33. Irena Sendler.

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Los rayos del sol no eran muy visibles ese día, las nubes tapaban parte del cielo azul, haciendo que se forme una extraña mezcla de grises y sombras. Todos despertaron muy temprano, conscientes de que debían comenzar a trabajar lo antes posible.

Klaudia les prestó ropa, a las chicas, faldas marrones o grises que les llegaban hasta por abajo de la rodilla, camisas, sacos largos y zapatos marrones, además de un par de sombreros, la moda en aquella época estaba desgastada por la guerra, al igual que el maquillaje, así que lo que hicieron era usar betún de botas y vaselina para maquillarse, ya que se verían extrañas si no.

Los hombres usaban pantalones de una tela muy mala, camisas, cinturones y también sacos largos con boinas, los pantalones con tirantes eran algo incómodos, pero no tenían opción.

- He llamado a una amiga mía -anunció la mujer, observando por la ventana sin llamar la atención- Ella los ayudará a entrar al Gueto.

- Un momento -Neji la detuvo, sin poder evitar la burla en su voz- ¿Por qué tenemos que entrar ahí?

- Tal vez no estemos seguros, Neji, pero si es un lugar que necesita ayuda aquí, no nos quedaremos de brazos cruzados -respondió Sara con autoridad. El Hyuga hizo una mueca, no estaba acostumbrado a esto de ayudar.

Después de algunos minutos, alguien tocó a la puerta, sin hacer ruido, Klaudia se desplazó hasta ella y la abrió, dejando ver a una mujer de cabello castaño y ojos muy muy azules, habló un momento con Klaudia y ambas entraron.

Lo primero que hizo la mujer fue observarlos de arriba a abajo, no con malicia, sino para medir su físico, para ver si eran aptos para la tarea.

- Hola -dijo ella con una voz suave e insegura- mi nombre es Irena, soy una trabajadora de servicios sociales de Varsovia y... -calló.

- Adelante, continúa -la animó Klaudia.

- Y soy quien saca niños del Gueto -finalizó, observándolos a todos- si están de nuestro lado y quieren ayudar, son bienvenidos a hacerlo.

Terminó el discurso con una sonrisa muy tímida.

Nadie dijo nada, Neji suspiró y observó a los chicos, estaban serios.

- Estamos seguros de esto -dijo- sólo díganos que hacer.

Tenten sonrió, de alguna manera, sentía que él estaba comenzando a cambiar.

- Bueno, vengan.

Todos siguieron a aquella mujer de ojos azules, la calle estaba desierta a aquella hora de la mañana y un solitario y pequeño camión los esperaba frente a la casa, Irena los hizo sentar en la parte trasera y los presentó al conductor, su nombre era Franz, un amable panadero que luchaba contra los nazis de una forma muy secreta y peligrosa.

En el trayecto, Irena les habló sobre lo que debían hacer, su objetivo era sacar al mayor número de niños posible, llevarlos al camión y salir de ahí lo más rápido que pudieran, vestir a los niños y esperar más instrucciones.

- Ya hemos sacado a varios niños -relató- los escondemos y hacemos creer a la policía que han sido muertos de fiebre tifoidea, pero todavía quedan muchos... queremos evitar que los niños vayan a Treblinka, bueno, tanto como podamos.

Matsuri suspiró, esa mujer era tan noble, en su rostro se podían ver las marcas de cansancio y preocupación, sus manos estaban firmemente agarradas a la falda y respiraba rápidamente con sus ojos moviéndose de un lado al otro, como si alguien pudiera descubrirla.

En poco tiempo llegaron a una oficina, Irena fue la única que se bajó y esperaron más o menos una hora para que ella volviera a subir. En sus manos traía seis pequeñas libretas.

Red Moon //Sasusaku, Naruhina, Saiino, Nejiten, Shikatema//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora