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Después de la deliciosa cena y una velada perfecta, Leonardo nos lleva a su departamento. Pronto siento la anticipación y los nervios apoderarse de mi cuerpo. El hombre no ha hecho ninguna insinuación ni ha intentado tocarme desde que salimos del restaurant. Ni siquiera durante la cena. Se ha portado como todo un caballero. A decir verdad, me sorprende un poco. Ni rastro del hombre salvaje que me posee con la mirada.

En su lugar, está un hombre de buenos modales con una preciosa sonrisa y una sensual voz que promete placer carnal. Sólo lo promete. Va implícito en su voz y en la manera cuidadosa en la que me toca. Como si fuera algo preciado.

Y eso me hace sentir especial.

Leonardo se ha caracterizado por hacerme sentir bella, como una amazona capaz de todo. Una diosa con el poder de hacerlo perder el control. Y debo admitir que eso me ha ayudado a sentirme mejor conmigo misma. Sin embargo, no todo se lo atribuyo a sus atenciones.

Mientras camina hacia la cocina por otra botella de champán, me doy cuenta de que todo lo que he sentido hasta este momento ha sido porque Leonardo eliminó completamente a Hugo. Y hasta este momento es cuando me doy cuenta de lo poco que me quería a mi misma estando en esa relación. Incluso antes de que me engañara. Solía preguntarme por qué seguía con él. El amor no lo es todo, sin embargo, en ese momento, para mí lo era todo.

Leonardo me ha hecho descubrirme de manera sexual. Me ha abierto puertas al placer que ni yo misma sabía que podía abrir. Ha sido como un guía. Ahora que estoy por mi cuenta, he decidido darle mi corazón junto con mi cuerpo. Eso, sumado a que sé que tengo el poder de hacerlo perder la razón de deseo, me hace sentir más poderosa de lo que jamás creí

El cuerpo y el corazón es una combinación poderosa.

Estoy sentada en uno de sus mullidos sofás cuando veo a Leonardo que se acerca y me extiende una copa con el líquido burbujeante. Me lo llevo a los labios y lo saboreo. Escucho unos acordes de piano. Leonardo puso música jazz como la del restaurant. Sonrío por el detalle mientras lo veo tomar asiento frente a mí. Pronto, los preciosos ojos de Leonardo se oscurecen, dejando a la vista al hombre de siempre. Sonrío y termino mi copa de golpe, a la espera de su siguiente movimiento.

—Quiero preguntarte algo. —comienzo.

Leonardo sonríe de lado, y responde:

—Te escucho.

—¿Por qué has decidido postergar nuestro encuentro hasta este momento?

Piensa su respuesta por algunos segundos.

—Soy un firme creyente de que la espera vale la pena por la gran gratificación que nos espera al final.

Hace casi cuatro horas que salimos del antro. Lo he visto. No sé como ha podido aguantar tanto tiempo con esa erección en su ajustado pantalón.

—¿Ah si? —pregunto, distraída—. Supongo que no te importará esperar un rato más...

—En absoluto, si al final vas a susurrar mi nombre entre dientes mientras me albergas dentro de tu ajustado... Vestido.

Es inevitable. Siento que mi entrepierna se humedece ante sus palabras. Hasta este momento puedo asegurar que adoro ambas partes de él; su lado salvaje, carnal, y su lado caballeroso y atento.

Es otra combinación poderosa.

Sonrío y me levanto.

—Bien... Entonces, si me disculpas. Iré al baño un momento y regresaré para que sigamos charlando. Seguro esta velada será más que perfecta.

Lo veo tragar saliva, pero asiente con la cabeza antes de perderlo de vista cuando cierro la puerta.

Al encender la luz me veo y sonrío. Las mejillas las tengo rosadas, mi cabello perfectamente peinado, como si no hubiese tenido casi sexo con Leonardo en el antro... Me veo bien. Y de nuevo siento ese poder correr por mis venas. Leonardo es capaz de hacerme sentir como una diosa del sexo. Así que, decidida a acabar con su martirio, tomo un poco de aire y abro la puerta del baño.

Sin embargo, él ya está ahí. Y tan pronto su mirada hambrienta colisiona con la mía, me doy cuenta de que ésto es lo que hacemos mejor. Salto a sus brazos y atraigo su boca a la mía. Saboreando cada uno de los besos que me da. Me sostiene firme del trasero y me pega a su cuerpo, donde puedo sentir su deseo por mí.

Con una mano explora mi entrepierna y desliza los dedos por mi abertura, extrayendo un gemido de mi boca que resuena en todo el salón.

Se separa de mi boca y nos dirige a su habitación. Me mira con devoción y siento que me humedezco de nuevo. Me coloca frente a la cama y me mira fijo.

—Melissa. No voy a andar con rodeos. Ya no. —suspira—. Es hora de que sepas todo.

Toma mis manos y besa el dorso de una. Además de la anticipación por nuestro encuentro, siento que mis entrañas se contraen, a la espera de sus palabras.

—Te necesito. Creo que te lo he dejado claro en numerosas ocasiones, pero esto es distinto. —suspira, buscando las palabras—. Siento unas irreprimibles ganas de contarte mi pasado, todo lo que soy. Desnudarme ante ti, y no solo físicamente. También emocionalmente. Y eso me asusta, ¿sabes? Sólo una vez lo hice, y todo terminó de la manera más trágica que puedas imaginar...

Su semblante se torna gris mientras se encoge de hombros. El hombre travieso se ha ido.

—Desde ese momento decidí que nunca más confiaría en ninguna mujer. Pero tu... Tu haces que quiera hacerlo de nuevo, contigo. No soy capaz de detener lo que siento por ti. Y no quiero hacerlo. Al principio solo fue tu cuerpo. Quería poseerlo de cualquier forma que pudieras ofrecérmelo. Y ahora... Quiero todo de tí Melissa. Todo.

Me sorprenden sus palabras. Y aun más el sentir que las lágrimas corren por mi rostro. Si esto no es una declaración de amor, entonces, ¿qué es?

No puedo decir nada. Solo puedo colgarme de él, acariciando mi mano por el área de su torso mientras sus respiraciones son visiblemente agitadas. Me acerco a él lo más que puedo con la necesidad de sentir cada centímetro de mi cuerpo consumirse por la sensación de su calidez. Necesito saber que el no va a dejarme, no después de haberse desnudado de esta manera frente a mí.

Para mi, es mas que suficiente. Leonardo me toma en sus brazos y me recuesta en cama. Comienza a besarme y yo lo recibo ansiosa de sentirlo aun más. Mis dedos recorren las líneas de su espalda, de sus brazos, subiendo hasta su cabello suave en donde mis dedos descansan gustosos. Leonardo me besa el mentón y con manos diestras se deshace de mi vestido dejándome completamente desnuda. Sus labios viajan entre mis pechos hacia mi estómago, en donde su lengua no tiene clemencia. Desciende hasta mi vientre, donde inhala profundamente. Mis ojos viajan hacia abajo y se encuentran con los suyos. En su interior arde una llama de posesión que no tiene nada que ver con el cuerpo. Y casi puedo verme reflejada en ellos. Yo también lo siento.

Sus dedos viajan hasta mi interior donde me acaricia, y sin vergüenza alguna, me ajusto para sentir más de eso que me proporciona. Su barba incipiente me rosa en mi parte más sensible y me arrebata un lamento de placer. Leonardo sabe lo que hace, y me encanta.

Pronto lo tomo por los hombros y lo lanzo a la cama. Sonríe jovial al verme intentar tomar el control. El aun sigue vestido, así que me deshago de su ropa y libero su miembro que ya está listo.

Me dirijo a sus labios y lo beso con todo el amor que soy capaz de depositar en ellos. Mis dedos viajan por su torso, seguido de mis labios, hasta llegar a su falo. Me mira con excitación contenida, y esta se libera al darle una lamida. Y dos, y tres.

Leonardo gruñe bajo y en un movimiento ya estoy debajo de él sintiendo como amenaza con entrar a mi cuerpo. Nos besamos de nuevo y pronto ansío nuestra cercanía.

No decimos nada cuando nuestros cuerpos por fín se funden en uno solo. Dejo que mis caricias hablen por mí y lo que siento hasta que la luz del sol nos da la bienvenida a un nuevo día.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora