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Leonardo

No pude reprimir mis ganas de ella. Una parte de mi mente me dice que lo que ocurrió no fue correcto, sin embargo, la otra me grita que no debe de importarme. Pero no sé exactamente qué es lo que siento. ¿Qué debo de sentir ante todo esto? No debí involucrarme tanto con esa chica. No la conozco, no me conoce y, ciertamente, estaría perdido si la dejo acercarse más.

Por primera vez en mucho tiempo un sentimiento que no es bienvenido amenaza con dejarme sin aire: miedo.

¿Cómo pude llegar tan lejos con esto?

Ella quiere algo más y por más hijo de puta que sea, no pienso dejar que esto avance.

Se terminó.

Me bebo el último trago de mi whisky mientras contemplo la ciudad lluviosa. Siento que la naturaleza siente empatía por los pensamientos que cruzan mi mente.

La música de fondo oscurecía mi humor, hasta que empiezan las primeras notas de una de mis favoritas de Sinatra.

—Parece que ya te llevo bajo la piel, Melissa.

Sonrío ante la letra tan acorde a esta jodida situación.

"Me dije a mi mismo: esta aventura nunca irá bien. Pero, ¿por qué debería de resistirme? Cuando, bebé, se muy bien que te llevo bajo la piel."


Melissa

Tres palabras.

Toma de protesta.

Hoy es mi momento de brillar. Sostuve cada una de las palabras que mi tesis describe con la cabeza en alto y recibo aplausos de mis familiares y amigos. Estoy rebosante de alegría. Por fin podré ejercer.

Mónica me abraza con lágrimas en los ojos. No fue precisamente una estudiante devota, pero sé lo que sus lágrimas significan: orgullo. Y eso me hace sentir casi flotar.

Durante la comida en mi honor, mi madre no desperdicia la oportunidad de avergonzarme frente a mis amigos, y, admito que yo también me rio con algunas de mis ocurrencias de niña.

Al llegar a casa, me sorprende encontrar un ramo de rosas frente a mi puerta. Mis padres, con regocijo toman el ramo y me lo muestran. Un globo en forma de birrete yace anclado a la base del ramo. Siento una breve punzada de dolor al leer la tarjeta.

"Felicidades. Serás una excelente maestra. L."

Mentiría si dijera que no he pensado en Leonardo en absoluto. Le he dado demasiadas vueltas a nuestro último encuentro. No me arrepiento de haberlo disfrutado de la manera en que lo hice. Aun así, siento que algo está inconcluso. ¿Por qué vino a mi casa en primer lugar?

Sonrío a duras penas para no llamar la atención de mis padres, quienes llevan las flores en busca de un florero para ponerlas. Me quedo de pie en el porche y pronto siento que Brandon me da un apretón en los hombros y me habla al oído.

—¿Hace cuanto que no sabes de él?

Suspiro, controlando mis emociones.

—Dos semanas.

Brandon también suspira.

—No lo entiendo... Si todo iba bien —comenta. Me giro sobre mis talones.

—Ya sabes qué fue lo que ocurrió —replico en tono seco—. No tiene justificación.

Quería creer con todas mis fuerzas que si había una razón para lo que Leonardo hizo. Pero su reticencia a darme una explicación fue lo que le dio sentido a todo. Sólo fui un juguete. Y tal como si perteneciera a la basura, me desechó. Estas flores solo son la muestra de que puede llegar a ser cortés. Pero solo eso. Jamás será lo que necesito en mi vida, y entre más pronto lo entienda, mejor.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora