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— ¿Estás segura que quieres que yo lo abra? —me pregunta Diana con el sobre en sus manos, muevo mi cabeza en afirmación—. Bueno, aquí vamos.

Ella abre el sobre y procede a leer su contenido, mientras que yo simulo morder la uña del dedo índice, por fortuna no soy de las personas que muerden sus uñas, en realidad, no sé porque lo estoy haciendo, por lo que rápidamente llevo mi mano fuera del alcance de mi boca. Al cabo de unos minutos, Diana abre su boca en sorpresa y creo que me dará algún infarto.

—Diana, dime algo —le pido nerviosa, ella continúa viendo los demás papeles y está como en estado de suma sorpresa.

—Tienes que verlo por ti misma —me asegura.

—Si quería que lo abrieras tú era para evitar esto... —contesto, molesta y con temor tomo los papeles y los veo...—. ¡Qué demonios! —digo leyéndolos.

—O es un imbécil o está claramente desesperado por recuperarte —dice Diana, sentándose a la par mía.

Veo los papeles y no doy crédito. ¡Yo lo quiero... ash me hace sentir tan molesta, toda mi sangre hierve! Son documentos del registro civil, pidiendo mi autorización —ya que legalmente soy mayor de edad—, para cambiar mi apellido y adquirir el de él, los otros papeles son una notificación del banco para que una vez que cambie mi apellido haga total uso de una cuenta bancaria con una enorme cantidad de dinero.

—No, no, no —digo levantándome de la mesa de la cafetería y caminando de un lado a otro, el clima ha cambiado ya que estamos a pocas semanas de Diciembre y el viento helado o el enojo hace que mi cuerpo tiemble—. ¡Es un completo idiota! ¡Cómo se le ocurre!

Elevo tanto mi voz que algunos chicos que están a nuestro alrededor dejan de hacer lo que sea que hacen para descubrir que pasa, yo entrecierro mis ojos hacia ellos e inmediatamente continúan en sus asuntos.

—No puedo creer que sea tan idiota al pensar que ganará tu cariño de esa manera —dice Diana molesta—. ¡Qué le pasa a este tipo de padres!

—Lo llamaré y le diré que puede meterse el dinero en el... —me siento y cubro mi rostro con mis manos y saco toda la ira en un gruñido de frustración.

—Es el peor chantaje que puede hacer. Claro, pensaba que con ver la cantidad exorbitante de dinero inmediatamente aceptarías llevar su apellido.

—Diana, yo en serio lo detesto —digo aún con mi rostro cubierto—. Iré a buscar a Johnson y le gritaré muchas cosas.

Me levanto de la silla, pero ella me sujeta de mi muñeca.

—El profesor Johnson no tiene nada que ver en esto, Rose. Podría perder hasta su trabajo por una situación que debe ser arreglada entre Daniel y tú.

—Y bien merecido lo tendría —aseguro aún molesta.

—No actúes con rabia. Tú nunca lo has hecho y no es el momento para que lo hagas.

Dulce Devoción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora