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El murmullo ahogado de unas voces me despierta. Me toma unos segundos darme cuenta en donde estoy. Inspiro el aroma de Leonardo y sonrío recordando todo lo que vivimos anoche. Nuestras respiraciones, sus dedos suaves en mi piel, sus besos llenos de pasión, el saber que no tendría que estar un día más sin él... Fue emotivo.. Sin embargo, fijo mi atención en las voces. Impulsada por la curiosidad, me acerco a la puerta de la recámara cubierta solo con la sábana y pongo atención.

Lamento molestarte. Pero quise venir a decirte que ya fijaron una fecha para el juicio de Fernanda. Ahora más que nunca necesita de nuestro apoyo.

¿Qué mierda hace aquí? ¿Quién le dijo donde vivo? ¡Joder! ¿No cree que si cambié mi nombre y mi identidad fue para alejarme de ustedes? ¿Por qué cree que quiero seguirlos viendo?

No es lo que yo crea. Es lo que es justo. No eres el único que sufre, Leonardo. Ya te lo dije una vez. Fernanda necesita de su familia.

¿Leonardo? ¿Acaso ese es su nombre real?

Ella destruyó mi familia.

¡Ella es tu familia! Es la única que te queda, eso tampoco puedes cambiarlo.

Basta. Lárguese. Si iré al juicio, pero será para que no la suelten. No le alcanzará la vida para pagar lo que hizo.

Hijo, por favor... —solloza la mujer—. No lo hagas.

Váyase. ¡Ahora!

Escucho un suspiro profundo y seguido de eso la puerta cerrarse de golpe mientras mi mente intenta procesar lo que acabo de escuchar. ¿Fernanda?

¿Qué es lo que pasa? ¿Acaso es esto lo que intentaba contarme?

Luego recuerdo algo de lo que dijo anoche.

—Siento unas irreprimibles ganas de contarte mi pasado, todo lo que soy. Desnudarme ante ti, y no solo físicamente. También emocionalmente. Y eso me asusta, ¿sabes? Sólo una vez lo hice, y todo terminó de la manera más trágica que puedas imaginar...

¿Estará Fernanda involucrada?

Regreso pensativa a la cama y me siento, tratando de hilar mis pensamientos. Pero ninguno tiene sentido. ¿Qué fue todo eso?

El sonido de la puerta al abrirse me sobresalta. Me encuentro con los ojos preciosos de Leonardo cargados de dolor.

—¿Qué escuchaste? —me pregunta, sereno. Oculta su dolor bajo su mirada indiferente.

—Todo.

Suspira.

—No quiero involucrarte. —camina de un lado a otro—. Será mejor que no lo sepas.

—¿Qué pasó con lo de anoche? —le reclamo—. Dijiste que querías contarme todo. ¿Por qué ahora te cierras? Háblame Leonardo...

—Melissa... Es complicado. Anoche... Quizá estaba un poco ebrio.

—¿Un poco ebrio? —escupo—. ¿Te vas a escudar en el alcohol?

—Sí... No... No sé, maldita sea.

—Leonardo, sé que estás asustado, pero no pienso dejarte.

La verdad es que yo estoy asustada, joder, estoy aterrorizada. No puede hacernos esto otra vez.

Suspira, de nuevo.

—Melissa... No puedo. Vete. Por favor.

—No pienso irme, Leonardo. No puedo entender por lo que pasas pero si puedo intentarlo...

Me acerco a él en un pobre intento por consolarlo. Pero me toma de las muñecas y me mantiene alejada de él.

—No.

Una simple palabra que se me encaja en el corazón. Sus ojos, su mirada... Vacíos de emoción.

—No necesito tu consuelo. Y tampoco te necesito. Mi vida estaba bien antes de que tu llegaras y arrasaras con todo mi sentido racional. —me suelta—. Estoy harto de que te entrometas.

—¿Cómo eres capaz de decirme esas cosas viéndome a los ojos sin sentir remordimiento?

—Porque no lo siento.

—Pero... Lo de anoche...

Mi voz se quiebra. No puede estar ocurriendo de nuevo.

—Creíste en lo que te dije. La única que está mal aquí eres tú.

Busca ropa en su clóset, luego se inclina al suelo y toma mi vestido, entonces me lo arroja.

—Vístete y vete, tengo asuntos que resolver.

Como una vil puta me hace sentir. Sin pensármelo dos veces tomo mis cosas, me visto tan rápido como puedo sin dirigirle la mirada y salgo de la habitación en dirección al elevador. Vista en alto, no pienso dejar que me siga humillando.

—Melissa.

Justo cuando entro al elevador, lo escucho. Me giro y lo veo de pie a unos metros. Pienso que quizá se arrepintió, que se disculpará, pero su gesto sigue duro.

—No vuelvas.

Las puertas del elevador se cierran antes de que pueda replicar. De igual forma no hubiese podido. Leonardo dejó hecho trizas mi corazón que ya no queda nada más qué decir o hacer.

Solamente aceptarlo, y seguir adelante.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora