EDITADO.
[Libro #1 de la saga "About Werewolves and Witches"]
Scott y Meredith McCall eran adolescentes normales, acostumbrados a la aburrida cotidianidad ofrecida por su ciudad natal, Beacon Hills. Pero todo cambió la noche en que uno de ellos...
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|| Delirio.
Meredith.
Las luces parpadean y la música retumba a mi alrededor, distorsionada por el miedo que me llena. Cada sombra parece moverse con intenciones siniestras. Trago saliva, intentando calmar mi corazón que late con furia en mi pecho. No puedo distinguir la realidad de la ilusión; todo se siente tan tangible, tan aterradoramente auténtico. El miedo que siento es real, pero la mujer de mis pesadillas, con su sonrisa torcida y ojos vacíos, aparece entre la multitud, observándome con una intensidad que congela mi sangre.
Intento alejarme, pero mis piernas se sienten como plomo. Las voces de los demás en la fiesta se transforman en un murmullo ensordecedor, cada risa y grito se mezclan en un caótico torbellino de sonido que solo aumenta mi ansiedad. Siento su presencia cada vez más cerca, susurrando mi nombre con una voz que resuena en mi mente como un eco siniestro.
«Meredith... Meredith...»
Cada sílaba se arrastra en mi cerebro, acompañada por una sensación de pavor indescriptible. Me giro bruscamente, con la esperanza de que sea solo mi imaginación, pero allí está ella, a solo unos pasos de distancia, con su figura espectral bañada en la débil luz de la fiesta. Sus dedos esqueléticos se extienden hacia mí, como si intentara atraparme y arrastrarme hacia la oscuridad.
No he tocado el libro mágico en semanas, tal vez incluso más tiempo, pero ella solo aparece en mis pesadillas. Esto no puede ser real. No puede ser real. La mujer que me atormenta cada vez que cierro los ojos, la que controla las palabras que aparecen en el libro oculto bajo mi colchón, no debería estar aquí esta noche, no debería estar acechándome en la fiesta. ¿O sí?
—¡No! —grito, mi voz apenas audible entre el bullicio—. ¡No, no, no!
Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos mientras retrocedo, tropezando con los cuerpos despreocupados de los alcoholizados adolescentes. Nadie parece notar mi desesperación; están atrapados en sus propios mundos, riendo y bailando sin preocuparse por el horror que me rodea. Siento que mi respiración se vuelve cada vez más errática, mi pecho subiendo y bajando rápidamente mientras intento encontrar una salida.
