XXII

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Summer Merison, la hija del director financiero de H&S, de diecisiete años, había sido detenida por conducir borracha. Se suponía que estaba a salvo en su cama, en el dormitorio del colegio cátolico Mt. Holy, pero en realidad se encontraba a más de doce kilómetros cuando empotró el Mercedes contra un poste de teléfonos. Iban con ella tres compañeras del internado, que sufrieron heridas de diversa consideración, y fue preciso llamar a una ambulancia para llevarselas al hospital.

La policía registró el auto y halló cocaína, lo cual se sumó a la lista de cargos contra ella, por lo que le recitaron los derechos de miranda. Fue entonces cuando Summer, creyendo creyendo erroneamente que la belleza y la fortuna la sacarían del apuro, ofreció al agente de policía sexo, dinero o ambos. No era la primera vez que utilizaba esos recursos con confianza, por lo que Taylor sabía, y debió creer que el joven polícia sería pan comido.

A pesar de que la esposaron inmediatente, su sabiduría de adolescente le aconsejo que lo único que tenía que hacer era aumentar la puesta inicial. Se puso agresiva y forcejeó con el agente que la llevaba hacia el auto patrulla. Estaba tan borracha que tropezó, cayó al suelo y se hizó una herida, lo que agravó su mal humor. Cuando llegó al hospital, la lista de cargos había aumentado: se la acusaba además de resistencia a la autoridad, ataque a un agente especifico e intento de soborno.

Según el parte de urgencias, Summer no dejó de vociferar durante el reconocimiento médico, en el que no se encontraron más heridas. En el lugar de los hechos se había negado a someterse a la prueba de alcoholemia y montó en cólera cuando una enfermera descorrió las cortinas y le pasó un recipiente de plastico transparente. Por ser una menor de edad acusada de un delito grave, tenía que hacerse una prueba de drogas, como marca la ley. Su indignación llegó a su punto máximo cuando la ataron y le introdujeron un catéter. No dejó de protestar hasta que llegó el resultado del análisis de orina. Estaba embarazada.

Taylor pasó la noche, que tenía que haber sido de pasión, en compañía de aquella arrogante y borracha niñata y de su padre, tan presuntuoso como ella. No consiguió convencer a Thomas Merison de que no estaba especializada en derecho penal. El hombre siguió insistiendo en que sacara a su <<hijita>> de aquella <<situación>>, segun sus propias palabras. Pero, lejos de estar dispuesto a enfrentarse al hecho de que su hija tenía un grave problema, quiso echar tierra al asunto a toda costa.

No convenía que el escandalo saltara a la prensa, ni por él ni por la empresa. A Taylor no le gustaba que la utilizasen y creía que Summer debía afrontar las consecuencias de sus actos. Por fin se avino a negociar una reducción de los cargos con el fiscal del distrito, a cambio de que Summer empezara un programa de rehabilitación y se mantuviera limpia y sobria dos años seguidos.

Taylor tenía la sensación de estar tan sucia y descompuesta como la jovencita a la que acompañó muy demañana a cerrar el trato.

Summer guardó silencio, bajo la amenaza de sanciones económicas por parte de su familia, pero seguía igual de arrogante. Se le concedió la libertad bajo custodia de su padre y con un calendario para presentarse ante los tribunales.

-Todavía no puedo creer que me haya metido en ese asunto -le comentó a Karlie, enfurecida, cuando la llamó. La risa de Karlie se desbordo por el teléfono, inundándole la cabeza, y las piernas le temblaron.

-Al menos ha salido algo bueno de todo eso.

-Dime lo que es, por favor, porque yo no lo veo, te lo aseguro. -lo único que sentía era verguenza y rabia.

-Un aperitivo -dijo Karlie, en un tono sugerente.

-¿Un aperitivo?

-Sí, un aperitivo -repitió, con voz ronca-, Me has hecho catar lo que espero que llegue pronto, esa pequeña muestra me hace desearte ahora más que antes.

Taylor tardó un momento en comprender el sentido de sus palabras. No tenía mucha experiencia en flirteos teléfonicos desde el trabajo y le resultaba inquietante..., en el mejor sentido de la palabra.

-¿De veras? -replicó, sorprendida de su capacidad de reacción ante un comentario tan provocativo.

-Sí, asesora, de veras -dijo Karlie con firmeza, dejando perfectamente claras sus intensiones.

El fuego del deseo prendió en las entrañas de Taylor y se le extendió rápidamente por todo su cuerpo.
Sintió cosquillas en el estómago y las imagenes que le pasaban volando por la cabeza le debilitaron las piernas.

-Karlie, desde luego, sabes hacer que una chica se sienta deseada.

-No me cabe la menor duda.- Karlie se lo estaba pasando en grande y sólo se preguntaba hasta dónde llegaría el juego preliminar por teléfono.

En el otro extremo del hilo, Taylor se mareaba con la caricia de su melodiosa voz. Se sentó en la silla y la luz roja intermitente del teléfono la devolvió a la realidad.

Se recompuso como pudo para contestar.

-No sé que decirte, salvo darte las gracias. -la luz roja parpadeaba casi a gritos-. Aunque me encantaría seguir hablando de esto contigo, tengo que volver. -<<¡Volver, maldita sea! ¡Necesito una ducha fría!>>

-De acuerdo -dijo Karlie, decepcionada. Pero Taylor estaba en plena reunión y tenía que respetarlo.

-¿Puedo llamarte esta noche? Le preguntó Taylor con expectación.
Un filo ardiente partió a Karlie por la mitad y se aposentó entre sus piernas, revelando lo mucho que deseaba a aquella mujer y lo apremiante que era ese deseo.

-Tengo una reunión de junta. Creo que llegare a casa bastante tarde. <<¡Maldita sea!>> - ¿Estás libre mañana a la hora de comer?

-No, me voy a chicago en el vuelo de las ocho de la mañana.

-¿Cuándo vuelves? -preguntó Karlie, mirando el calendario que tenía sobre la mesa.

-El jueves por la tarde.

-Entonces, cenamos el jueves, ¿de acuerdo? -<<¡Dios! ¿Por qué me parecerá que falta un siglo?>> Karlie tomó nota mentalmente de decirle a Teresa que cancelase la reunión con el presidente de la sociedad Rotaría.
<<Sólo quiere sacarme algo, de modo que puede esperar.>>

-Cenamos el jueves, estupendo. Te llamo en cuanto vuelva.

-Pues hasta entonces -dijo Karlie, pensando que el jueves no llegaría nunca.

-Que tengas buen viaje.

-Gracias. -Taylor vaciló un momento-. ¡Karlie!

-Dime. -supo, por el tono, que Taylor quería decirle algo más. Pasaron unos segundos-. ¿Taylor? -insistió.

-Estoy aquí. Perdona. -Taylor carraspeó, como si tuviera algo muy importante para decir, pero, al parecer, se inhibió-. Nos vemos el jueves.

-Estoy deseándolo -dijo decepcionada porque Taylor callaba lo que iba a decir.

-Yo también.

Taylor colgó y respiró hondo. Karlie Kloss le había trastocado la vida, tan ordenada y tranquila hasta entonces.
Sabía que, después de pasar tres días en Chicago, volvería exhausta.

Le esperaba una sarta de declaraciones seguidas, que se alargarían hasta altas horas de la noche, y, a pesar de que viajaba con frecuencia, dormir en un hotel siempre le resultaba dificil. Con todo, la idea de estar con Karlie borraba aquellos pensamientos. Se quedó mirando la luz intermitente del teléfono, pensando que, desgraciadamente, no había encontrado palabras para expresar lo único que la preocupaba de aquel plan.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora