Sonrío. Primera vez desde hace algún tiempo, al leer un e-mail que acaba de llegarme. El más importante, quizá.
«Buenas tardes, me permito dirigirme a usted de la manera más atenta para notificarle que ha sido aceptada su solicitud para la vacante de profesora en nuestra institución. Las clases comienzan en un mes. De aquí a dos semanas nos reuniremos en nuestras instalaciones para ponernos de acuerdo y asignarle un grupo. Estaremos encantados de que trabaje con nosotros. Muchas felicidades, y hasta entonces.
Lic. Carmina Figueroa González
Directora del plantel»Suspiro, aliviada de haber sido admitida en un empleo. Mando un mensaje a Brandon para darle las buenas nuevas, y me responde con su ya habitual modo efusivo.
Me recuesto en la cama pensando en todas las cosas que cambiaron en estos tres meses.
El día que decidí hacer un cambio drástico en mi vida, fue el mismo día en que Leonardo me dejó por última vez. Última humillación. Sin embargo, más que por él, quise hacerlo por mí. Así que ese mismo día, luego de dejar de ahogarme en mi pozo de depresión, busqué empleo y conté mis ahorros.
Primer paso para mejorar mi vida: Salir de la casa de mis padres.
No sé si la suerte empezó a acompañarme, pero encontré un departamento pequeño en el centro de la ciudad en el que perfectamente cabían los trozos de mi vida.
No podía perdonar tan fácil a mis padres después de lo que ocurrió aquella noche en la que Mónica nos dio la noticia de su embarazo. Era poco probable que lo hiciera en un futuro próximo. No me molestó la noticia; Mónica ya es lo suficientemente mayor para afrontar sus errores con la cara en alto. En realidad, mi molestia es más con el hecho de que mis padres creyeron que me pondría en contra de mi propia hermana por un hombre que no valía ni un centavo. Eso, sumado a todo lo que ya tenía encima, supongo que fue el detonante de mis acciones.
Con mis ahorros y lo que seguía ganando en la cafetería, pude pagar cinco meses de renta adelantada. De los cinco, han pasado tres. Todavía tenía dos para preocuparme por mi trabajo. Sin embargo, tras la llegada de ese e-mail, mi panorama cambió radicalmente. Un trabajo fijo en lo que sé hacer, con lo que me gusta... No podía pedir nada más.
En cuanto a Leonardo. El día que lo dejé en su departamento, fue el último día en que lo vi y que supe de él. Mi corazón había comenzado a reconstruirse a sí mismo con los pequeños triunfos que fui obteniendo en este corto tiempo. Jamás permitiré que ningún hombre me haga sentir menos. Sé que valgo lo suficiente como para dejarme de ellos solo porque siento algo de cariño.
Suspiro. Es extraño no escuchar el repiqueteo de los platos en el lavavajillas, o los pasos en las escaleras, las voces ahogadas por las gruesas paredes... Sin embargo, una extraña paz se pasea por mi casa.
Hoy descanso de la cafetería, y tengo todo el tiempo del mundo para retomar mis lecturas, escribir un poco de mis pensamientos y descansar. Me recuesto a pensar en los escenarios más agradables para mi próximo empleo, y pronto me quedo dormida.
Los días pasan lento. La lluvia azota la ciudad y el sonido de las gotas al chocar contra la superficie plana del techo es un recordatorio de que debo verificar que no haya goteras. Por suerte, no las hay. Pongo atención en el sonido ahogado de las gotas de lluvia. En lo mucho que solía gustarme sentarme a mirar la vida pasar bajo las nubes grises, y en lo mucho que extraño a Leonardo.
No me ha llamado, ni enviado un mensaje. Creo que es bastante claro que su voluntad se cumplió y no podría estar más satisfecho al respecto. Una solitaria lágrima recorre mi mejilla, pero me la limpio veloz. No debo. No debo sucumbir a los pensamientos que lo involucren. Por mucho que me cueste admitirlo, olvidarlo me está resultando más difícil de lo que pensé. Todo es Leonardo. Y el solo pensar en él me rompe el corazón una vez más.
Necesito salir a distraerme. Conocer gente. Quizá... ¿Tinder?
Quizá un revolcón me ayude a olvidar el estado de estupidez en el que me encuentro. Nunca se sabe. Sé que soy lo suficientemente atractiva para quedar con alguien, pero no sé si soy capaz.
Suspiro. El ruido de la televisión llena el silencio y para ser sincera, no le pongo la más mínima atención hasta que el nombre de Leonardo salta de los labios de la reportera y me atraviesa como un puñal al corazón.
"... Leonardo Otero, quién se ha manifestado ser el abogado de Diego Olivas en el caso contra su ex esposa Fernanda Iturbide. Sin más información, el abogado estrecha la mano del representante legal de la señora Iturbide, quién lucha por que se le dé la libertad bajo fianza después de 5 años de prisión. La razón por la cual la señora Iturbide se encuentra presa, aun es un misterio."
Decido no sacar conclusiones mientras analizo el perfecto rostro de Leonardo en mi televisión. Lleva una barba de al menos, una semana. Lo hace ver salvaje, indomable. Mira hacia la cámara de forma altanera, y su mirada atraviesa y llega directo a mi centro. ¿Cómo puede excitarme el solo mirarlo en televisión?Como desearía pasar mis manos por esa barba. Y quizá, sentirlo entre mis piernas también. ¿Para qué negarlo?
Así los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. El pensamiento de Leonardo ya no dolía. Solo era un recordatorio del espacio vacío en mi pecho.
Mi puesto dentro de la primaria lo he considerado como lo mejor que pudo pasarme este año. Tratar con niños y enseñarles solo una pequeña porción de todo lo que pueden aprender me hace ser perseverante y dar lo mejor de mí. Apenas sin darme cuenta, el año terminó y con eso, vinieron mas ganas alucinantes de hacer cosas nuevas y volver a hacer otras. Como por ejemplo, tener citas.
Uno de mis compañeros de trabajo me ha invitado a salir infinidad de veces. Por respeto a él me he negado. El recuerdo de Leonardo era como una sombra. Sin embargo, han pasado ya 8 meses. Es momento de continuar.
Al día siguiente, noto un brillo travieso en los ojos de César después de decirle que acepto salir con él. Insiste en que sea hoy, y yo no me opongo. Estoy arreglándome cuando escucho que tocan la puerta. Frunzo el ceño. César no pasaría por mí a casa, quedamos de vernos en el restaurant.
Cuando abro la puerta me encuentro un ramo de flores en el suelo. Insegura, lo tomo y entro a la casa a examinarlo. Es un ramo de gerberas de color rosa con blanco. Tomo la tarjeta dispuesta a leerla pero está en blanco. Pienso en lo extraño que es mientras las coloco en agua.
Termino de arreglarme y salgo con paso decidido hacia el restaurant donde César me espera.
ESTÁS LEYENDO
Inevitable Seducción
General FictionEstoy cansado de mi rutina. Solo una vez, y después.... Todo puede volver a la normalidad. Parece que ella sólo busca divertirse... Y aún así, no lo pude evitar, y le ofrecí una noche con una sola condición: sin sentimientos. No pensé que rompería m...