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NICK.

Se ha ido, la he perdido para siempre. Prometí que lo nuestro no sería un error, que la protegería y que nunca le haría daño, pero me comporté como una mierda y he hecho todo lo contrario. Cuando le hice creer de nuevo en el amor la he defraudado. No merezco la fe y el amor que me tiene. Soy un ser despreciable que no merece a alguien tan maravilloso como ella.

Han pasado algunos minutos desde que se fue y yo sigo donde me dejó, congelándome de frío, pero esto ni siquiera se siente doloroso o parecido a la puta manera en la cual está mi corazón. No solo la destruí a ella, fui tan idiota como para no ver que al destruir su corazón estaba sentenciando al mío a una muerte dolorosa y a destruirlo con su partida.

Todo se derrumbó con una sola decisión y ella se ha ido con sus ojos llenos de tristeza y mi temor más grande es que la tristeza se convierta en odio. Será lo peor y quizás lo tenga merecido, pero solo Dios sabe que no podré con su odio.

Regreso al apartamento y es asfixiante para mí estar aquí sin ella a mi lado, voy directo al bar y me sirvo otro trago y lo tomo de un solo sorbo, luego sirvo otro, seguido de varios más. Y cuando éste último no calma mi vacío, estrello la botella contra la pared, sin importarme el vidrio que respinga por todas las direcciones, total, ya mi alma está herida y muriendo conforme pasan los minutos. Luego tomo todas las portadas de revistas enmarcadas que ella colgó en las paredes y las estrello contra el suelo.

—Demonios —grito lo más fuerte que puedo.

De una patada levanto la mesa de vidrio y cuando cae hace un fuerte sonido quebrándose en mil pedazos. Miro a mi alrededor y todo lo que hay es trozos de vidrios esparcidos por todas partes, escena gráfica de cómo me siento.

—Soy una puta mierda, no debí dejarte ir —digo como si Rose me escuchará.

Camino hacia el cuarto a destruir todo lo que está en él, pero mi celular repica con el tono que le asigné a Rose, haciéndome correr a tomarlo con la esperanza que me dirá que regresará.

— ¿Barbie?

— ¿Es el señor Nick Matthews? —pregunta una voz de hombre.

Despego el celular de mi oreja para comprobar que es el número de Rose y que no ha sido una ilusión provocada por el alcohol, cuando veo que efectivamente es ella todo mi cuerpo se pone rígido.

—Sí, y ¿por qué demonios tienes el celular de Rosemary?

De fondo se escucha el sonido de una ambulancia lo que provoca que instantáneamente la piel se me erice.

—Soy el paramédico que recogió a la señorita, ella tiene su número como contacto de emergencia. Nos estamos dirigiendo al hospital central.

El alcohol hace de las suyas y provoca un fuerte dolor en mi cabeza al escucharlo.

— ¿Qué? ¿Cómo está ella?

—Lo siento señor —creo que mi corazón se detendrá si me dice que... —Ella no está estable, por favor salga de inmediato al hospital central.

Ni siquiera espero que termine de hablar cuando estoy saliendo del apartamento. Mierda, mierda esto es mi culpa. ¡Demonios! Si le pasa algo yo no me lo perdonaré.

Entro al auto y lo pongo en marcha, las ruedas rechinan por la forma en que salgo. Paso los semáforos sin detenerme, en estos momentos una maldita multa es lo que menos me preocupa, solo quiero llegar hasta ella.

"Dios, no permitas que le pase algo, no lo permitas Dios. Te suplico que no sea nada grave por favor, tal vez no me merezco tu piedad, pero esta vez apiádate de mí" Rezo una y otra vez.

Dulce Devoción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora