35

4.2K 411 27
                                    

Melissa

La negrura me recibió con los brazos abiertos. Me siento flotar en medio del espacio.

Es curioso como logras valorar algo hasta que se ve amenazado o simplemente lo pierdes. Jamás consideré que mi vida se vería amenazada de ésta forma. Parece de película, salvo que no lo es.

El ardor en mi rostro y brazos es real.

El aturdimiento es real.

El dolor corporal es real.

Pensé que mi vida había acabado, sin embargo, el momento en el que no dejo de pensar en el dolor de existir es cuando pienso que he vuelto a nacer.

La habitación está en penumbra cuando logro abrir los ojos. El continuo beep y la pantalla parpadeante es lo único que me acompaña. Siento la boca tan seca como un desierto. De mis labios solo logro emitir un fino quejido que hacer que mi acompañante reaccione.

—¿Melissa?

Reconozco la voz de mi mejor amigo. Las lágrimas humedecen mi rostro y me recuerdan que sigo viva. Hugo no logró apagar mi vida, no le daré el gusto de que acabe con mi espíritu.

Agua es la única palabra que soy capaz de emitir.

No lo veo, pero escucho que se levanta y se pone los zapatos.

—Tranquila, iré por la enfermera y te traeré agua.

Un suspiro intenta escapar de mis labios pero una fuerte punzada en mis costillas me detiene. Aprieto los ojos en un intento por reprimir el dolor.

Al salir, Brandon enciende una tenue luz que ilumina el cuarto y me permite ver alrededor, sin embargo, al abrir la puerta, una luz intensa se cuela del pasillo que me provoca unas pulsaciones en la cabeza.

Cierro los ojos un momento antes de analizar la habitación. Es de noche, quizá de madrugada. A través de las persianas se cuela la suave luz de la luna, cosa que no había notado antes. Hay algunos arreglos florares frente a la ventana. Pronto noto el suave olor a flores.

A mis pies se extiende un sillón de cuero negro con una manta mal arreglada, lugar donde Brandon se encontraba.

Escucho voces y la puerta se abre revelando a un hombre joven. Detrás de él entra una mujer de mediana edad con uniforme de enfermera. Algo parecido a un gemido se escapa de mi boca. Me duele incluso respirar.

—Señorita, buenas noches. Mi nombre es Rodolfo Ortega, seré su doctor esta noche. La enfermera es Mary Vega, le dará algo de agua para que pueda hablar. ¿Podría decirme como se siente?

La enfermera se acerca con un vaso de agua y me ayuda a beberla. El líquido se desliza por mi garganta y extingue el ardor permitiéndome hablar. Enumero mis molestias al doctor y relato

—Tiene fracturadas las costillas, una contusión en la cabeza y algunas quemaduras por la exposición al fuego mientras yacía inconsciente. Nos cuenta que fue golpeada varias veces en la cabeza, eso lo explica.

A su espalda, el rostro de Brandon refleja tranquilidad aun con el ceño fruncido, pero lo noto en sus ojos. Tiene una mirada que petrificaría a cualquiera. La enfermera parece no darse cuenta mientras revisa mi mano con la intravenosa y toma mi presión.

Suspiro lento sintiendo el dolor en mis costillas.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —musito con la voz ronca. Brandon no iba a volver hasta dentro de una semana.

—Tiene tres días inconsciente, señorita —confirma el doctor, mientras lee mi expediente médico.

Santa madre. ¿Tres días?

Pronto un rostro se me viene a la mente. Miro a Brandon esperando una respuesta a mi pregunta no formulada y su ceño se suaviza.

—Ha estado aquí todo el tiempo, Mel —suspira—. Solo fue a darse una ducha.

El beep del aparato comienza a acelerarse.

—¿Se encuentra bien? —el doctor, alarmado, se acerca al aparato. Aprieto los labios.

Cuando le aseguro que estoy bien, me informa que el doctor del turno matutino vendrá a revisarme a las siete de la mañana y me recomienda que descanse.

Cuando él y la enfermera se retiran, Brandon se acerca a la cama y se sienta en un pequeño sillón a mi derecha.

—Mel... Estaba tan preocupado... Tuve que tomar el primer avión de regreso cuando Leonardo me avisó. Ese hombre es Superman.

—¿Puedes decirme que fue lo que pasó? —estoy casi segura que Leonardo se fue, ¿por qué Brandon afirma que él le avisó del ataque?

—El hombre estaba tan nervioso que pensé que necesitaría internarlo a él —comenta—. Fingió irse de tu casa, Mel. Cuando volvió, se encontró la casa en llamas y a Hugo saliendo de ella. Lo golpeó y dejó inconsciente mientras te buscaba.

Leonardo volvió por mí.

Brandon pocas veces deja ver su lado sentimental. Por eso me sorprende cuando una lágrima se escapa de sus ojos.

—¿Me buscó? —repito, atónita.

—Entró a la casa que ya estaba en llamas. Te sacó de ahí y se encargó de que te admitieran en éste hospital.

El corazón se me estruja al escuchar esto. Leonardo entró a la casa por mí. En ese momento llega a mi mente el recuerdo.

Su hija murió en un incendio.

Ahora soy yo quien lagrimea.

—Brandon. Tu sabes todo lo que pasó con Leonardo, pero esto es más, mucho más de lo que yo esperaba. Realmente dudé que fuera a volver. Ya lo daba por perdido, ya me había resignado a morir...

—Él te regresó a la vida, Mel. Tu familia ha estado al pendiente también. Parece que se llevan bien.

Entre lágrimas, Brandon alza una ceja y toma mi mano por la palma.

—Me alegro tanto que estés despierta, consciente. Por un momento pensamos que no volverías.

Estoy por responder cuando la puerta se abre lentamente y el rostro que ansiaba ver aparece frente a mí.

—Bra... —murmura el hombre. Se interrumpe a sí mismo y una sonrisa se dibuja en su apuesto y cansado rostro.

—Los dejaré solos —musita mi amigo. Me da un beso en la cabeza y le da una palmada en el hombro a Leonardo, que sigue mirándome.

De nuevo, suspiro leve al verlo entrar y posicionarse donde Brandon estaba sentado.

—Melissa... Estás... Despierta.

—Gracias —es todo lo que puedo decir. Me duele el corazón de saber que arriesgó mi vida por mí.

Sus ojos examinan mi rostro. De nuevo las lágrimas se derraman por mi rostro.

—Te conozco —dice, después de un momento—, sabía que algo no andaba bien. Por eso volví. No pensé que...

Endurece el gesto y desvía la mirada. Aprieta su mano en un puño con la fuerza necesaria para que sus nudillos se tornen blancos. Coloco mi mano sobre la suya y su mirada regresa a mí.

—Sé lo que significa para ti el fuego pero...

—La verdad —dice, interrumpiéndome—, creo que aun no tienes idea de lo que significa en verdad.

Todo es más claro. Leonardo solía disfrazar sus emociones tras un rostro duro. Ahora puedo ver claramente todo lo que siente. Sus ojos despiden dolor. Su respiración se vuelve un poco agitada.

Aprieto un poco su mano en señal de apoyo.

—Quisiera que me contaras, si no es mucha molestia.

Leonardo parpadea varias veces.

—¿Quieres saber? —se limpia la nariz con la manga de la chaqueta de su mano derecha y me mira fijamente.

Asiento con la cabeza. Sé que tenemos muchas cosas de qué hablar, sé que yo estoy herida, pero la herida que Leonardo tiene es más profunda y tiene años sin sanar.

Lo menos que puedo hacer, es escuchar.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora