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Leonardo

No soy capaz de llegar siquiera al departamento. Durante el trayecto en el elevador privado, ya estoy probando del dulce entre sus pliegos con una pierna en mi hombro. Le provoco dos orgasmos que me ponen mas duro que una piedra.

El sonido del elevador nos indica que llegamos a nuestro destino. Melissa toma aire y aprovecho para besarla mientras salimos del elevador. Camino con ella, desvistiéndonos con torpeza. Dos manos no son suficientes para tocarnos por completo.

Al llegar al pie de la cama me separo de ella y la miro directamente a los ojos mientras suelto el botón de su falda y esta cae a sus pies. Al mismo tiempo, Melissa desabrocha uno a uno los botones de mi camisa. Cada tanto da un roce en mi entrepierna que me hace inhalar de manera exagerada.

En ningún momento nuestras miradas se separan.

Levanto su blusa, rozando su piel con las yemas de mis dedos. Sé que eso la enloquece, porque cierra los ojos y aprieta los labios. Alza los brazos y retiro la prenda de su cuerpo.

Sin camisa, me inclino para besar el punto en el que su hombro y su cuello se unen. Subo solo con mis labios hasta su oreja. Melissa coloca sus manos en el cierre de mi pantalón, bajándolo lentamente.

Me enloquece.

Con su suave mano toca mi duro miembro que está listo para poseerla.

Alza de nuevo la mirada hacia mi y me bebo de su inocencia. De su rostro y de sus brillantes ojos.

La escucho jadear y eso me vuelve a poner al tope. Un pequeño gemido sale de su boca cuando trazo la línea de su cuello y hombro con mi lengua.

—Mmm... —murmura en respuesta.

—Sh —le doy una nalgada y respinga—. Aun no empiezo contigo.

La escucho suspirar entre cortadamente y la miro directo a los ojos, incapaz de poder frenar mi deseo por su cuerpo.


Melissa

Leonardo me mira como si fuera algo muy precioso. Y mi corazón comienza a latir con fuerza cuando me vuelve a besar y me coloca sobre el colchón. No pronunciamos palabra alguna. Nuestras manos hacen el trabajo de comunicar cuánto nos deseamos el uno al otro.

Sin embargo, se separa de mis labios y siento que se va. No soy capaz de alzar la mirada siquiera.

Un tintineo y al segundo, lo siento entrar en la habitación. Su poderosa presencia puede sentirse a metros a la redonda.

No me muevo, aguardando ansiosa.

Leonardo se coloca entre mis piernas y baja su pantalón hasta las rodillas. Luego, regresa su mirada a mi; cargada de deseo y... Algo más, que me hace curvar los dedos de los pies.

Vuelve a besarme, pero ahora bajo mi ombligo. Jadeo por la sorpresa de sentir sus labios y lengua fríos sobre esa parte de cuerpo.

Con besos lentos me besa, bajando hacia mi entrepierna. Jadeo de nuevo cuando sus labios fríos se impactan con mi centro.

Involuntariamente mis manos viajan hasta su cabello. Lo acaricio mientras me besa ahí.

Casi de inmediato se levanta y muerde uno de mis pezones. Grito.

Vuelve a sostenerme la mirada. Ese hombre de perfecto físico se coloca el condón en su miembro y, con cuidado, sin soltarme la mirada, se introduce en mi cuerpo, dejándome claro a quién le pertenece.

Sus dedos viajan por mi torso, dejando caminos de fuego sobre mi piel, mientras se adentra centímetro a centímetro en mi cuerpo. Me siento orillada al sentir una conexión tan íntima con este hombre.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora