IX

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-Buenos días -saludó a Teresa como si todo estuviera en orden.

La secretaria le devolvió el saludo, que no sonó falso.

-¿Qué tal la fiesta?

-Como siempre -Contestó Karlie-.
La misma comida, las mismas caras, las mismas peticiones de fondos.

-Dios mío, Karlie, no son más que las nueve de la mañana y ya estás de un humor imposible. Más vale que des media vuelta, salgas por donde has venido y entres otra vez con otra actitud.-Teresa la miraba directa y firmemente a los ojos; no temía enfrentarse a su jefa.

Karlie le dedicó una sonrisa irónica y se dejó caer en la silla de las visitas, enfrente de Teresa. Hacía ya unos años que era su secretaría y, en ese tiempo, habían compartido sus experiencias con hombres y mujeres, sus deseos, desilusiones y tabarras de algún que otro amante obsesivo. Podían y solían hablar de todo. La consideraba una amiga, más que una empleada, y a cambio Teresa procuraba mantener en orden la vida de Karlie.

Karlie soltó el maletín y lo dejó resbalar hasta el suelo, se inclino hacia delante apoyando los antebrazos en los muslos y se tapó la cara con las manos.

Se sentía más pequeña que después de chillar a aquella madre desesperada, un rato antes. <<¿A cuánta gente más voy a amargar la vida esta mañana?>>

-¡Dios, Teresa! No sé qué me pasa últimamente. ¿Sabes lo que he heco esta mañana? Me he puesto como un basilisco con una mujer que llevaba al hospital a un bebé enfermo.-No podía creer que se hubiera comportado así.

-¿Cómo dices? -preguntó Teresa frunciendo el entrecejo.

Karlie se recostó en la silla, agotada, cuando el día aún no había empezado.
Contó el feo incidente con la mujer, que había sucedido hacía una hora.

-Estaba hablando por teléfono con el pediatra, que le decía que llevara al niño al hospital...¡y yo gritándole que colgara! -Se habría hecho una bola y se habría fundido ahí mismo, si hubiera podido.

-Deplorable -dijo Teresa con indignación-. Nunca te he visto hacer una cosa así, y has tenido muchas ocasiones.

Teresa tenía razón: desde que había tomado las riendas de Klossy, nunca había perdido la compostura ni había reaccionado de esa forma exagerada en ninguna situación, por tensa que hubiera sido. Por el contrario, en lo referente al trabajo, y sobre todo dentro de la oficina, se comportaba como una santa y tenía la paciencia de las tortugas em invierno. Nada la descomponía ni la hacía reaccionar como esa mañana. Al menos así había sido, hasta que el humor empezó a cambiarle unas semanas atrás.

Recogió el maletín del suelo y se levantó lentamente de la silla.

-Necesito unas vacaciones. A lo mejor en un sitio cálido, tropical, con una recerva inacabable de bebidas con sombrillita de papel.

-Sí, servidas por rubias en bikini
-añadio Teresa. La conocía muy bien.

-No -dijo Karlie tras pensarlo un segundo-, tengo que alejarme de las mujeres, sobre todo si van en bikini, al menos por un tiempo. -La expresión de Teresa le indicó que acababa de descubrirse.

-¿Qué más te pasa? -le preguntó, dubitativa-. ¿Lily ha vuelvo a ponerse en contacto contigo?

Karlie se lo había contado todo a Teresa después de los diecisiete mensajes teléfonicos que le había dejado en tres días. El último que recibió decía <<Más vale que esa perra me llame>> Se acordó de la conversación de hacía dos días y puso cara de asco.

-Vino a mi casa el sábado por la noche y no me lo monté muy bien. Ahora esta cabreadisíma conmigo, y Josh también. Y tú, y tambien yo estoy cabreada conmigo por no saber cerrar la boca a tiempo. -En realidad, la lista era más larga. Pero Karlie no quería pensar en las malas intenciones de su cuñado ni en sus últimos intentos de escorar el barco de Klossy.

-Yo no estoy cabreada contigo, Karlie -le dijo Teresa comprensivamente-. Siento que estés pasando tan mal trago con esa mujer. ¿Y qué quiere hacer?

-Trescientos mil dólares. -Karlie manejaba sumas mucho mayores a cada hora del día, pero, en esas transacciones, los principios personales no entraban en juego.

-¿En concepto de qué?

-En concepto de seis revolcones en piltra. -Teresa puso una cara que obligó a Karlie a reformular la explicación con un poco menos de crudeza-. Lo que dijo, más o menos, fue: <<Para hacerme desaparecer>>.

-No pensarás ceder, ¿verdad? -preguntó Teresa.

Teresa admiraba mucho la sinceridad y la integridad de Karlie. No creía que su jefa se dejara chantajear, pero en ese momento tuvo sus dudas. Tenía la sensación de que las amenazas de Lily le habían afectado más de lo que aparentaba.

Karlie siempre daba ejemplo de profesionalidad y no permitía que la vids personal interfiriese en su trabajo. En los negocios era tan dura como fuera necesario, pero siempre se mostraba justa, Teresa admiraba a las personas capaces de gestionar la complicada organización de una conferencia teléfonica al tiempo que respondían mensajes electrónicos y encargaban la comida, y todo sin perder el hilo en ningun momento.

Con todo, Karlie le parecía única en su especie por motivos más importantes: concretamente, con cheques que firmaba todos los meses en la carpeta titulada <<Nuestro Futuro>>. Aquellas generosas donaciones iban destinadas a varias organizaciones infantiles, y jamás hacía publicidad de ello.

A Teresa se le encogía el corazón al ver a una mujer tan desprendida y bondadosa liada con una persona tan despreciable como Lily.

-Desde luego que no. A esa caza fortunas no pienso darle lo que quiere. -hizo una pausa-. ¡Ah, sí! Espero que Josh me llame dentro de un rato para soltarme una buena reprimenda, así que pásamelo enseguida.

La gruesa alfombra apagó el sonido de los pasos de Teresa, cuando entró cinco minutos después, y Karlie se sobresaltó al ver aparecer una taza de café ante sí.

-Gracias -murmuró, sin levantar la vista del montón de papeles que estaba leyendo.

-No hay de qué. Por cierto, justo antes de que llegaras, te llamo una tal Taylor Swift. -Karlie levantó la cabeza tan súbitamente que Teresa se asustó-. ¡Aja! ¿Tiene algo que ver con Lily?

-¿Has dicho Taylor Swift? -Teresa asintió-. No, no tiene nada que ver con Lily, al menos que yo sepa. Vaya, espero que no. ¿Dejó algún recado?

Karlie se sorprendió de su propia reacción al oír el nombre de la bella mujer del sábado por la noche. No solía recibir llamadas personales en el despacho y estaba segura de que no le había dado el número a Taylor. La sangre le cosquilleo en las venas de una forma muy curiosa al entender que Taylor se había tomado la molestia de localizarla.

Teresa dejó la nota de color rosa junto a la carpeta negra que había sobre la mesa.

-Dijo que la llamaras. Tiene una reunión hasta las once pero después estará libre.

-¿Qué hacía aquí el empleado de mantenimiento? -preguntó Karlie recogiendo la nota de color rosa-. ¿El aire acondicionado otra vez?

-Yo no he llamado a nadie -respondió Teresa, que ya se iba-. Dijo que era una revision de rutina.

Karlie miró hacia los conductos de ventilación, al menos el operario había limpiado despues, y no como el anterior. Curiosamente desmotivada para el trabajo, miró a la pared de enfrente, tenía dos horas por delante, hasta que pudiera llamar a Taylor, tiempo suficiente para reunirse con un par de altos cargos de la empresa, y redondear la presentación prevista con unos clientes para el día siguiente.

Pero estaba irremediablemente distraída, molesta consigo misma, se imaginó a su abuelo sentado allí, en aquel mismo escritorio de color cereza. ¿Qué pensaría de ella si la viera así?

No le hizo falta mucha imaginación para ver al patriarca diciendole que ya era hora de sentar cabeza y asumir la responsabilidad que le correspondía por nacimiento.

Con un triste suspiro, volvió a concentrarse en un montón de archivos y se obligó a zambullirse en la tarea.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora