38

3.8K 340 23
                                    

Leonardo

Éste es el día.

Mi relación con Melissa ha mejorado y siento en lo más profundo de mi ser que ella también siente diferente. He notado que su actitud hacia mí está lejos de ser igual a la que tuvo hace unos meses cuando recién me acerqué a ella.

Melissa volvió al trabajo a las semanas después de que salir del hospital. Contra todo pronóstico, su terquedad la hizo mejorar rápidamente, lo cual me sorprendió, pero no del todo.

Para ésta noche preparé la cena y una propuesta que espero acepte. De lo contrario, me voy a volver loco. He respetado su espacio, pero cada día se me hace más difícil tenerla tan cerca y no ser merecedor de su cuerpo. Es. Una. Tortura. Su olor, su voz, todo dispara en mí una reacción en cadena que termina con una erección que ni la ducha más fría puede bajar. Pero hoy será. Hoy se lo propondré.

—¿Podrías decirme el motivo de esta cena? —pregunta Melissa a mi espalda mientras intento anudar mi corbata.

Sonrío al escuchar su voz curiosa y cuando me doy la vuelta para verla, me quita el aliento.

Trago saliva visiblemente.

—¿Quieres que me dé un infarto, mujer?

Melissa sonríe de oreja a oreja y da una vuelta para apreciar mejor su vestido rosa pálido sin tirantes con un escote tan profundo que quizá me obligue a saltar la cena.

—¿No es demasiado? Dijiste que me pusiera lo mejor que tuviera —murmura, insegura, analizando su atuendo.

—Te ves perfecta.

Sus mejillas se tiñen de un suave rojo que me llena de orgullo.

—¿Entonces? —pregunta, impaciente.

—Aguarda y ya verás.

Al terminar de anudar mi corbata y verme en el espejo, decido quitármela y levantarme las mangas de la camisa. Sé que le gusta.

Mis dotes culinarios se limitan a comidas fáciles. Debo admitir que el haberle pedido que usara su mejor ropa fue egoísta de mi parte, ya que solo yo podré verla con el atuendo, y espero, sin él.

Al entrar en la cocina, Melissa ya está sirviéndonos una copa de vino. Llego junto a ella y me extiende una.

—Me intriga todo esto, ¿qué tramas?

Le sonrío sin contestar.

Utilizo mi celular y elijo música jazz para ambientar el espacio. Melissa sonríe y estira su mano hacia mí.

—¿Me concede esta pieza? —me pregunta entre carcajadas.

Dejo la copa sobre la encimera y tomo su mano.

—Con gusto.

Melissa nos dirige a la sala de estar donde hay más espacio y tras detenerse frente a mí, da la media vuelta y aprovecho para posicionar mis manos y pegarla a mi cuerpo. Sonríe traviesa y comenzamos a bailar al ritmo de la canción. Mis ojos no se despegan de su rostro en ningún momento y Melissa procura no verme directamente.

—¿Estás nerviosa? —le pregunto.

Aprieta los labios y responde: —Un poco.

Sonrío. Creo que es hora de que empiece.

—¿Recuerdas nuestro primer encuentro?

Melissa lo piensa un momento y sonríe.

—¿Cuál de los dos?

—Cuando te abordé al salir del baño.

Suelta una carcajada y asiente con la cabeza.

—Ahora tendrás que compensarlo —imita mi voz grave y vuelve a reírse.

—¿Te confieso algo? Nunca me había sentido tan atraído hacia una mujer como contigo.

Melissa sonríe y puedo ver que sus mejillas se enrojecen.

—Supe llevar el juego bastante bien —declara con orgullo—, no me lo pusiste fácil.

Ahora yo río y aprovecho la pausa de la música para detenernos y mirarla directo a los ojos.

—Puede que me arrepienta de muchas cosas, menos de haberte reclamado esa noche. Esta vez quiero que sea distinto; quiero una relación con todas sus letras —tomo sus manos y les doy un apretón—. Quiero tenerte en mi cama, en mi ducha, en mi cocina, en mi vida, por los años que me restan. Pero no me apresuraré, tengo todo el tiempo del mundo, sin embargo, quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer todas las tonterías románticas y detalles que te gustan porque te amo, Melissa, y quiero conservarte en mi vida por siempre. ¿Me permitirías estar en la tuya?

Veo que está a punto de llorar y un nudo se forma en mi garganta.

—He visto cómo eres con tu trabajo —continúo—, con las cosas que te interesan, con la gente que quieres. Eres todo lo que siempre busqué en una mujer y mucho más. Nunca, nunca quiero estar separado de ti de ahora en adelante —suspiro—. Esto para mí es un compromiso de una relación estable y si se da algo más en el futuro, créeme que seré el primero en anunciártelo.

Sonríe y asiente con la cabeza.

—Ahora bien, expuestos todos mis puntos —me arrodillo frente a ella y tomo una de sus manos entre las mías. Siento el corazón latirme a gran velocidad—. ¿Aceptarías una relación por más de una noche, conmigo?

Melissa estalla en lágrimas y risas, abalanzándose sobre mí y lanzándonos a ambos contra la alfombra.

Aun viviendo conmigo jamás me atreví a pasar sus límites y ahora que ha aceptado, pienso derrumbarlos todos.


Melissa

—Ahora bien, expuestos todos mis puntos, ¿aceptarías una relación por más de una noche, conmigo?

Mis oídos no dan crédito a lo que acaban de oír. Leonardo. Leonardo Otero me está pidiendo una relación. No puedo hacer más que lanzarme sobre él y cubrir su apuesto rostro de besos. Casi de inmediato coloca una de sus manos en mi espalda baja, pegándome a su cuerpo, y con su mano libre guía mi cabeza hacia la suya. Nuestros labios hacen contacto y siento una explosión de deseo atravesar mi cuerpo entero. Su olor, su cercanía, su toque, todo enardece mis sentidos.

Al diablo la cena.

Escucho reverberar una risa de su pecho.

—¿Al diablo la cena? —murmura entre besos. Al parecer lo dije en voz alta—. Pienso extender la velada, cariño.

Sellando nuestro pacto con un último beso, Leonardo nos separa y me mira directo a los ojos.

—Esto es totalmente en serio, Melissa —pronuncia mi nombre como si lo acariciara—. Pienso compensarte por todo lo que te hice, nos hice pasar. Espero me alcance la vida para eso.

Habiendo superado la fase de estupor, una vez levantados del suelo, Leonardo nos dirige hacia la cocina en donde me hace tomar asiento en la mesa. Como todo un anfitrión, se asegura de que tenga mi copa de vino antes de servir la cena, insistiendo en que no necesita ayuda.

Al poner el plato frente a mi, observo que el suyo lo pone en el lado más alejado de la mesa.

—¿No comerás cerca de mí? —le pregunto, ceñuda.

Se limita a sonreír de lado.

—¿No te recuerda a algo? —pregunta, con una ceja enarcada.

Aprieto los labios, intentando en vano contener una sonrisa.

—Volvemos a las andadas.


Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora