Capítulo 6.

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 Niall




 
Viernes por la mañana. Había pasado ya toda una semana desde mi primer día de clases, me encontraba feliz, y eso nunca me pasó en mis antiguas escuelas. Hoy era mi prueba para entrar al equipo de fútbol. ¿Qué si estaba nervioso? Claro que sí lo estaba, y mucho, porque claramente es muy diferente esta vez y puede que haya muchos chicos. La posibilidad de que quede en alguna de esas 4 vacantes puede ser remota, pero no se puede ser pesimista en esta vida, además, tengo confianza en mí y en mis habilidades. Algo que si me aterra es que por culpa de Harry Styles no entre, estoy seguro que cuando sepa que intento entrar en el equipo moverá cielo y tierra para que no pueda entrar, es tan torcido que puede llegar a hacerlo. Y apropósito de Harry, no me ha molestado en todos estos días, quizás se dio cuenta que sus ofensas no me causan ningún daño o tal vez debe estar planeando la venganza perfecta para desquitarse de la pequeña golpiza que le propine aquel día.


 

Con toda la pereza del mundo me levanté de la cama. Empezar un nuevo día no era de mi agrado, me aburría tener que levantarme y dejar a mi hermosa cama la cual parecía llamarme y decirme "No te vayas, soy suave y blanda, quédate" y como resistirse a eso.



 
Me dirigí al baño, me quité la piyama, que solo constaba de un bóxer, y me metí en la ducha. Abrí el grifo y el agua templada empezó a recorrer cada rincón de mi cuerpo. Era tan relajante.


 

Después de terminar mi ducha (Cosa que no quería), fui hacia mi armario y busqué en este la ropa indicada para este día. Elegí una camisa de cuadros azul oscuro, unos pantalones vaqueros color hielo y unas botas de Saint Laurent color mostaza y con hebillas a los lados. Ya listo, peiné mi cabello hacia un lado y me eché la colonia. Tomé mi celular y mi bolso y bajé a la primera planta.


 

Desde hace unos días mi madre no me acompañaba en las mañanas y la casa se sentía vacía, era como si el único habitante de esta casa fuese yo, y no es una idea que me agrade. Entonces pensé, ¿Qué sería de mi vida sin mi madre? Sería un caos, quizás no sería nada, es la única que me ha acompañado y quien me conoce más que a nadie. Tan solo ha pasado unos días y ya extraño sus sonrisas radiantes por las mañanas y sus desayunos calientes con figuras, como si aún fuese un niño. Sonreí, era algo que nunca dejaría, y que muy en el fondo, yo tampoco quería que lo dejara de hacer.


 

Caminé rápido hacia la salida, ya que no desayunaba por las mañanas, y no es que no me gustara el desayuno, no, nada que ver, si la comida de mi madre es la más deliciosa que puede haber en este mundo, pero la idea de comer solo en esta gran casa hace que el apetito se esfume casi por completo. Ya fuera de casa emprendí mi camino hacia el instituto. Estos últimos días también había aprendido el camino, solo caminaba una media hora y llegaba.


 

Me acordé del primer día que no supe donde era, estaba tan histérico, y luego apareció Daniel como mi ángel. Sonreí, aún me acuerdo de ese día, y como no hacerlo, fue graciosa toda la situación, y mucho más el rostro de Daniel cuando lo besé en la mejilla, esa cara vale oro.


 

El clima era helado, sentía cómo me congelaba y cómo el aire frió se internaba por todo mi cuerpo hasta mis huesos. El vahó empezó a salir de mi boca, mis manos estaban heladas, las metí en los bolsillos de mi pantalón para calentarlas al menos un poco.


 

Entonces escuché la bocina de un auto detrás de mí. No me preocupé en voltearme porque no creo que sea a mí, no tengo amigos en este lugar, y además ¿Quién me buscaría en un auto en la mañana?


 

Caminé un poco más rápido porque esa maldita bocina me estaba fastidiando. Seguí escuchando la bocina y me giré enojado para ver quién era. Me llevé la gran sorpresa de que era Daniel, quien me miraba burlón por mi cara de orto. Sentí como mi cara se calentó, y de un momento a otro me sonrojé, si eso era posible, ya que con el frió estoy seguro de que mis mejillas deben estar rojas como el trasero de un mono.


 

-¿Corres un maratón? –Me dijo divertido. Rodeé los ojos. Su capacidad de bromear no me cae muy bien ahora mismo.


 

-Sí, ¿Quieres acompañarme? Quizás podemos hacer una carrera –Hablé con sarcasmo. Este soltó una carcajada y yo lo miré mal.


 

Juego de venganzas -NarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora