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El diluvio que azota la ciudad, ciertamente me resulta tranquilizador. Mi mente divaga con los últimos acontecimientos, me imagino debajo de la lluvia, permitiendo que el agua limpie todo mi pasado, todas las decisiones que he tomado...

Los últimos días, una rutina distinta se fue instalando en mi vida. El bar al final de la calle se convirtió en la cueva aislante de mi jodida realidad. Por primera vez en cuatro años, comencé a pensar más con mi otra cabeza y eso, puedo asegurarte, a las chicas les agrada.

Soy como un maldito libro cliché; un hombre queriendo huir de sus fantasmas, se refugia en el alcohol y en el coño de una deliciosa mujer. O de varias. La diferencia es que aquí no va a haber un final feliz.

En ésta historia, la vida del protagonista no cambia, solo relaciones de una noche.

Resoplo. Mi pasado, el que necesito olvidar con desesperación, insiste en hacer presencia. ¿Cómo puedo hacer para olvidarme de toda esa mierda?

Simplemente me es imposible. Y ahora que me han encontrado, la preocupación de saber que mi vida intenta volver a centrarse en el pasado, sólo incrementa mi ansiedad. Ahora estas paredes me resultan agobiantes, tan jodidas como lo estoy por dentro.

Por extraño que parezca, cuando entro al bar, una sensación de calma se extiende y la tensión abandona mi cuerpo. En éste lugar soy un fantasma, alguien de fondo. Al menos, para quienes no acuden regularmente. Un par de mujeres han venido, y otras me han enviado una copa de champagne de cortesía. Les atraigo, eso es claro, pero busco algo más. Ninguna de ellas me ha logrado atraer lo suficiente.

Mientras bebo de mi vaso, le echo un vistazo a una mujer de cabello castaño que acaba de entrar por la puerta. Su vestido corto dibuja su figura haciéndola ver tan deliciosa... Su cabello largo hasta la cintura me llama la atención. Es muy largo y color castaño; me recuerda a esa chica, a la que vi entrar aquí la primera vez que vine...

La mujer gira su rostro, examinando el lugar. Desde mi lugar, en las sombras, es casi imposible que me vea, pero de una forma que no puedo explicar, su mirada conecta con la mía y la veo inspirar de golpe. Vaya, esa es una señal.

Va acompañada, pero me importa una mierda quién sea. Mi mirada está fija en ella, mientras su acompañante elige una mesa que está a unos metros de la mía. Puedo verla libremente mientras termino mi bebida.

Desvía la mirada en mi dirección y se concentra en su acompañante; dudo que tenga algo bueno que contar ese pobre imbécil, pero ella parece fascinada con lo que sea que le esté diciendo.

-Disculpe, ¿ordenará algo para cenar? -me pregunta el mesero.

-No -le digo sin mirarlo. Extiendo mi vaso-, otro. Igual.

Se aleja de la mesa y continúo con mi análisis. ¿Por qué mierda esta mujer me atrae? Como un puto imán al metal. Fijo la vista en otras mujeres que se pasean frente a mi mesa, pero no, ninguna atrae tanto mi atención como ella.

Se levanta, murmura algo al oído a su acompañante con la vista fusionada a la mía. ¿Qué mierda?

Con una sonrisa, rompe la conexión de nuestras miradas y camina hacia los baños; segundos después, el imbécil la sigue. Siento algo extraño que reverbera en mi pecho. ¿Qué mierda sucede?

Me siento un imbécil contando el tiempo que les toma regresar a la mesa. Ocho minutos pasan cuando la mujer regresa, aplacándose el cabello y bajándose la falda del vestido. Mierda.

Mierda.

Tuvieron sexo en el baño. No es como si sintiera celos, joder, ni siquiera la conozco, pero mi mente es traicionera, y reproduce miles imágenes de la maldita mujer en el baño, como se vería su largo cabello en su espalda desnuda mientras yacemos en un espacio reducido y húmedo. Como su coño.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora