Capítulo 3

13.9K 873 416
                                    

Erika.

—Señor, no lo repetiré. Debe retirarse. —advertí tratando de mantener la poca cordura que me quedaba.

Estaba a mitad de mi turno en el trabajo y un sujeto pasado de tragos estaba molestando a algunos clientes.

—Y yo no lo repetiré… —bramó con voz torpe. —Quiero más cerveza.

Dejé a un lado la cortesía que me era obligada a usar en el trabajo y lo miré con profundo odio. Busqué entre las personas a alguno de los guardias y le hice señas para que se encargara con sutileza del viejo ebrio. Cuando el guardia se acercó a nosotros, el hombre se mostró con descontento pero aún así se dejó guiar por el grandulón.

Aproveché los minutos de mi descanso y fui hasta la sala de empleados para tomar algo de café y poder culminar mi noche.

—Últimamente ebrios molestos han llegado a invadir nuestro bar. —comentó el gerente, Tony, al entrar a la pequeña sala. —Arruina la imagen del negocio. —sus ojos me analizaron por unos minutos antes de hacer una ligera mueca. —Luces cansada. Puedes salir temprano si así lo deseas.

Tomé una gran bocanada de aire sintiendo el alivio llenar mi cuerpo. Me quité el chaleco sin esperar un minuto más para luego retirar los guantes negros de mis manos.

—Quería hablar algo contigo, Erika. —fruncí el ceño con confusión al no comprender el tono tan serio que había tomado la tranquila charla.

—¿Sobre qué? —apoyé mi espalda en los casilleros, esperando que Tony hablara.

Mi curiosidad aumentó al ver como pasaba una mano por su cabeza rapada.

—¿Podrías hablar con Karla? —incliné mi cabeza con duda al escuchar el nombre de mi amiga. —Dentro de unos meses cumple la mayoría de edad, desde siempre ha querido trabajar aquí pero este no es ambiente para una señorita. ¡Por supuesto que para ti tampoco lo es, digo, también eres una señorita! —corrigió rápidamente al ver mi clara expresión de molestia. —Pero… No quiero que mi hermanita se acechada por hombres… Además, tú necesitas el dinero. Ella esta perfectamente bien económicamente.

—¿Por qué no le sugieres trabajar de mesera por el día? —pregunté mientras me enfundaba en mis jeans ajustados para cubrir mis piernas expuestas debido al corto pantaloncillo.

—Lo hice, pero dice que no quiere un trabajo típico. —bufó agotado mientras rodaba los ojos. —Puede ser terca cuando se lo propone. Solo… ¿Podrías tratar de convencerla? En este tipo de casos, eres su voz de la razón. —bostecé agotada al mismo tiempo que colgaba mi bolso sobre mi hombro.

—Haré el intento. —su rostro se iluminó antes de acercarse y alborotar mi cabello. Ni me preocupé en peinarlo nuevamente.

—Por cierto, Lucy viene en una semana. —agregó antes de salir de la pequeña habitación.

—Lo sé… —suspiré a sabiendas que no sería escuchada.

Salí del local, caminando con tranquilidad a través de las calles nocturnas. Al estar en el centro de la ciudad, aún se podía ver a algunas personas disfrutar de la vida nocturna. Encendí un cigarrillo para contrarrestar la fría brisa nocturna y aceleré mi paso para llegar sana y salva a mi apartamento.

Sentí mi celular vibrar en mi bolsillo. Miré a los lados antes de contestar el aparato. La voz de mi amiga sollozando y balbuceando al otro lado de la línea martilló mi oído.

—Si no te calmas, no podré entenderte. —bufé cansada, pasando una mano por mi cabello para alborotarlo un poco.

¡Te digo que terminó conmigo! ¡Por celular! —alejé el aparato de mi oreja al escuchar el chillido exagerado de mi amiga al otro lado de la línea. —¿Quién rayos hace algo tan cruel? —suspiré con pesadez al escuchar lo afligida que estaba mi amiga.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora