XXIV

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El olor del desayuno la despertó en el avión, y no le extraño haber soñado con Taylor. Sintió una punzada de remordimientos por el episodio con Isabella, pero rápidamente desechó aquella sensación por considerarla ridícula.

La noche anterior, después de intentar hablar con Taylor sin conseguirlo, se había dedicado a callejear durante horas alrededor del hotel, hasta que por fin el cansancio la obligó a entrar. Metódicamente, se duchó, hizo el equipaje y esperó a un taxi para ir al aeropuerto.

En la sala de primera clase, mientras aguardaba el momento de embarcar, tomó una decisión. No solía tener remordimiento por su actividad sexual, y no pensaba empezar a tenerlos ahora. No se había comprometido con ninguna mujer y, por lo que ella atañía, eso significaba que era libre para verse con quien quisiera.

Suspiró y bajo la mesilla abatible.

<<Pero resulta que la única mujer que quiero ver es a ella.>>

Dormitó a ratos durante el largo viaje de regreso, pasó la aduana enseguida y se fue directamente del aeropuerto a la oficina. Más tarde se las vería con el jet-lag. Aunque Teresa se había ocupado de los asuntos más urgentes, sabía que tendría mesa atiborrada de trabajo y, aunque era viernes y podría dedicar el fin de semana a pomerse al día, no le gustaba que el trabajo se descontrolase.

Cuanto antes se lo quitara de encima, mejor. Se quedó corta al pensar que estaría <<atiborrado>> de trabajo. Echó una ojeada al calendario de los siguientes días y el café se le atragantó al ver la cena de la compañía pro derechos humanos marcada en rojo para la noche siguiente, <<¡Mierda! ¡Cómo de me ha podido olvidar!>>

Era una seguidora fiel de aquella campaña y no había faltado a la cena anual desde hacía cinco años.
Rápidamente marcó el teléfono de memoria el teléfono directo de Taylor, rogando que no tuviera ya compromiso para esa noche.

-No tengo tengo excusa por no haberte invitado antes, Taylor -dijo, cuando sonó la señal del contestador-. Siento avisar en el último momento y entenderé perfectamente si ya tenías otro plan...

-¿Karlie? -dijo Taylor-. Está bien. Lo entiendo, e ire contigo encantada. Se trata de la cena de la campaña de derechos humanos ¿No?

-Sí, es mañana.

-Me alegro de que hayas vuelto -dijo Taylor, tras una pausa.

-Y yo me alegro de estar aquí -respondió Karlie con entusiasmo.
Quería encontrar la forma justa de decir lo mucho que se alegraba de oír su voz y de saber que estaba en la misma ciudad, y que pronto volverían a verse otra vez.

-Ven a buscarme a las siete. Y no te retrases -añadió Taylor en tono de broma, para aligerar el ambiente, quizá.

-Sí, señorita, allí estaré. -Karlie nunca se había alegrado tanto de haber quedado con alguien.

***

Formaban una pareja sorprendente en la pista de baile. Taylor llevaba un esmoquin de seda azul nocturno y un chaleco blanco sin blusa debajo.
La pajarita azul real de Karlie contrastaba muy bien con su esmoquin blanco.

Bailaban juntas armoniosamente y evolucionaban con soltura por la pista. Karlie llevaba con firmeza y Taylor se sentía ligera como una pluma entre sus brazos. Al son de una lenta melodía, la atrajo hacia sí un poco más y las dos movieron las caderas sensualmente, obedeciendo a la cadencia musical, cuando Karlie fue a recogerla, seguía un poco cohibida por la debacle con Isabella en París, aunque estaba convencida de que era una reacción irracional.

Al entrar en la sala en la que se celebraba la fiesta, todavía no podía mirarla directamente a los ojos, pero, después de cenar, la sacó a bailar y allí se disiparon sus vacilaciones.
Taylor abrazó a Karlie por el cuello y se acercó más. Notó que tomaba aire de golpe, sorprendida, pero los cálidos brazos que esperaba no tardaron en rodearle la cintura.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora