Epílogo

3.8K 271 23
                                    

Leonardo

—Te ves nervioso, muchacho —comenta Julián. Él también lo está. Conozco ese movimiento involuntario de su pie.

—Estoy bien, no es como si no lo hubiera hecho antes.

Julián se ríe, lo que aligera el ambiente.

—No había sido con alguien a quien amaras.

—Supongo que tienes razón —admito—, tampoco ayuda estar a plena vista de todo mundo. ¿Por qué no viene?

Julián vuelve a reír.

—Valdrá la pena la espera.

Este último año se ha ido volando. Nuestro compromiso, aceptar el trabajo que Julián me ofreció, mudarnos, el embarazo.

El embarazo.

Sonrío al recordar las veces que me desperté por las mañanas, demasiado nauseabundo como para poder funcionar por el día, mientras miraba con envidia a Melissa y su creciente vientre, enredada entre las sábanas.

Los síntomas los padecí yo, sin embargo, una pequeña luz nació, iluminando nuestras vidas.

Busco a la luz de mis ojos y la encuentro en los brazos de su abuela. Mi pequeña Ariana agita los brazos en señal de impaciencia. Su mamá ya está retrasada por cinco minutos.

Hay muchas cosas que veo de Liana en mi pequeña niña. Con apenas un año, entiende todo lo que le decimos y sabe qué es bueno y qué es malo. Mi corazón duele menos.

Ariana sabrá de su hermana Liana y le platicaré historias sobre ella. Jamás será olvidada.

A lo lejos veo a Mónica y a Brandon entrar por la puerta secundaria de la Iglesia. Ambos me sonríen, levantando el pulgar.

El alivio me recorre cuando la marcha nupcial comienza a escucharse. Todo mundo se pone de pie. Las puertas se abren, revelando a la mujer que amo ataviada en un vestido que ya deseo arrancar de su cuerpo.

Mi pecho se hincha de orgullo, ella está a punto de ser mi esposa. Camina hacia mí con una sonrisa tímida, sosteniendo un ramo de flores que yo mismo elegí.

Al llegar al altar, su padre me entrega su mano y asiente a modo de aprobación. En estos últimos meses he aprendido a descifrar al hombre.

—¿Por qué tardaste tanto? Me aseguraré de que me lo compenses por la noche.

—¡Leonardo, estamos en la iglesia!

—No creo que a Dios le sea ajeno lo que hacemos por las noches, sobre todo cuando lo llamas constantemente.

Melissa me dedica una mirada asesina antes de proceder con todo el protocolo.

—Leonardo, ¿aceptas por esposa a Melissa?

En un segundo, al verla de pie a mi lado, vuelve a mi mente el día que la vi por primera vez, nuestro trato, el cómo fue metiéndose en mi pecho cada vez más; esa sensación de calidez al verla, al escucharla hablar o reír y como fui siendo víctima de esta inevitable seducción entre ambos.

Logramos vencer los obstáculos, ahora viene la recompensa.

La miro a los ojos y respondo:

—Sí, acepto.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora