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Leonardo

Lo único que me ha quedado claro hasta ahora son las malditas ganas animales que tengo de poseer a Melissa. Y es ahora más nítido. Todo es ella. Está en todos lados; cuando me ducho, cuando trabajo, cuando hago ejercicio, cuando como. Incluso en mis sueños, en mis pesadillas. Está en todas partes. Ahora más que nunca me he dado cuenta de que me tiene. He dejado de ser una persona completa, razonable, para volverme un maldito romántico de mierda.

Siento que todo por lo que me he esforzado, todo lo que he dejado atrás, no lo vale tanto como para sacrificar a Melissa. ¿Por qué querría estar solo, cuando puedo estar con ella? Cuando puedo tocarla, sentir su suave piel bajo mis dedos, oler el dulce aroma de su cabello y vivir entre sus piernas.

No preferiría estar en otro lugar.

No me importa quienes la hayan visto con ese vestido ajustado. Lo único que me importa es que solo yo puedo quitárselo. Es lo único que vale la pena.

Deslizo uno de los tirantes de su vestido por su hombro y dejo un rastro de besos desde su cuello hasta el hombro. Libero uno de sus senos y me complace darme cuenta de que no lleva sostén.

—Oh, Melissa. Vienes mas que dispuesta a pertenecerme.

—¡Ah! Leonardo... Dios...

Melissa se sostiene del cristal tintado del reservado mientras entro y salgo de su cuerpo a conciencia. El placer de sentirla ajustarse a mi y escuchar sus gemidos no tiene comparación. Gimotea mientras la sostengo de su cintura al compás de mis embestidas. No creo que pueda aguantar mucho más.

—Mierda.

Salgo de su cuerpo y la abrazo por la espalda para dirigirnos al sillón. Pero luego un pensamiento corre por mi cabeza. La giro sobre sí hasta tener su rostro frente a mí.

—Melissa... Vámonos.

—¿Qué? —responde, frunciendo ceño—. ¿Ahora?

Sonrío. Soy capaz de esperar otro poco.

—Sí. Ahora. —ajusto su vestido sobre su cuerpo—. Vámonos.

Melissa suelta una carcajada y ahora yo soy quien frunce el ceño.

—¿Qué es tan gracioso?

—¿Como es posible que interrumpas el acto porque decidiste que quieres irte? Pensé que eras mas salvaje.

—Melissa, soy una persona de impulsos. Tengo el impulso de metertela hasta dejarte sin sentido, pero eso puede esperar. No es el momento, ni el lugar.

Tomo su mano y la dirijo a la salida.

—Creo que nunca terminaré de comprenderte y tampoco dejarás de sorprenderme —comenta en voz baja. Sonrío mientras salimos del reservado. Es hora de que se despida.

Melissa

Después de interrumpir de manera excepcional nuestro encuentro, Leonardo me dirige al reservado que compartía con Brandon. Encuentro a mi amigo sentado revisando su celular cuando nota nuestra llegada. El hombre se detiene unos pasos atrás, dándonos cierta privacidad a mi y a mi amigo.

—Vaya, así que tenías razón, maestra. —me guiña el ojo y dirige su mirada a mi espalda, alzando la cabeza a modo de saludo.

—Supongo que sí —me encojo de hombros—. Leonardo y yo nos vamos. —ahora yo le guiño el ojo.

—Perfecto, amiga. Toma tu bolso y ve a tener sexo caliente.

Me río y le doy un abrazo.

—Gracias. —le digo, sincera.

—Te deseo lo mejor, amiga. —sonríe y me empuja ligeramente hacia Leonardo para que me dé prisa.

Leonardo entrelaza sus dedos con los míos y, después de sonreirme de oreja a oreja, caminamos juntos hacia la salida.

Al llegar a su coche, me abre la puerta como siempre. El interior huele a piel, y a él. No sé como explicarlo, pero reconozco el olor de Leonardo. Huele a perfume, a bosque; un olor que promete.

Leonardo toma su lugar en el asiento del piloto y enciende el coche con un rugido. Mi interior se tensa ante la anticipación. Pero algo me dice que este hombre va a alargar aun mas mi espera.

—¿Tienes hambre? —pregunta, al tiempo que sale del estacionamiento.

Sonrío.

—Un poco.

Casi inmediatamente Leonardo se detiene en un restaurant de hotel. Parece bastante abarrotado a pesar de la hora. Estaciona el coche y me ayuda a salir de él. Me doy un vistazo y pronto me siento demasiado vulgar. El hombre parece percibir mi preocupación y besa mi hombro.

—Ignorando el hecho de que tus ojos parecen arder por la anticipación, el resto de tí está bien. —me mira directo a los ojos—. Te ves perfecta.

Este hombre me ha visto en las situaciones más íntimas, pero sus palabras tienen un efecto en mí. Siento mis mejillas enrojecerse y Leonardo al notarlo, sonríe de lado. Pero no es una sonrisa de amante satisfecho con el resultado de su piropo, es una sonrisa llena de afecto que me hace querer lanzarme a sus brazos y no soltarlo nunca.

Pronto entramos en el restaurant y un suave jazz envuelve mis sentidos. Puede que suene exagerado, pero siento que floto mientras la música nos acompaña. Leonardo murmura unas palabras al Host que nos acompaña a una mesa. Sinceramente no pongo la más mínima atención. La música me distrae, y mi mirada viaja a los músicos. La manera en que disfrutan de interpretar las notas musicales y que el sonido fluya a través de sus dedos es hipnotizante. Salgo de mi nube de distracción cuando Leonardo me mira divertido, con la silla lista para que yo tome asiento.

Cuando me siento, Leonardo hace lo mismo frente a mí. Pronto el mesero llega y pide una copa de champán y la carta. En el momento en que éste se retira, Leonardo fija su mirada en mí. Suspiro, nerviosa. No puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar en éste restaurant, pero al anclar mi mirada a la de Leonardo, me tranquiliza. Me influye serenidad y sonrío. Pronto la sensación se desvanece.

—¿En qué piensas? —le pregunto al hombre que me ha robado el corazón.

—Te llevaré a este tipo de lugares más seguido. —sonríe—. Te ves preciosa.

De nuevo siento el rubor inundar mis mejillas.

—Tu tampoco te ves nada mal. —contraataco.

—Dudo verme la mitad de bien que tu. Creo que sin nada también te verás exquisita.

Aprieto los labios. Leonardo nunca ha sentido pena de dar a conocer lo que piensa. Siempre ha sido directo, y creo que esa es una de las cosas que me gustan de él.

Cambio de tema, puesto que no quiero arder por combustión espontánea.

—Me gusta la música. —comento.

—Lo noté —da un sorbo a su copa—. Yo toco el piano y el violín.

Abre los ojos, casi imperceptiblemente. Como si se hubiera dado cuenta de que reveló mas de lo que debería. Sin embargo, el movimiento pasa casi desapercibido y le resta importancia volviendo a sonreír.

—Creo que quiero verte tocar.

—Seguro que si. —sonríe, satisfecho con su comentario de doble sentido.

Suspiro. Una sensación placentera se instala entre nosotros mientras disfrutamos de la compañía del otro en una cena deliciosa con música perfecta.

Como cambian las cosas en unas horas, ¿verdad?


Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora