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Leonardo

Adicción.

Han pasado dos semanas desde mi primer encuentro con aquella mujer que me hizo perder el control de mi.

Dos semanas.

Me siento como un drogadicto en recuperación forzosa. Jamás me había sentido tan atraído de la forma en que me siento con ella, y aun así, me obligué a separarme de ella porque así es como las cosas son en mi mundo.

Todo lo que entra, debe de salir.

En toda regla siempre hay una excepción, y hoy, estoy a punto de romperla.

La última semana he estado acudiendo al bar en el que la vi por primera vez, y no hay señales de ella.

El día que salí de aquí con ella me juré no regresar, y aun así, aquí estoy. Porque no puedo estar más tiempo alejado de mi adicción.

Ni siquiera sé su nombre, y eso no me impidió marcar mi presencia en su cuerpo. Esa noche fue un detonante, un interruptor que encendió una parte oscura de mi mente, una que no quería recordar...

Como era tener... una... compañera.

Frunzo el ceño. No vayas por ahí.

Cuando estoy por irme, fijo mi vista en la entrada; el imbécil que vino con ella hace algunas semanas entra acompañado, dejando entrever lo que yo ya sospechaba. Otro chico lo acompaña.

Antes de detenerme a pensar en mis acciones, me dirijo hacia él por una simple razón:

Él me guiará hasta ella.


Melissa

Una vez más, fallo al intentar concentrarme. ¡Maldición!

Lanzo el cuaderno y todo el contenido de mi mesa hacia el suelo y, justo en ese momento, Mónica entra a la habitación.

Sintiéndome estúpida por mi arrebato, me levanto a limpiar mi desastre.

—Te ves horrible —dice mi hermana, mientras intenta esquivar mis cosas de camino al espejo.

—Creo que no te pregunté.

—Lo sé, pero aun así no puedo evitar recordártelo. Te ves horrible.

Ruedo los ojos.

Desde mi encuentro con Leonardo, esa noche... Esa única noche en que literalmente, todo lo que conocía cambió drásticamente. Mi forma de ver y materializar el erotismo, el deseo, la pasión... fue totalmente distorsionada. Todavía puedo sentir sus labios sobre los míos, hinchados de tantos besos; su toque tibio por toda mi piel, la manera en que alabó mi cuerpo de una manera tan... intensa.

Las sensaciones de aquella noche aun las siento a flor de piel. Y eso es un problema.

No puedo seguir pensando en Leonardo. No puedo explicar por qué me sentí tan sola y desamparada cuando decidí salir de su apartamento y tomar un taxi. Él dejó en claro que sólo sería una noche, y quise ponérselo fácil. Así que mientras él descansaba de nuestra intensa noche, me vestí en silencio y bajé del edificio. Detuve el primer taxi que pasó y me dirigí a casa.

Sin contacto posterior. Eso me quedó más que claro.

Aun después de dos semanas, ¿por qué aún no lo he superado? Aun después de haber descubierto...

No es como si jamás hubiese tenido sexo casual. Pero esa noche... No puedo catalogarla como sexo casual. Fue más como un encuentro entre dos personas deseosas de la otra, con muchas sensaciones contenidas, provocando una explosión de deseo de niveles estratosféricos.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora