II

2.4K 92 0
                                    

Enrrollarse con Lily había sido el mayor error de su vida, y Josh Smith, su abogado, le había dado la orden estricta de que no hablara con ella. Ahi estaba el problema: por lo visto, había perdido el control de sus acciones en lo reverente a aquella rubia explosiva y, sin duda, pagaría por ellos.

Se preguntó si Lily tendría verdaderas intenciones de vender aquel cuento a la prensa sensacionalista. En tal caso, trescientos mil dólares quizá no fuera un precio muy elevado por silenciarlo todo. La hija del político era una jovencita encantadora que había hecho una tontería. No tenía que haberle enviado mensajes indiscretos y así se lo había dicho ya.

Habían quedado de acuerdo en borrar todos los mensajes que se habían intercambiado, pero Karlie se había descuidado un momento.

La pérdida de dinero no era gran cosa pensó; no sería más que otra entrada en el talonario. Ya oía las carcajadas de Josh ante semejante idea. No sería más que el comienzo; los chantajistas nunca dejaban de pedir. Pero había que hacer algo. Todo era por su culpa y no podía consentir que una ex que no había salido del armario saliera en esas circunstancias, por no hablar de la sórdida públicidad que nadie necesitaba para nada, ni homosexuales ni heterosexuales.

Terminó de abrocharse los gemelos, se puso la chaqueta y se colocó el cuello y las solapas delante del espejo. La mujer que la miraba era una triunfadora idéntica a sí misma, hasta en el último detalle, desde el nudo de la corbata de seda hasta la punta de los mocasines Bruno Magli. El impecable esmoquin Armani resaltaba su esbelto tipo y la hacia más alta de lo que ya era.

A sus 26 años era presidenta de la junta directiva y directora general de Klossy, una compañía de fondos de capital riesgo que tenía millones de dólares invertidos en empresas y economías de todo el mundo. Hasta que se puso al frente de la compañía, hacía 3 años, lo más importante de su vida había sido la siguiente gran aventura entre las sábanas. Llevaba autos de lujo, se permitía lo que ella misma llamaba <<celebrar la vida>>
Tenía amistades en todo el mundo y nunca le faltaba compañía femenina.

Todo se había venido abajo a raíz de la muerte de su padre, cuando su tío tomó el mando y llevó la empresa a la bancarrota, practicamente Kimberly, su hermana menor, no tenía preparación ni interés suficientes para hacerse cargo del negocio; por ese motivo, Karlie se vió obligada a replantearse su alegre existencia y asumir la responsabilidad que le correspondía por derecho.

Junto con la responsabilidad llegaron el poder y la fama, dos cosas que acarreaban una reserva inacabable de mujeres atractivas y dispuestas a compartir la cama con ella. Karlie no sabía si les atraía ella o su dinero y, sinceramente, casi nunca le importaba. Siempre dejaba muy claro que no le interesaba la monogamia ni las relaciones estables, y cortaba las amarras tan pronto como notaba el primer tirón. Hasta el momento, nadie se había quejado. Siempre procuraba escoger como pareja a las mujeres que conocían su forma de pensar.

<<Entonces, ¿cómo he podido equivocarme tanto con esa?>>

-Tiene agallas, por intentar chantajearme y pretender que le suelte la pasta por un revolconcillo en la piltra -dijo en voz alta, y terminó de vestirse rápidamente ante el espejo-. Que le muera si le doy un céntimo a esa bruja.

Se peinó.

Y, hablando de brujas, la gala benéfica de esa noche era lo que menos le apetecía en aquellos momentos. ¿por qué no decía que no dimplemente?

-Si, claro -le dijo desaprobadora la cara bronceada del espejo.

Sin hechar una mirada atrás, giró sobre sus talones, apagó la luz y salió por la puerta en dirección del garaje.
Tal como esperaba, el tráfico se inmovilizó a tres manzanas de su destino, Casa Blanca Hotel Time square. El atasco puso una nota más de cólera en el mal humor que tenía. Las responsabilidades públicas que se deriban de su cargo en Klossy se le hacian pesadas y a veces le parecían más sociales que propias de la gerencia. Eso pensaba de las celebraciones de esa noche. Sabía que la organización valoraba su presencia y Cara, su mejor amiga, había insistido en que acudiera, y de paso formarían pareja, una estrategia que normalmente les resultaba muy útil: Karlie haría el paripé si Cara quería marcharse temprano y su amiga siempre lo hacía cuando era ella quien se quería marchar.

Los autos siguieron avanzando a paso de tortuga, hasta que por fin pudo girar hacia su destino. Pasó las llaves al mozo y entró en el vestíbulo del hotel buscando un trago fuerte.
El aire estaba cargado de electricidad y la multitud que daba vueltas por el lugar le hizo rechinar los dientes.

Era una autentica maestra de la charla convencional, sobre todo en aquella clase de reuniones sociales, pero, con el mal humor que tenia, no iba a ser fácil hablar por hablar. Se recompuso, como preparándose para la batalla, y se acercó a un miembro de la junta.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora