterosexuales inocentes e indefensas? -La voz le hervía de odio-.
Será un escandalo y te encontrarás en la calle sin nada.
  
Al cambiar la perpectiva del problema, una calma inquietante dominó a Karlie. En realidad, había sido Lily la que se le había ofrecido a ella descaradamente, y no era ni por asomo una inocente y virginal lesbiana.

Ahora la cuestión dejó de ser personal y se convirtió en una negociación, terreno en el que se desenvolvia perfectamente.
  
-Permíteme adivinar a quién van a creer mis directivos. ¿A mí, la propietaria de la compañia, o a ti, una mujer que tontea a espaldas de su marido y que pretende extorsionarme?
  
–¡Te crees muy lista! -respondió Lily con voz estridente-. Pues prepárate, porque has de saber que, aunque a tus amigos de la compañia no les importe que seas lesbiana a puerta cerrada, ya veremos lo que opinan cuando la prensa popular se cebe en tus sucios secretitos. Es de majaderos permitir que una mujer de tu posición se deje enviar mensajes pornógraficos por correo electrónico, con fotos incluidas.
  
Karlie necesitó toda voluntad para no reacionar más que con un frío desprecio. ¿Acaso es posible que Lily hubiera tenido acceso a su correo electrónico? Aquella idea la debilitó.

Tenía una cuenta separada para la correspondencia profesional y jamás la dejaba abierta. Pero, cuando estuvieron en Los Angeles, había utilizado el portatil y era posible qie no hubiera cerrado el buzón personal. Pensó en los cándidos mensajes que Lily habría podido encontrar allí.

Dos eran de la hija de un politico que defendía los valores de la familia, una joven que no habia salido del armario, y la prensa se cebaría con un escandalo así. Los había borrado hacía poco, pero, al parecer, ya era tarde.
  
Disimulando su preocupación con un tono de indiferencia descarada, dijo:
  
-Lily, no me busques las cosquillas porque te comeré viva. Y ahora lárgate, o necesitarás a un abogado que te defienda de algo más que amenazas. -Cerró la puerta de golpe a un error muy grande-. ¡Dios! Josh me va a partir la cara por esto -dijo en voz alta, mientras iba por el pasillo a terminarse de vestir.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora