Capítulo 37

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Erika

—No puedo creer que esto se repita... Ya es la segunda vez en la semana. —espeté mosqueada, botando la jeringa en la basura.

—No podemos controlar....

—¡Si pueden! —dejé la bola de basura en el pecho de aquel guardia para empezar a caminar. —Para eso se les paga, para hacer su maldito trabajo. Si no pueden con unos mugrosos drogadictos buscaré a otros guardias que hagan sus mierdas bien.

—¿Qué pasa contigo? Estas de muy mal humor. —señaló Mateo luego de haber oído mi discusión con ambos guardias que habían cometido errores la noche anterior.

Lancé un bufido de frustración, ignorándole y pasando por un lado para salir del club. Encendí un cigarrillo y apoyé mi espalda en la pared, dejando salir el humo por mi nariz luego de dar una profunda calada.

Desde el encontronazo con Chris aquella mañana, meses de entrenamiento emocional se habían ido al mismísimo infierno.

¿Cómo se le ocurría aparecer sin previo aviso? El solo recordar su rostro no hacía mas que incrementar mis ganas de romper su nariz. Habían pasado casi dos años y sentía como si todo hubiera sucedido ayer, yo no era así de inmadura, demonios, era un simple exnovio que debía ser superado como los otros...

Pero claro, los otros no llegaron a donde llegó Chris.

—¿Me dirás qué rayos tienes? ¿O tienes el periodo? Porque si es así olvida que pregunté. —bufó Mateo, llegando junto a mi y encendiendo un cigarrillo.

—Chris volvió. —escupí mordiendo la colilla del cigarrillo.

—¿Y? ¿Que ustedes no lo dejaron ya? —resaltó con el ceño fruncido.

Tensé la mandíbula, sintiéndome una completa estúpida por dejarme afectar nuevamente por él. Todo este tiempo me había concentrado de lleno en el club junto a Mateo, mi ahora socio, pero como siempre, la vida venía y me jodia la existencia.

Anoche se había mostrado tan débil, derrotado... Había llamado a su padre para verificar las palabras de Chris con respecto a la academia, y el señor me había contado con lujo de detalles toda su estadía en Italia. La vida no había sido bonita con él tampoco, y el muy tonto no tuvo la fortaleza de resistir los golpes.

Bajé la mirada sin poder evitar sentirme mal por ese idiota bailarín.

—No me digas que sigues sintiendo algo por él. —Mateo se burló con carcajadas y señalamientos sin poderlo creer. —¿Pero qué carajos? ¿por eso me rechazaste hace un año? Menuda mierda. —pasó un brazo sobre mi hombro. —¿En serio sientes algo por él? —preguntó en un incrédulo susurro.

—No siento nada por él. —el peso de mis propias palabras provocó que un molesto nudo se formara en mi pecho.

No sentí nada cuando nuestras miradas se cruzaron en el callejón, no sentí nada cuando me sonrió en su ebrio estado, no sentí nada cuando apoyó su frente en mi cuello y se acobijó en su lugar de siempre, no sentí nada cuando me abrazó, no sentí nada cuando oí su llanto de puro desahogo...

Iba a empezar a repetirlo unas cien veces, tal vez así me lo empezaría a creer.

—Hora de la prueba, porque allí viene. —murmuró Mateo al pie de mi oreja, afianzando su agarre en mi hombro.

Elevé la mirada, encontrándome con un Chris de aspecto sumamente triste y deprimido. ¿Por qué demonios lucía de esa manera? ¿Acaso buscaba a alguien para que palmeara su espalda y le diese palabras de aliento? Porque no estaba dispuesta a ser su paño de lágrimas y buzón de consejos nuevamente mientras moría por dentro.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora