EDITADO.
[Libro #1 de la saga "About Werewolves and Witches"]
Scott y Meredith McCall eran adolescentes normales, acostumbrados a la aburrida cotidianidad ofrecida por su ciudad natal, Beacon Hills. Pero todo cambió la noche en que uno de ellos...
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|| Picahielo.
Stiles.
Estoy en clase de educación física, con el entrenador Finstock y el supuesto gesto romántico que su "nueva novia" le mandó: una pared para escalar, la cual de algún modo lograron meter por las angostas puertas del gimnasio de la escuela. Justo ahora, Scott y Allison se encuentran escalando la pared, habiéndose ofrecido a ser los primeros en hacerlo cuando el entrenador pidió voluntarios y Greenberg fue el único en alzar la mano.
A mi derecha, a tan solo medio metro de distancia, se halla Meredith sentada al estilo indio y jugando con la pulsera de amistad que Lydia le obsequió al inicio de la clase, permitiendo que la pelirroja le trence el cabello.
—Listo. Terminé mi obra de arte —anuncia la pelirroja con orgullo—. ¿Verdad que se le ve hermosa? —me pregunta, mirándome fijo.
La pregunta me toma de sorpresa, pero no tanto como el hecho de que me atrapara observando a su mejor amiga y decidiera pedir mi opinión.
—Si, se ve hermosa —titubeo casi sin aliento cuando paso mi atención a Mer, encontrándome con su mirada chocolatosa.
Con lo blanca que es su tez, el súbito e instantáneo sonrojo en sus mejillas no pasa desapercibido para mí.
—Gracias —musita Mer, a lo que le dedico una sonrisa sincera.
Una milésima de segundo después, Lydia se sienta en el espacio que me separa de la chica que me trae de cabeza, iniciando una conversación acerca del muro para escalar y las posibles maneras en que fueron capaces de meterlo al gimnasio.
Desde ayer en la noche no he hablado con Mer, y aunque han pasado tan solo trece horas desde entonces, algo dentro de mí siente como si fueran trece años. Es una sensación extraña, a la vez agradable, que reconozco como consecuencia de lo mucho que ella me gusta y lo genial que me siento cuando estoy a su lado, conversando con ella, haciéndola reír u oyéndola repetir los diálogos de su serie favorita. Mi corazón se acelera cuando la oigo reírse; mi fuero interno se derrite en su silla.
