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El clima parece anunciar una lluvia torrencial. Hace frío.

Cuando llego al restaurant lo encuentro casi vacío. Un ambiente más relajado e íntimo. Una banda toca una balada que no identifico. La verdad, nunca había venido a este lugar, es un soplo de aire fresco.

La hostess me pregunta mi nombre y cuando se lo doy, me pide la acompañe hacia donde se encuentra César. Lo veo a la distancia, está tecleando en su celular con el ceño fruncido.

Levanta la vista al escuchar mis pasos acercarse. Su mirada viaja por mi todo mi cuerpo y me hace sentir algo incómoda.

No pasa nada.

—Te ves preciosa —anuncia. Se levanta de la silla y me saluda con un beso en la mejilla. Esbozo una sonrisa débil y tomo asiento en la silla que César me acomoda.

—Gracias —le respondo al cumplido.

Cuando un mesero llega, analizamos en silencio el menú que nos trajo y ordenamos nuestra comida. Eficiente, el mesero se retira, dejándonos a solas de nuevo. Me pone un poco nerviosa esta situación. Ver a César fuera del ambiente laboral es extraño.

No es feo. Su rostro no tiene nada especial; quizá su carisma es lo que pudiera hacerlo irresistible al resto, y eso me agrada.

Me hace preguntas de mi niñez, de mi familia e intento darle largas o no responder cuando pregunta por mis padres. No es que estén muertos para mí, simplemente no me apetece introducirlo a esa parte complicada de mi vida.

Por su lado, me cuenta detalles de su vida y de cómo descubrió que le gustaba la idea de ser maestro. No me había sentido tan alegre en bastante tiempo. Platicar con César es fácil, pero aun así, mi corazón se encoge al darme cuenta que no podré considerarlo como algo más que un amigo.

La velada transcurre tranquila, pero cuando nos despedimos, hace ademán en robarme un beso. No quiero darle esperanzas, así que le dejo claro lo que pienso.

—Lo he pasado muy bien, muchas gracias por la cena, César, pero...

Esboza una pequeña sonrisa y me interrumpe.

—Creo que sé que vas a decir —suspira—, y está bien, Melissa. No tengo problemas con eso, y te agradezco que seas sincera conmigo.

Se inclina hacia mí y besa mi mejilla casi sin tocarla.

Bien hecho, Melissa. Haz roto el corazón del hombre.

Más días transcurren. La cita con César sigue en mi mente. Estoy segura que pudo haber ido mejor, pero está el hecho de que no me siento atraída por él en lo más mínimo. Es bien parecido, es amable, paciente con los niños y el tipo de hombre que para nada es mi tipo.

No puede borrar la huella que Leonardo dejó en mi corazón, en mi mente, en mi cuerpo.

Brandon sale de viaje con sus compañeros de trabajo, dejando un hueco al que decido llamar soledad. Me hace compañía la mayor parte del tiempo, es mi compañera.

En estos momentos es cuando deseo haber socializado más en la escuela. Me siento sola, sin nadie con quién pasar el rato, platicar, salvo Mónica. Pero sus incesantes quejas sobre el tamaño que su cuerpo está adquiriendo siempre son el centro de la plática. La entiendo, pero en este momento me gustaría mucho recuperar a mi hermana y a mi mejor amigo.

Es el tercer día de lluvia continua. Es como si el clima replicara mi humor, lo cual encuentro gracioso. Jamás había puesto tanta atención a mi alrededor; al clima, a los coches, a las personas...

Todo me recuerda a lo que tuve.

Estoy terminando de doblar la ropa limpia cuando escucho timbrar mi celular. Suspiro, es mi mamá. Decido que con una vez que le responda será suficiente.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora