EDITADO.
[Libro #1 de la saga "About Werewolves and Witches"]
Scott y Meredith McCall eran adolescentes normales, acostumbrados a la aburrida cotidianidad ofrecida por su ciudad natal, Beacon Hills. Pero todo cambió la noche en que uno de ellos...
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|| ¿Quién más está aquí?
Meredith.
Estoy encerrada en un casillero dentro de los vestidores de hombres, lo cual equivale a que mi nariz es atacada por un desagradable olor a calcetín sucio mezclado con incontables capas de sudor adolescente. Sin embargo, lo peor de todo esto no es que el mismísimo Stiles fue el que me obligó a entrar aquí, sino que hay alguien allá afuera tratando de asesinarnos. Ya mató al amigo de mi hermano y Stiles, ahora viene tras nosotros.
Trato de inhalar por la nariz y exhalar por la boca para apaciguar mis nervios, pero el aroma que reina en los vestidores de los chicos y no solo en este casillero es tan bárbaro que lo único que consigo es una oleada de náuseas. No puedo creer que alguna vez me quejara de los vestidores de chicas.
Repentinamente, oigo el rechinido de una puerta abriéndose, por lo cual opto por contener la respiración. Cierro los ojos, los aprieto con fuerza, al notar por entre las rendijas de la puerta del casillero una silueta que obstruye la poca luz lunar que se cuela por las ventanas.
Luego, alguien grita.
Temiendo por la vida de los chicos, abro la puerta del casillero en el que me encuentro al tiempo en que alguien suelta una maldición. Al salir, veo a mi hermano y su mejor amigo tratando de silenciar al conserje.
—¡"Shhh" mi trasero! —exclama el empleado nocturno, notablemente molesto de ver a tres adolescentes en las instalaciones de la escuela a deshoras—. ¿Qué diablos tratan de hacer, matarme? Los tres, salgan ahora.
—¿Podría escucharnos un segundo? —le pide Stiles con desespero.
—¡No! Salgan ahora mismo de aquí —decreta el hombre, enojado. Un parpadeo después, con su mano grande y dedos regordetes, sujeta por el brazo a los chicos para obligarlos a posicionarse delante de él y empujarlos directo a la salida.
Los sigo voluntariamente, no necesitando de una segunda mirada filosa para saber que debo salir de los vestidores primero que mi hermano y su mejor amigo.
