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Leonardo

El agua caliente relaja mis músculos y me despierta de mi parcial somnolencia. Melissa tiene tres días inconsciente en el hospital. Me duele verla y reparar en sus heridas.

Un miedo late en mi interior.

No quiero pensar en la posibilidad de que jamás despierte.

La situación en sí me hace sentir impotente. Trato de ser positivo pero los días se van tornando cada vez más grises.

Le pedí a Brandon que me supliera y obligué a la familia de Melissa a descansar al menos una noche. Ninguno parecía sentirse agotado pero estoy seguro que tan pronto llegaron a su casa fueron presas, al igual que yo, del cansancio.

Cuando termino de lavarme el cabello, salgo rápido de la ducha y me pongo una muda de ropa antes de salir de la casa. Al llegar al hospital paso directo hasta la habitación de Melissa y me sorprende ver al doctor y a la enfermera frente a la puerta.

—Buenas noches, ¿todo está bien? —pregunto con cierto temor. La puerta está entre abierta.

La enfermera se retira y nos deja al doctor y a mí, solos en el pasillo.

—Buenas noches. Todo está bien —el hombre apunta con el pulgar hacia la puerta—. Nuestra paciente acaba de reaccionar hace unos minutos. Ya la revisamos y todo está bien dentro de lo que se puede decir bien. Por la mañana vendrá el doctor a volverla a revisar. Seguro ya volvió a quedarse dormida.

Por poco y no logro captar todas las palabras del médico. Cuando mi mente registra la palabra reaccionar, mi corazón comienza a latirme en los oídos.

—Gracias. Le agradezco la rápida respuesta.

El doctor murmura una despedida y me deja solo frente a la puerta. Suspiro y entro con intención de que Brandon salga al pasillo. Si Melissa está dormida, no quiero importunarla.

—Bra... —me interrumpo.

Melissa. Está despierta.

—Los dejaré solos —escucho que dice Brandon. Se acerca a Melissa y le da un beso en la cabeza. Melissa sonríe levemente sin dejar de mirarme.

Brandon pasa a mi lado y me da una palmada en el hombro antes de salir y cerrar la puerta.

La veo suspirar despacio mientras entro en la habitación y tomo asiento a su lado. Las palabras me faltan. Siento como si hubiesen levantado una pesada losa de mis hombros.

—Melissa... Estás... Despierta.

—Gracias —la escucho decir. Pongo atención a su rostro que ahora derrama lágrimas. Sus grandes ojos se ven opacados por la hinchazón de su rostro y eso solo hace querer matar a ese imbécil.

—Te conozco, sabía que algo no andaba bien. Por eso volví. No pensé que...

No pensé que tu vida estuviera en riesgo de esa manera.

De pronto no soy capaz de mirarla a la cara. Seguro será capaz de ver mi molestia. Estoy molesto por no haber podido evitar esto.

Melissa coloca su mano magullada sobre la mía y me obligo a mirarla.

—Sé lo que significa para ti el fuego pero...

—La verdad — la interrumpo sintiendo esa losa el doble de pesada sobre mí—, creo que aun no tienes idea de lo que significa en verdad.

No tiene ni idea. Jamás me dejó contarle lo que pasó con Liana. Mi niña...

—Quisiera que me contaras, si no es mucha molestia.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora