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—Se encuentra en la habitación "7B" —me indica la amable enfermera, creo haberle sonreído, pero en este momento no soy consciente de mis gestos.

Estoy a punto de ver a Rob y no sé cómo reaccionaré.

—Vamos, Rose. Entre más rápido mejor —dice Diana—. Yo no entraré porque me darán ganas de matarlo, así que te esperaré afuera.

Ambas caminamos hasta la habitación donde se encuentra Rob, antes de entrar me detengo y practico nuevamente lo que le diré, tomo una larga respiración y entro a la habitación. Él está usando su celular, y me da un escalofrío cuando lo veo, su nariz está cubierta con gasas y la punta de ésta tiene gasas que van desde una mejilla a la otra. Cuando nota mi presencia, deja su celular a un lado de su cama y me presta atención.

— ¿Tú qué haces aquí? —espeta.

Pensaba que, al verlo reaccionaria de la peor manera, pero he controlado mis miedos y estar en esta habitación no se me hace tan intimidante como pensé.

—He venido para que lleguemos a un acuerdo.

— ¿A qué clase de acuerdo podría llegar contigo? Tu estúpido novio me dejó así. ¿Sabes cuánto cuesta una rinoplastia? —hace un gesto de dolor mientras habla—. Haré que pague por ello.

No puedo creer lo descarado que es.

—No seas hilarante, estás así porque tú te lo buscaste —me acerco a los pies de su cama y con tono firme prosigo—. No estoy aquí porque tenga miedo de que levantes cargos contra Nick, el único que saldría perdiendo serás tú, pero no quiero que su nombre se vea envuelto en esta situación.

—Niña estúpida, estás metiendo las manos al fuego por un tipo que ni siquiera te ha de tomar en serio.

En mi imaginación me he abalanzado encima de él y he terminado de desfigurar su rostro. Metafóricamente ruedo los ojos.

—Estás muy equivocado, pero me importa un bledo lo que pienses. ¿Tenemos un acuerdo o no?

—Sino es porque estoy tan adolorido me reiría a más no poder.

¡Maldito, Rob!

—Claro, la estupidez te rebalsa. Bueno, no digas que no te lo advertí.

Doy media vuelta y camino hacia la salida.

—Espera —grita, me detengo y giro de nuevo hacia él—. ¿Qué gano yo?

— ¿Qué ganas, tú? Bueno, déjame ver... —me acerco de nuevo a él y lo observo tratando de poner una mirada intimidante—. Ganas no pasar en la cárcel, ganas que tu nombre no sea manchado y por lo tanto todavía cuentas con una carrera. ¿Hay algo más que paso por alto?

Sé que está analizando mis palabras por lo que elevo mi mentón para demostrarle que llevamos las de ganar.

—Eso no resulta nada tentador. Quiero dinero, mucho dinero.

Está vez me provoca reír de lo estúpido que es, en serio es estúpido o simplemente no tiene cerebro y no entiende la magnitud de lo que podría significar que yo levante cargos en su contra.

—Definitivamente desconoces la magnitud de la situación. El único que saldrá mal parado serás tú —no pensé que alguna vez usaría el nombre de Daniel, pero está vez lo haré—. Mi padre es uno de los mejores abogados de la ciudad de New York y te prometo que él no se tocará el corazón para buscarte una condena larga, levantará cada cargo que considere y te refundirá en la cárcel. Te he dado elección y tú has trazado tu camino. Que te recuperes, Robert. Según creo la cárcel no es nada bonito.

Dulce Devoción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora