36. Victoria's Palace

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El remolino violeta había acabado de golpe, lanzándolos conta el suelo bruscamente, aunque... no a todos.

Temari fue la primera en levantarse, se sacudió los pantalones y ayudó a sus hermanas, ¿en dónde estaban? Era imposible que se hayan dirigido a in lugar al azar, pero no lo reconocían.

Las paredes estaban decoradas con papel muy al estilo rococó, el techo era alto y gótico, se encontraban paradas ante una enorme biblioteca, libros por todas partes, de todos los colores y tamaños, había tres candelabros en la enorme sala y varios sillones victorianos además de un piano y mesas de ajedrez, damas y cartas.

- ¿Dónde rayos estamos? -Sakura fue la primera en preguntar.

- Ni siquiera me parece familiar -dijo Temari.

- ¿Y los chicos? -terminó Hinata, las tres se miraron, estaban solas en la enorme habitación, ni siquiera una pista de donde se podrían encontrar ellos.

La de cabello oscuro se acercó a una ventana y observó el atardecer, el paisaje era de un gran jardín lleno de flores, árboles y fuentes, y más allá, las rejas que daban a un gran parque a lo lejos. Hinata no le vio nada de raro, hasta observar varios niños caminar en el jardín, sus ropas eran totalmente antiguas y parecían incómodas, cuatro niñas con vestidos de colores pasteles que llegaban a los tobillos, el cabello de todas en forma de rizos con diferentes tipos de moños y peinados; y dos niños con pantalones, botas y suéteres bordados.

- ¡Santo cielo! -exclamó alguien al abrir la puerta. Sakura, Temari y Hinata se volvieron a ella horrorizadas, mierda, las habían descubierto.

- N-nosotras podemos expli-

- ¡Señoritas! Falta poco para el baile, deberían estar preparadas -interrumpió la muchacha, debía tener más o menos su edad- la reina quiere a todos sus invitados a las siete en punto.

- ¿La reina? -preguntó Sakura.

La muchacha asintió y se detuvo a ver sus atuendos, frunció el ceño y dijo:

- Deben haber llegado hace poco al palacio, aunque son valientes al traer pantalones, señoritas, ¡que extraño! -rió- deben ser del sur.

- Eh, si -afirmó la rubia.

- Vamos, les llevaré a sus habitaciones y sus doncellas les ayudarán.

Las chicas compartieron una mirada, ni idea de quien era o de donde estaban, pero al menos tenían un plan. De seguro los chicos las encontrarían allí.


(...)


- Ojalá por fin podamos encontrar la mitad, Jiraiya... estoy preocupada por mis chicas.

El hombre sonrió, a pesar de su edad, aquella sonrisa pícara y juvenil no había desaparecido, se acomodó las gafas de sol y apretó el acelerador.

- Ver a Andrew nos facilitará las cosas, Tsunade, sé que él podrá ayudarlas. Las quiere mucho.

Tsunade rodó los ojos y lanzó un suspiro, su corazón martilleaba fuertemente contra su pecho mientras sus ojos miel observaban el polvoriento camino por la ventana; habían viajado desde su pueblo hasta Colorado, casi el extremo del país buscando una entrada al abismo, es decir, el infierno. En cierta manera le sorprendía que su amigo supiera en donde estaba, se notaba que no había desperdiciado esos siglos. La ruta era diferente, no la misma que todos usaban, el camino era horrible y no había un alma a kilómetros.

El auto se detuvo de repente.

- ¿Ya llegamos? -preguntó ella. Jiraiya había cambiado su expresión, chasqueó la lengua mientras se despojaba de sus anteojos, sus ojos marrones fijos en el horizonte, Tsunade siguió su mirada y lo comprendió: ahí, en medio de la nada, eran a penas visibles, cuerpos translúcidos formando un halo alrededor de uno de los muchos cerros de piedra que allí se encontraban.

Red Moon //Sasusaku, Naruhina, Saiino, Nejiten, Shikatema//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora