XXXII

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Taylor tomaba el segundo café disfrutando del agradable sol del final de la mañana, en la terraza de atrás de su casa, mientras esperaba a que Karlie pasará a recogerla.

Sorprendentemente, la había invitado a un partido de Beisbol que se celebraba el fin de semana, Karlie la había llamado después de la reunión del lunes con Josh, le había dado las gracias una vez más y le había preguntado si le apetecía ir con ella al partido. En los días siguientes, le envió una cesta de fruta y la llamó un par de veces para ponerla al corriente de los progresos que se estaban produciendo en el conflicto que la abrumaba. Todavía no había averiguado gran cosa y Josh insitía en que Karlie se pusiera en contacto con un agente especial que conocía. Karlie le había dicho que lo pensaría.

Una de las muchas personas que corrían por la calle le llamó la atención, reconoció a una mujer delgada, con un chándal de color naranja, que pasó ante ella y la saludó. Era Anne, la vecina de al lado, con la que había trabado amistad en los cinco años de vecindad que llevaban, Taylor supo en seguida que Anne era lesbiana, y de vez en cuando hablaban del tema.

Se acordó de la primera vez que la invitó a una fiesta, estaba un poco nerviosa, porque era una de las pocas mujeres heterosexuales del grupo, compuesto mayoritariamente por lesbianas, pero Anne le aseguró que nadie se la iba a comer y que conocería algunas mujeres interesantes. Y realmente se lo pasó muy bien, observando, intrigada, la forma que tenían las invitadas de relacionarse entre sí. De las parejas, algunas estaban profundamente enamoradas y otras llevaban veinte o treinta años en común. Sólo unas pocas mujeres no tenían pareja, pero la buscaban decididamente.

Lo que más le llamó la atención fue descubrir el vínculo que la unía a ellas, un vínculo que se reforzó a medida que se relacionaba con Anne y sus amigas, hasta que poco a poco, empezó a comprender que se perdía muchas cosas relacionandose con hombres. En sus años de estudiante y profesión había salido con algunos hombres, e incluso había estado a punto de casarse con uno, pero rompió el compromiso en el último momento. No sabía por qué, pero en el fondo estaba convencida de que no quería pasar toda la vida con él.

En los últimos años, había confiado a Anne las sospechas crecientes que albergaba sobre su posible lesbianismo. Y Anne la había ayudado eficazmente a ordenar sus pensamientos y emociones, sin dirigirla a ninguna tendencia determinada. Entre litros de café, copas de vino y kilómetros de paseos, Taylor había puesto en palabras lo que sentía y pensaba, lo habían discutido y, finalmente, había sacado sus propias conclusiones.

A lo largo de aquel proceso, había salido con algunas mujeres e incluso estuvo a punto de acostarse con alguna, pero no se sentía lo suficientemente cómoda para hacer el amor con ella. Achacó sus dudas a la hora de perder la virginidad por segunda vez a una falta de madurez, comparable a la época, diez años antes, en que tonteaba con Steven Casper en el patio atrás de su casa.

Sabía que hacer el amor por primera vez con una mujer sería determinante en su vida y no tenía intención de tirarse de cabeza sin estar completamente segura. No era tan ingenua como para creer que tenía que estar enamorada de la mujer en cuestión, pero sabía que reconocería el momento oportuno, cuando la ocasión se presentase.

-¡Taylor! -Karlie estaba al otro lado de la terraza, mirándola con curiosidad.
<<El momento oportuno es contigo, sin duda, Karlie Kloss>>

-¡Hola!

-Pense que estarías aquí. He llamado varias veces pero no contestabas. -Sin que Taylor lo advirtiera, Karlie había aprovechado la ocasión para observarla en silencio, antes de anunciar su presencia. Se quedaba sin respiración contemplándola. Estaba increíblemente hermosa allí sentada, relajada, con la brisa removiéndole el pelo.

-Perdona -dijo Taylor, incorporándose un poco-, me has pillado soñando.

-Si ésta fuera mi casa, no podría hacer otra cosa. Entiendo que te guste estar aquí.

-Podría pasarme el día aquí sentada.
La verdad es que algunos días no hago otra cosa -dijo Taylor, con una sonrisa nostálgica-, pero hoy no. Hoy voy a un partido de béisbol, ¡y me encanta el béisbol!

Una hora después, cuando ya estaban en el estadio, volvió a pensar que hacía una tarde preciosa.

-¡Qué buenas localidades! -exclamó, mirando al campo de juego. Estaban en el segundo nivel, justo detrás de la base meta.

-Gracias. Nos llegan muchas pelotas de falta, así es que tenemos que estar atentas al juego. <<Y, además la gorra y las Ray-ban te sientan de miedo.>>

A Karlie le sorprendió descubrir que Taylor era gran aficionada del béisbol. A ella, particularmente lo que le gustaba era ir animar a su equipo y comerse, entre tanto un perrito caliente, con un par de cervezas; sin embargo, Taylor no dejaba de comentar las incidencias del juego y la actuación de los jugadores. A lo largo del partido, agarró a Karlie del brazo varias veces, presa de un entusiasmo incontrolable en las jugadas más emocionantes. Cada vez que lo hacía Karlie le bajaba el calor del contacto hasta la ingle.

<<¡Dios santo, que calor hace hoy!>>

Fue uno de los partidos más entretenidos de los que había presenciado últimamente, y la emoción se mantuvo hasta el final, porque hubo entradas extra y, finalmente, los Yankees ganaron a los Mets. Karlie propuso cenar temprano en el Dugout, un bar con asador muy animado y ruidoso que había cerca del estadió. Y comentaron el partido entre bocados de pizza y tragos de cerveza, fieles al acuerdo de no hablar de trabajo ni de <<la situación>>, que era como se referían al problema de Karlie con el FBI.

Mucho más tarde, cuando el sol empezaba a ponerse, llegaron a casa de Taylor.

-Me lo he pasado fenomenal, Karlie.
Gracias por invitarme.- <<¡Dios cuanto me gusta pronunciar su nombre!>>

-Si hubiera sabido que eras mi comentarista deportiva personal, te habría invitado desde el principio de la temporada -dijo Karlie en son de broma, mientras se acercaban a la puerta de la casa.

-¿He hablado más de la cuenta? -preguntó Taylor, alarmada de pronto- Mis amigos siempre me mandan a callar cuando vemos un partido. -Miró a Karlie disimuladamente, pero vió la risa en sus ojos.

-Claro que no. Por cierto cuando fuiste al servicio, el hombre que se sentaba a mi lado me preguntó si eras una cazatalentos del béisbol, por lo mucho que sabias de todos los jugadores.

-¡Ah vaya! -exclamó, un poco cohibida, al tiempo que abría la puerta de la casa.

-Hasta me preguntó si irías el próximo fin de semana, creo que estaba encantado contigo. -<<Como yo.>>

-Bueno, es que a veces me dejo llevar por la emoción del juego. -apartó con el pie un poco de basura depositada en el umbral.

-¿A veces? -Karlie ladeó la cabeza pícaramente. Taylor comprendió que le estaba tomando el pelo y se relajó. No quería que el día terminase y deseaba invitarla a entrar, pero, como no dió la señal de que le apeteciera, se limitó a decir:

-Gracias, Karlie -y entró en casa.

Karlie, sola en el porche, pensó llamar a la puerta, pero, por algun motivo desconocido, no quería cambiar el ambiente que se había creado entre ellas a lo largo del día alargandolo hasta la noche.

Aquello sólo había sido una salida, se dijo, una salida normal, cuyo objeto no era llevarse a aquella mujer a la cama cuanto antes. Y lo más asombroso de todo era que había disfrutado de la salida en sí y que se moría de ganas de volver a estar con ella, fueran cuales fuesen las circunstancias.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora