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Dos semanas antes

Melissa

—¿Por qué está mal? —exploto—. ¿Qué hay de ese estúpido anillo en el cajón de tu mesa de noche? Esto fue un error, Leonardo.

—No puedo responderte... —murmura con seriedad.

—Entonces vete. No tienes derecho a nada, puesto que fue tu decisión que fuera solo una noche.

Leonardo da un paso hacia mí y yo retrocedo.

—Si no hubiera dicho eso... ¿Accederías a más noches como esa?

Maldito.

—Vete, por favor.

Suspira y me mira serio.

—No voy a dejarte, Melissa. Vas a volver a ser mía.

—¿De qué mierda hablas? No quiero verte de nuevo. ¡Estás casado!

—¡No lo estoy, maldita sea! —exclama—. Lo estuve y...

Contengo el aire.

—Por favor, vete. No me busques.

Da otro paso hacia mí, pero de inmediato me veo atraída hacia él. Su olor me marea y siento como mi corazón late desbocado. Es increíble y vergonzoso lo que hace con mi cuerpo.

—Promete que serás mía de nuevo —murmura contra mi oído. Suspiro, incapaz de resistirme a su encanto.

—No lo haré. Leonardo, vete, por favor.

Suspira en mi cuello.

—Sabrás de mí de nuevo, te lo aseguro.

Seguido de esto, me planta un beso profundo y hambriento en los labios. Acaricia la piel que se asoma de mi cintura y me derrito en sus brazos.

Cuando me suelta, me guiña el ojo y sale de mi casa. Cierra la puerta tras de sí y me quedo parada, deseando internamente que regrese y me haga suya. Pero no sucede. En cambio, no sé si asesinar a Brandon o hacerle un altar por lo que acaba de ocurrir.



—Meli, no lo siento. ¿Okay? El hombre parece que está muy interesado en ti. —le lanzo una mirada asesina—. De acuerdo, lo siento un poco porque la noche de ambos no fue para nada como esperábamos.

Suspiro.

—Es sólo un capricho. Cree que porque tiene dinero puede intentar seducirme. —bufo—. Está muy mal de la cabeza.

Brandon frunce el ceño.

—Que yo sepa, no intentó utilizar su dinero para seducirte. —enarca una ceja—. Para mí que estás molesta porque sabes que lo quieres de nuevo en tu cama.

—Técnicamente yo estuve en su cama. —resoplo—. Y no, no lo quiero en mi cama, ni quiero estar en su cama, ni nada. Debería tener la decencia de no buscarme más. ¿Cómo es que dio contigo? ¡Está loco!

—Tranquila —suspira—, me encantó la comida del bar en el que conquistaste al macho —me guiña el ojo—. Le propuse a Daniel que fuéramos a cenar. A los segundos de haber entrado al lugar, el macho se abalanzó sobre mi y exigió saber en donde vivías.

—¿Y así de fácil lo trajiste? —ruedo los ojos—. ¡Sabías lo que ocurrió esa noche! ¡¿Cómo pudiste hacer eso?!

—¡Hey, cálmate! Por favor, Meli, quiero que entiendas que lo hice por tí, aunque no parezca.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora