XIII

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Por fin Taylor se decidió por unos pantalones de color verde oscuro, de seda, y una camiseta sin mangas de color crema, en contraste con su pelo rubio y al suave tono blanco de su piel, que parecía una aberración genética. Era el mismo tono que tenía su madre, ante el espejo del armario, se puso unos pendientes y observó su rostro críticamente. <<No está mal>>

Se había maquillado con mucho cuidado, lo que le había costado esfuerzo, porque las manos le temblaban de nervios, pero consiguió realzar las facciones de un modo sencillo, con resultado limpio y natural. Satisfecha volvió a colocar la ropa en el armario, alisó las arrugas del edredón de plumas que cubría la cama de medida extra grande y mulló las almohadas.

Se disponía a retirarse cuando tuvo una imagen mental de Karlie tumbada en la gran cama, desnuda. Un haz de calor ardiente se le disparó desde el estómago hasta la ingle. Retrocedió y, súbitamente se dió cuenta que Karlie era la primera mujer a la que había imaginado en su cama.

Recogió rapidamente el bolso y las llaves, salió de la habitación con el corazón alborotado.

<<Supongo que esto significa que puedo ser lesbiana. Mierda, a ver si sé lo que tengo que hacer.>>

A diecinueve kilómetros de allí, Karlie tomaba un Chivas lentamente en grueso vaso de cristal, sentada en un sillón de piel supermullido. No se movía, pero su mente iba a toda velocidad. No recordaba tanta expectación por su parte en ninguna cita para cenar con una mujer.
Taylor Swift era atractiva, sin duda, y la chispa del deseo había saltado al instante, pero había algo más, algo que intensificaba la expectación de Karlie. Parecía muy distinta a las mujeres con las que solía salir.

Nuna le habían faltado mujeres atractivas ansiosas de compartir su cama. Creía que, si surgía una atracción entre dos mujeres y las dos deseaban lo mismo, no habian motivos para no pasar la noche juntas... o la tarde, en algunos casos.
No era más que sexo, una cosa que podía disfrutarse voluntariamente entre dos adultos. Lógicamente, había tenido muchas compañeras sexuales, relaciones que, en la mayoria de los casos, duraban días o semanas, rara vez más. Los ligues casuales casuales satisfacían sus necesidades sexuales y se adaptaban bien a su estilo de vida, sobre todo porque dirigía Klossy día a día la acaparaba por completo, desde que decidió dedicarse a la empresa.
No le interesaba establecer relaciones más comprometidas.

No se engañaba: sabía que sus ligues eran conscientes de quien era cuando se le acercaban o cuando se acercaba ella. Frecuentaban los mismos círculos y, aunque no se conocieran específicamente por el nombre, las caras eran conocidas. Con todo, sospechaba que, al principio, Taylor no sabía quien era y, desde luego, tampoco le importó cuando le echó aquella reprimenda por su grosero comportamiento.

La invitación a cenar esa noche había sido una gran sorpresa: recibía pocas sorpresas, y muy tarde en tarde.
A pesar de que la invitación había sido por teléfono, sospechaba que Taylor había actuado impulsivamente, cosa poco normal en un abogado.

Conocía a suficientes profesionales de la ley como para saber que siempre pensaban hasta en el último detalle, y generalmente sabían con exactitud la respuesta que obtendrían a cualquier pregunta que pensaban hacer.
Sonrió ante la idea de hacerle perder los papeles a aquella mujer.

Cuando el timbre anunció su llegada, unos minutos después, se levantó inmediatamente y cruzó la habitación con más prisa que de costumbre. Por lo general, las mujeres no venían a buscarla a casa.

Al contrario: prefería pasar ella a recogerlas o quedar en cualquier sitio. Así era más fácil escapar, en caso de necesidad, según decía siempre a sus amigas, y la necesidad se había impuesto en varias ocasiones. Otro indicio de que Taylor no era como las demás.

Ven A Buscarme - KaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora