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Estaciono en mi lugar habitual y entro a la residencia. Lo único que hay en mi cabeza es todo lo que pasó en las últimas horas y lo que creo que es la mejor manera de salvar lo nuestro. Cuando abro la puerta de nuestro piso, todos están reunidos en la sala y en cuanto me ven es como un alivio para ellos. Diana se levanta del sofá apresuradamente y sale a mi encuentro.

— ¿Dónde has estado? ¿Sabes qué hora es? ¿Por qué demonios no contestas tu celular? —lanza todas esas preguntas gritándome como loca lo preocupada que estaba por mí, diciendo que estaba a punto de llamar a mi mamá.

—Lo siento, perdí la noción del tiempo. Apagué mi celular desde en la tarde y olvidé encenderlo. Iré a dormir —la aparto y camino hacia mi cuarto hasta que me encuentro con Nick obstaculizando mi camino.

—Tenemos que hablar, Rose. Siento mucho que... —pongo una mano en su pecho y lo hago retroceder.

—Sí, tenemos que hablar. Acompáñame —ignoro a las chicas y a Paul, camino hacia mi cuarto, Nick viene detrás de mí y puedo sentir el aire pesado del ambiente.

Ambos entramos al cuarto y Nick cierra la puerta tras él. Puedo notar que no sabe cómo actuar.

—Yo no pretendía que eso pasara. Ella fue quien hizo todo —trata de acercarse a mí, pero se lo impido, me preparo para decirle todo lo que atormenta mi mente.

—Sé que todo el problema con tu mamá es lo que ha hecho que últimamente estés distanciado de mí, pero creo que hay algo más, que quizás ni tú mismo te des cuenta de ello —mis palabras parecen confundirlo, ya que el ceño fruncido en su rostro es muy profundo.

—No entiendo. Lo de hoy fue una estúpida provocación de Sasha, tú misma lo viste —una vez más trata de acercarse a mí y yo retrocedo unos pasos.

—Siempre será así, porque ella no te ha superado y cuando le correspondiste, en ese momento me pregunté si tú has superado el ser el chico libertino, el que podía hacer cualquier cosa sin pensar si eso iba o no afectar tu relación porque nunca antes habías estado en una —mi voz es entrecortada, por lo que trato de controlarme, lo he pensado una y otra vez y por desgracia sé que tengo que continuar, no hay opción.

—No sé de qué demonios hablas —dice exasperado, frotando sus manos sobre su rostro—. Sabes que jamás haría algo para herirte.

—Conscientemente no, de eso estoy casi segura. Sin embargo, creo que hay algo en tu viejo yo que añoras constantemente.

Cuando me mira de nuevo, la desesperación inunda su rostro y luce como si mis palabras lo han herido.

—No he ido a una sola fiesta donde tú no estés, o hecho algo detrás de tu espalda. He dado lo mejor de mí y lo sabes.

Mi cuerpo tiembla ante las repercusiones de lo que estoy a punto de pedirle, pero necesito estar segura que él quiere esto tanto como yo, porque si no es así, es mejor que todo acabe ya y no más adelante cuando todo será más doloroso. Inhalo fuertemente y tomo mucho valor.

—Creo... creo que tienes que darte tu espacio y si en realidad quieres estar conmigo, sin ningún tipo de miedo entre nosotros yo estaré aquí esperándote.

Por un momento no dice nada, hasta que su boca se abre y se cierra en sorpresa, está observándome y procesando mis palabras, como si esperara que me retracte de lo que acabo de decir, pero no debo hacerlo y el silencio contesta por mí y puedo notar como sus ojos empiezan a enrojecer.

— ¿Estas pidiéndome que me separe de ti? —pregunta apenas en un susurro.

Mis ojos arden por retener las lágrimas y mi garganta parece haber abandonado mi cuerpo. No puedo continuar, me siento en mi cama, me estiro hacia adelante para poner los codos sobre mis rodillas y cubro mi rostro con mis manos.

Dulce Devoción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora