XVI

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Taylor estaba cansada, Cansada de mirar el reloj de la mesilla de noche, cansada de dar vueltas y más vueltas, cansada de pensar en Karlie y, teniendo en cuenta que eran las cincos de la madrugada y no había pegado ojo, cansada de puro cansanció. Se puso boca arriba, mirando el techo y buscando respuestas que llevaban cinco horas sin aparecer.

En la silenciosa oscuridad de la noche, rememoró minuto a minuto la velada que había compartido con aquella mujer que ahora dominaba sus pensamientos y, sobre todo, el momento en que rechazó una noche de placeres. De eso no tenía duda; comprendió que, seguramente, aquella era la única certidumbre que tenía, en lo que a Karlie se refería.

Sabía que Karlie se lo propondría, y tenía intension de aceptar..., hasta el momento en que abrió la boca para rechazar la propuesta. <<¿Por qué demonios no acepté?>> Aquélla era la pregunta que no la dejaba dormir.

Taylor no solía cuestionar sus propias decisones. Prefería analizar la situación, sopesar las opciones, tomar una decisión firme y seguir adelante. Su mantra era decidir lo mejor posible según los hechos del momento, no jugar al tendría que haber hecho tal, podría haber hecho cual, ojalá hubiera hecho lo otro, porque eso solo traía disgustos.

Empezaba a estar preocupada, porque desde hacía unas semanas actuaba de una forma poco propia de ella. En los utimos años se había esforzado mucho por alcanzar posición a la que había llegado gracias a su facilidad natural para pensar con lógica y no perder la cabeza. Le gustaba su profesión y estaba orgullosa de lo que había conseguido, pero empezaba a tener la sensación de que su vida bordeaba el vacío.

Cada vez veía más claro que deseaba vivir como sus padres. Después de treinta años de matrimonio, su padre seguía pensando que se había casado con <<la mujer más linda de Estados Unidos>> A la hora de la cena, todos hablaban sobre lo que habían hecho, durante el día, y después discutían, como costumbre, por ver a quién le tocaba fregar los platos.

Su casa era el centro de reunión del vecindario y, en aquel tiempo, se llenaba de adolescentes, jovencitos e incluso adultos. Sus padres siempre la habían apoyado en todo y le habían procurado todas las actividades extracurriculares que podían permitirse.

Taylor los quería por igual, pero se identificaba mas con su padre que con su madre, sobre todo porque la apoyaba incondicionalmente en todo, incluso cuando había querido participar en los llamados deportes de niños. Había chutado el balón con ella, había hecho cientos de lanzamientos y recogidas de béisbol juntos y la había animado desde los laterales del campo, cuando jugaba con el equipo de fútbol del vecindario.
No creía que hubiera llegado a ser la mujer segura que era hoy sin él.

<<¿Y qué? ¿Qué significa tener un buen trabajo, una casa grande, un auto de lujo, montones de dinero y la envidia de todos los que me rodean? ¡Menunda mierda! Todo eso no vale nada si no tengo con quien compartirlo.>>

Tenía compromisos para cenar al menos cuantro o cinco días al mes, pero eran obligaciones profesionales.
Quiso acordarse de la última vez que había salido por diversión. Un latido persistenteen la entrepierna le recordó con poca sutileza que hacía ya demasiado tiempo que no sentía el roce de otro ser humano.

La verdad era que ni siquiera se acordaba de la última vez que había practicado el sexo. <<Con alguien que no sea duracell.>> Al menos hacía siete u ocho meses, y, por lo visto, no fué nada memorable. Se rió para sí. <<¡Dios! Tengo que echar un polvo cuanto antes.>>

Con gran esfuerzo, cambió el rumbo de sus pensamientos y se preguntó de qué querría hablar el jefe con ella el lunes. Le había llegado un aviso por correo electrónico el día anterior a última hora, pero el campo del asunto estaba en blanco..Una simple invitación anodina de las que siempre rechazaba, a menos que supiera el motivo. La formación que había recibido le prohibía acudir a una reunión sin hábersela preparando.

Desafortunadamente, no podía prepararse si el jefe convocaba sin decirle para qué, de modo que repasó mentalmente los hechos de las últimas semanas para ver si encontraba una pista.

Había algo que le rondaba por la cabeza: la postura que había tomado ante el intento de despido del empleado gay de contabilidad. Había reconsiderado aquella decisión varias veces desde aquel día y estaba segura de haber adoptado la postura correcta.

Pero, en cierto modo, esperaba que le rebotase como un boomerang, y no pensaba consentirlo.

Aparte de las consideraciones éticas, la empresa correría un gran riesgo si despedía a un empleado por ese motivo.

Confiando en su capacidad para enfrentarse a cualquier aspecto de aquella decisión que su jefe quisiera discutir, cerró los ojos con la esperanza de dormir al menos un poco.




Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora