Chris.
—A mi no me engañas, esa palabra no existe. —me limité a ver como Erika refunfuñaba por lo bajo mientras buscaba en el diccionario. —Demonios, aquí está. "Melifluo"... Eres realmente despreciable... —rezongó mordiendo la colilla de su cigarro mientras cerraba el grueso diccionario con fuerza.
Reí por lo bajo al ganar el juego de Scrabble por segunda vez. Empujó el tablero hacia el suelo con desdén, haciendo que todas las fichas cayeran al suelo.
—Mala perdedora... —murmuré, ganándome un gesto obsceno con su dedo medio.
¿Cómo llegamos a esta situación luego de haber pasado por la anterior incómoda circunstancia? Pues ambos decidimos borrar ese suceso de nuestras mentes y continuar como si nada hubiera sucedido por el bien de nuestra integridad.
Aunque a decir verdad, no mentiré sobre el hecho de que en lo más profundo de mí ser no me arrepentía en absoluto de haber hecho aquello. Es decir, si, era raro.
Pero nunca había visto un trasero tan lindo...
¡Y mucho menos a escasos centímetros de mi cara!
¡Ni siquiera sabía que tenía un gusto por los traseros, demonios!Tan terso, tan suave, tan perfecto y redondo...
—¿Estás seguro de que no hay problema porque faltes a clases? —su pregunta interrumpió mis pervertidos pensamientos.
Trataba de encender su tercer cigarrillo mientras pasaba una mano por su húmedo cabello ya que hace unos minutos se había dado una ducha fría para espabilar sus sentidos del alcohol.
—Demonios, esto no quiere servir... —se quejó al ver que la llama no encendía.
Por un segundo recordé el encendedor que había comprado para ella y por mi cobardía no entregué. Me puse de pie de un salto para ir a buscarlo al apartamento, pero me detuve en seco al acordarme del hecho de que mi madre estaría allí y se armaría la tercera guerra mundial si ve que no fui al instituto.
—¿Quieres ir al baño de nuevo? Ya es la tercera vez en menos de una hora, hombre, ¿sufres de cistitis o qué rayos? No seguirás bebiendo jugo de naranja, podría jurar que tienes una adicción a...
—No, no es eso. —interrumpí entre risas al ver que se encontraba seriamente enojada por algo tan tonto como aquello.
Se estaba mostrando más quisquillosa y delicada luego de que pasáramos por eso, cuando fue ella quien prácticamente obligó a "olvidar" asunto.
—¿Entonces qué es? —replicó luego de lograr encender el cigarrillo.
—N-Nada. —mentí. Se lo daría como una sorpresa.
Simplemente me limité a recoger las piezas que había botado al suelo. Miraba de reojo la manera con la que se ensimismaba en sus pensamientos cuando creía que no la veía.
Dejaba salir el humo del cigarrillo por la boca y nariz, como si ni siquiera se preocupara por el lugar donde exhalaba el humo.
¿Por qué habrá empezado a fumar? No negaré que se ve bien haciéndolo, pero era increíblemente nocivo para la salud.
—¿Qué tanto miras? —se quejó mientras se deshacía de las cenizas. —Crees que no me doy cuenta pero lo hago. —posó su intrigada mirada sobre mí. Terminé de recoger las piezas para distraer a mi alocado corazón ante su gesto.
—¿Por qué... empezaste a fumar? —me senté en el sofá, colocando sus pies enfundados en calcetines sobre mi regazo.
Según ella; resultaba más cómodo cubrir las heridas con los gruesos calcetines que usar molestas vendas.

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Mi tímido bailarín.
RomanceErika Hill. Soberbia, engreída, sincera, cauta, y sobre todo, complicada. Puede hacer creer a cualquiera que es callada, pero en realidad solo observa... Observa y analiza, antes de actuar y atacar. Admite ser fría, pero con grandes sentimientos cua...