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Melissa

Conforme pasan los días, siento la presencia de Leonardo más como una necesidad y menos como una obligación. Por un momento pensé que se sentía obligado a estar conmigo pero sus acciones me dan a entender todo lo contrario. Ha habido veces en que le aseguro que no necesito que me acompañe y le hago prometerme que regresará a dormir a su casa. Lo cumple a medias, pues se va muy entrada la noche y vuelve temprano por la mañana.

Soy mas consciente de su presencia. Cada vez que entra en mi habitación es como si un rayo de luz invadiera el espacio por completo. Hay ocasiones en que no necesito tener los ojos abiertos para saber que él es quien entra por la puerta. Incluso su característico olor me eriza la piel y me acelera el corazón, dejándome en evidencia gracias al electrocardiógrafo.

Mientras mi recuperación es lenta y dolorosa, Leonardo, mi familia y Brandon han sabido ayudarme a sobreponerme, no solo por mí, sino porque necesito estar mejor para poder testificar en contra de Hugo, quien según la policía, ya se encuentra detenido desde el día que me atacó, gracias a Leonardo.

Últimamente lo único que hago es agradecerle a ese hombre. Salvó mi vida, me siento en deuda con él aunque sé que él jamás aceptará algo de mi parte. Es demasiado orgulloso, y lo entiendo, porque yo soy igual.

En ningún momento ha intentado propasarse conmigo, sin embargo, soy consciente de lo que reflejan sus ojos: adoración. Y lo sé, porque mis sentimientos por él han vuelto a salir a la superficie y esta vez no me obligaré a esconderlos, ya no. Si Leonardo está en mi vida de nuevo es por una razón. Él me quiere de nuevo en la suya.

Hoy es mi último día en el hospital. Tras una semana de observación el médico determinó que puedo continuar la recuperación en casa. Mientras mi madre me ayuda a vestirme y a sentarme de nuevo en la cama con cuidado, me doy cuenta de que realmente necesito salir de aquí.

—Ya está todo arreglado. Leonardo te llevará en su coche a casa te instalaremos ahí. Cuidaremos bien de ti, Melissa. Todo estará bien.

Aun cuando sé que mi madre piensa que es su obligación cuidarme, no me gustaría que pensara que voy volver a vivir en su casa.

—Mamá... Creo que es mejor que dejemos las cosas claras —me mira con atención y yo suspiro tan profundo como mis costillas me lo permiten—. Está bien si me quedo en casa uno o dos días. Pero no puedo seguir ahí. No me siento tan mal como para no valerme por mi misma. ¿Va a ser difícil? Sí, pero no imposible. Necesito tener mi espacio de nuevo y no voy a permitirme vivir con miedo de que Hugo regrese. Necesito buscar otra casa.

—Melissa, todavía no sales del hospital y, ¿ya estás pensando en quedarte sola de nuevo? ¡Ni hablar! Esta vez estarás en casa tanto como lo necesites y si prefieres vivir ahí de ahora en adelante por nosotros está bien. Estaremos juntos de nuevo —sonríe con añoranza y siento un escalofrío recorrerme la espalda.

—Creo que no entiendes mi punto mamá... No puedo vivir con ustedes de nuevo.

En ese momento la puerta se abre y Leonardo entra con una bolsa colgando de su mano.

—¿Todo bien? —pregunta con la ceja enarcada. Contengo una sonrisa y mi madre me mira, acusadora.

—¿Podrías apoyarme, Leonardo? Melissa quiere irse a vivir sola, no lo puedo permitir —le dice, cruzándose de brazos. Ruedo los ojos, lo que hace que la mujer se moleste más.

—Entiende mamá, ya no estoy pequeña. Soy perfectamente capaz de cuidarme sola.

—Sí, lo es —casi suspiro de alivio al escuchar las palabras de Leonardo—, pero también concuerdo con tu madre, Melissa. Es por eso que yo personalmente me encargaré de tus cuidados.

Estoy por sentirme ofendida por su propuesta, pero mi madre responde:

—¿Lo harías? —los ojos le brillan—. Melissa, por favor, al menos acepta lo que Leonardo te ofrece. No estoy en contra, puesto que ustedes eran novios —enarca una ceja y Leonardo sonríe de lado, lo cual envía mariposas a mi estómago—. Al menos no estarás sola.

—¡Es todo lo contrario a lo que quiero! ¿Podrían ser más comprensivos?

Leonardo vuelve a sonreír pero esta vez me saca de mis casillas.

—Creo que no tienes alternativa, Melissa.



—Estuve investigando y desgraciadamente muchas cosas se perdieron en el incendio —la voz de Brandon resuena a través del celular de Leonardo y me hundo una vez más.

—Supongo que no podía ser de otra forma, ¿cierto? —murmuro con cierto pesar.

Tengo poco más de 24 horas en casa de Leonardo y me siento más sola que nunca. A pesar de que Leonardo solo evitó un problema mayor al traerme, creo que no fue la mejor idea. Este lugar me trae tantos recuerdos que es abrumador.

Mientras estuve en el hospital recibí la visita de la directora de la escuela y me aseguró que no habría problemas si me ausentaba lo que restaba del ciclo escolar. Por una parte estuve aliviada ya que mis niños no estarán desamparados, pero aun así, extraño hacer algo productivo con mi vida.

—No te preocupes, estoy en camino a comprarte un celular y una computadora. Pronto volverás a estar conectada.

—Gracias Brandon. Por favor, déjame transferirte algo de dinero para eso.

Brandon resopla.

—¡Ni hablar! Es un regalo de mí para ti, celebrando que inicias una nueva vida. Ya que estés mejor, iremos de compras con Mónica.

Ruedo los ojos.

—Está bien, solo porque realmente lo necesito —escucho unas llaves tintinear y el ruido de la puerta al abrirse. Leonardo está aquí —. ¿Te veo más tarde?

—¡Cuenta con ello! Ciao bella.

Sonrío y cuelgo la llamada al tiempo que escucho unos pasos acercarse hacia mí. Giro la cabeza y encuentro a Leonardo sonriéndome de oreja a oreja.

—¿Te confieso algo? —me dice, con la voz cargada de emoción. Trago saliva y asiento con la cabeza—. Te ves hermosa.

Aprieto los labios intentando sofocar una sonrisa.

—¿Tu dándome cumplidos? ¿Vivo en otro universo y no me avisaron? —respondo en tono juguetón. Leonardo se ríe y deja la bolsa con provisiones para la cena sobre la encimera de la cocina. Se dirige a mi con cautela.

—Digamos que me di cuenta de ciertas cosas —responde, enarcando una ceja—, ¿tienes hambre?

—A este paso voy a rodar en lugar de caminar. ¡Sólo quieres darme de comer!

Leonardo se acerca a mí y toma asiento a mi lado en el sillón. Con cuidado, acerca el rostro hasta mi oído.

—Estás muy delgada. No me molestaría que tomaras un poco de forma siempre y cuando decidas quedarte aquí no solo por la comida, si no por la compañía.

Trago saliva y contengo las ganas de acercarme más a él. El aroma de su perfume me embriaga los sentidos.

—La compañía es muy amena —me obligo a responder—, aunque solo tengo aquí prácticamente un día.

Leonardo rosa sus labios en mi mejilla y responde:

—Quédate para siempre.

Sus palabras resuenan en mis oídos cuando se inclina un poco más. Con sus grandes manos me gira el rostro hasta que quedamos frente a frente. Cierro los ojos a la espera de lo inminente, sin embargo, esto nunca llega. Los abro de nuevo y descubro a Leonardo mirándome fijo con una sonrisa. Ladea la cabeza y rosa nuestras narices en un beso de esquimal bastante tierno que acelera mi corazón.

—Me lo pensaré —le respondo casi sin aliento.

Besa mi nariz y se levanta con determinación.

—¿Lista para degustar mi comida?

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora