Capítulo 32.

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Niall


 

Saqué los libros que eran necesarios para la última clase y caminé a la cafetería, donde Daniel me esperaba. Hoy Harry no me había mandado un mensaje antes de que sonara el timbre, lo que es raro, ya que se ha convertido algo así como en un hábito nuestro. Quizás se le descargo el celular o simplemente se le olvido. No es como si tuviera que mandarme un mensaje obligatoriamente cada día, a cualquiera se le puede olvidar, pero sí me parece un poco raro.


 

Me encogí de hombros y olvidé el asunto, mientras que me abría paso entre la gente para poder entrar a la cafetería. A lo lejos vi a Daniel, quien tenía su mirada enterrada en el celular. Se le veía muy tenso, además de que no dejaba de dejar fuertes puños sobre la mesa.


-Uh, ¿Hola? –Saludé con algo de gracia, llamando su atención. Daniel se sobresaltó al oírme y dio un brinco en su lugar, asustándose por mi repentina llegada. Frunció el ceño por unos segundos y luego sonrió, como si nada. Algo le pasa a este chico.


 

-Oh, Hola Niall –Levantó su mano en forma de saludo y sonrió nerviosamente, haciendo que una leve sospecha empezara a crecer en mí. Está muy raro en este día, y eso solo me indica que algo sucede, y algo muy grave.


 

-¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan nervioso? –Pregunté, mientras que me sentaba a su lado y le miraba con una ceja enarcada, esperando una respuesta clara y concisa de su parte, lo que claramente no recibí –Bueno...Daniel ¿Acaso me oyes? –Este volvió a brincar en su lugar, como si se hubiese perdido todo este tiempo de la realidad y hasta ahora reacciona. Sin duda, está extraño.



 
-No, no, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso dudas de algo? –Preguntó con rapidez, muy cerca de mí, taladrándome con su inquisidora mirada. Reí por lo bajo y puse una mano en su pecho, apartándole un poco de mi espacio personal.


-Primero; lo pregunto porque estás actuando raro y extraño. Te ves nervioso. Y segundo; sí, sí dudo de algo y necesito que me digas que pasa contigo, ahora –Exigí sin una pizca de humor, sorprendiendo a Daniel, quien frunció el entrecejo.



-No me pasa nada, ya te lo he dicho. Además, ¿Yo nervioso? Por favor, esas son ideas en tu cabeza –Bufó y luego recargó su cuerpo en la mesa, tratando de aparentar que nada pasaba y viéndome la cara de idiota. Pero no, no soy ningún idiota y sé muy bien las cosas.



 
-Ay, por favor, ya estoy cansado de estos teatritos. ¿No crees que estás demasiado grande como para ponerte a esconder las cosas como los niños? Eres un jodido adulto Daniel, compórtate como tal –Le regañé, haciendo que este levantara la cabeza y me mirara con desconcierto en su voz. Bueno, quizás me había pasado un poco con el regaño, pero es que estoy harto de que hayan tantos rodeos. ¿Acaso no puede decirme lo que le pasa? Se supone que soy su jodido mejor amigo, y eso implica que debe confiar en mí. Dios, esto me produce dolor de cabeza.



 
-Joder, ¿Por qué no me pegas? Solo eso falta –Me reprochó con una expresión de perro atropellado, haciendo que rodara los ojos. No me iba a convencer de esa manera –Dios, está bien, si me pasa algo... -Bajó la cabeza con pena y luego la levantó, dedicándome una mirada impasible y difícil de descifrar.


 

-¿Qué pasa, Daniel? Dime, puedes confiar en mí –Corrí mi silla un poco y le abracé por los hombros, mientras que este recostaba su cabeza en mi hombro y suspiraba con pesadez.


 

-Si presencias algo malo que puede hacer daño a una persona importante para ti, ¿Qué harías? ¿Se lo esconderías o se lo dirías? –Preguntó con duda, casi con miedo en su voz, mientras que cerraba los ojos con fuerza. Apreté su hombro y luego dejé unas pequeñas caricias a lo largo de su brazo, relajándole.

Juego de venganzas -NarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora