18

5.3K 493 16
                                    

Leonardo

—Licenciado —la voz de Rocío se filtra por el auricular—. Tiene una llamada. La señora Gabriela de Iturbide.

Un escalofrío me recorre la columna. ¿Qué mierda quiere?

Suspiro antes de responder: —Transfiérela. Gracias, Rocío.

Espero un segundo, luego la voz de la mujer se hace presente.

—No sabía que sería tan difícil encontrarte, muchacho. ¿Cómo estás?

—Vaya al grano, Gabriela. No tengo tiempo.

La mujer suspira.

—Fernanda saldrá en libertad condicional.

Aprieto la mandíbula tan fuerte como puedo mientras siento el coraje correr por mis venas. En un segundo, todo el contenido de mi escritorio está en el suelo. Los recuerdos de mi pasado una vez más se filtran en mi mente y me nublan la vista.

—¡Esa maldita no puede estar fuera!

—Tranquilo, por favor

—No voy a estar tranquilo nunca, ¿me oyó? ¡La voy a volver a refundir en la cárcel!

—Fernanda ya está rehabilitada, Die

—¡No me llame así, maldita sea!

—Por favor. A mi también me duele, a todos nos duele, no solo a ti. Y Fernanda es mi hija. No puedo dejarla.

—Pero yo sí. —replico con todo el odio que puedo reunir—. Hágame el favor de no volver a llamarme. Nos veremos en la corte.

—A mi también me duele, Leonardo, no eres el único que sufre.

Cuelgo el teléfono fingiendo tranquilidad. Olvidé totalmente que las paredes son demasiado delgadas en éste lugar. Respiro un par de veces para intentar entender lo que acaba de pasar.

Fernanda libre.

El ardor en mi pecho, las noches sin dormir por culpa de ella

No permitiré que se vaya sin haber pagado. Una vida no es suficiente para cobrarle el agujero que dejó en mi vida.

Melissa

Despierto sintiendo que me falta el aire. Casi entro en pánico al reconocer mi habitación y sentir unos brazos aferrados a mi cuerpo. Suspiro al recordar que es Leonardo.

La verdad es que, cuando llegó a mi casa pensé que era un espejismo, o que mi mente estaba siendo demasiado cruel. Pero no fue así, era él, en persona, y me estrujó un poco el corazón notar que no estaba siendo él mismo. Algo le pasaba, y no era capaz de preguntar por miedo a lo que pudiera responder.

Noté su desesperación en la forma en que me hizo suya, una y otra vez. Me sentí sin armas, entregada al hombre del que me estaba enamorando.

Quise armarme de valor y preguntar que lo aquejaba, pero tan pronto como éramos víctimas de la pasión, se cerraba en el acto. Me encantaría saber más sobre su vida, sin embargo, conociéndolo de la forma en que lo hago, puedo deducir que lo que guarda con tanto recelo puede llegar a hacerme daño.

Me gustaría admitir que se está enamorando de mí, pero sé que no es así. Aunque la pasión que me demuestra cuando estamos juntos diga todo lo contrario, Leonardo se niega a dejarse llevar. Se niega a abrirse y guardarle esperanzas solo fragmenta mi corazón.

Tan pronto como logro desenvolverme de su abrazo, me levanto de la cama en busca de algo de ropa. Encuentro la playera grande que uso para dormir arrugada en el suelo, junto a la camisa de Leonardo. La levanto y aspiro su aroma, sintiendo como las mariposas revolotean en mi estómago. Suspiro de nuevo y la dejo sobre la silla de mi escritorio.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora