XXIII

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No se había parado a pensar en las grandes diferencias que existían en el historial de relaciones de cada una, pero pensaba que tenían que ser sinceras la una con la otra. Karlie se había mostrado sin tapujos, pero ella había evitado las confesiones personales. Le parecía que el pasado no tenía importancia, ante sus sentimientos actuales. Decidió que ya surgiría el momento de hacer su pequeña confesión, probablemente durante la cena.

Deseaba volver a llamarla en ese mismo instante, sólo por oír su voz un poco más. De pronto, aquella necesidad de adolscente le pareció ridícula y se obligó a volver al trabajo. Descolgó el teléfono.

-Ya estoy aquí. Lamento la interrupción. ¿Por dónde ibamos?
-dijo, de vuelta a su yo profesional de costumbre. <<Sí, claro. Hace dos minutos prácticamente estaba haciendo el amor por teléfono, y ahora estoy hablando con un puñado de cincuentones canosos.>>

El Boeing 757 se dirigió a paso de tortuga hacia la puerta de embarque.
Taylor había hecho aquel mismo viaje más veces de las que recordaba, pero hoy el trayecto de vuelta se le había hecho más largo que nunca. Iba en primera clase, y su compañero de asiento no había parado de roncar.
Después de pasar tres días encerrada en la atmósfera cargada de una sala de juntas, bebiendo café recalentado, tomando declaraciones y soportando tonterías de rigor del abogado de la defensa, tenía los nervios de punta y estaba agotada.

Pero sintió que se animaba al levantar la tapa del teléfono móvil y marcar el número de Karlie.

-Hola, Teresa. Soy Taylor Swift.
¿Está Karlie?

-Lo siento, señorita Taylor, la señorita Kloss no está en la ciudad. Me dijo que le pasara sus llamadas al móvil. Espere un momento, por favor, que se la paso.

-Claro. -Sus ánimos cayeron en picada mientras esperaba a que Karlie contestara. Llevaba toda la semana pensando en esa noche.

-Bienvenida a casa -dijo la melodiosa voz de Karlie, y a Taylor se le aceleró el pulso.

-Gracias, -El ruido de fondo le resultaba muy conocido-. ¿Dónde estas?

-En el aeropuerto Charles de Gaulle.

-¿Estás en París?

-Oui -contestó Karlie-. Estoy en la cola de la aduana, con unos mil amigos intimos, que tambien hacen cola.-Según sus cuentas, más de la mitad de los accesos de la aduana estaban vacíos, y los que estaban atestados parecían tener problemas con el equipo de escaneo de pasaportes, lo cual incrementaba todavía más el tiempo de espera para entrar en la legendaria capital.

Taylor hizo un cálculo rápido de días y husos horarios, y frunció el entrecejo.

-¿Vas o vuelves?

-Lamentablemente voy.- A Karlie no le había hecho mucha gracia marcharse el día que Taylor volvía -. Ha sido totalmente inesperado. Uno de nuestros mejores clientes se reune aquí con un grupo de inversores y, en el último momento, decidió que me necesitaba. Que necesitaba mi presencia, concretamente. Y aquí estoy. Una gala a petición del rey, por así decir, sí este tipo no fuera tan valioso para mí, le habría dicho que se fuera a freír espárragos, pero no puedo. Espero que lo entiendas.

-Lo entiendo, naturalmente -Taylor pensó con tristeza la cantidad de veces que había tenido que tomar un avión a toda prisa, pocas horas después de que le comunicaran que tenía que presentarse en algún lugar.
Había aprendido hacer la maleta rápidamente y a viajar ligera de equipaje por necesidad. Procuró ocultar su decepción, pero el cansancio pudo con ella y no lo consiguió-. A mi me ha pasado lo mismo muchas veces.

-Taylor, estoy tan disgustada como tú, creeme. Preferiría mil veces cenar con una mujer preciosa a tener que conformarme con el servicio de habitaciones.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora