Erika.
—Tienes que aprender a comportarte, no puedes hacer siempre lo que te venga en gana, ¿es que no quieres graduarte? Llegarás a los treinta y seguirás en la escuela. No entiendo cómo puedes ser tan irresponsable, dije que estabas enferma porque esa molesta señora me tenía hasta los huevos que Dios no me dio. Quién sabe qué hubiera hecho si le digo que faltaste por resaca. ¿Me estás oyendo?
—Fuerte y claro, jefa. —farfullé mientras preparaba panqueques.
—¿Te estás burlando? Mira que llegas a ser desesperante. Y qué casualidad que hubieras faltado el mismo día que ese niño Christopher, actúa con cautela con ese muchachito, es menor que tu.
—No fuimos los únicos que faltamos en una escuela con más de mil estudiantes, Lucy. —me quejé, volteando la tortilla en el sartén.
Lucy hizo una ligera mueca de frustración al otro lado de la pantalla por vídeo-llamada.
—¿Sabes que también llamaron a sus padres como lo hicieron conmigo, cierto? Esa señora Lair te tiene maña, lo más probable es que te haya dejado mal ante tus futuros suegros así que quita esa sonrisilla de satisfacción de tu rostro. —no tuve que mirar la pantalla para saber que estaba sonriendo con burla.
Ni el mismísimo Dios podría quitarme la estúpida sonrisa del rostro. Al ver la pantalla, en efecto, estaba negando divertida con la cabeza.
—¿A alguien le dieron lo suyo hoy? Puedo ver la corbata en el respaldo de la cama. —señalé al ver su extraño buen humor.
Miró hacia atrás y suspiró con derrota al ver que había pillado la corbata. Ya sabía que era extraño verla despeinada y usando una simple bata de baño.
—No eres la única que puede relajarse un poco. —se defendió mientras acomodaba un mechón de cabello tras la oreja. —¿Qué hay entre tú y ese niño? —exigió enarcando una ceja.
Imité su gesto mientras sacaba el panqueque del sartén y lo colocaba sobre los demás para luego apagar la cocina.
—No nos hemos “relajado” si es lo que piensas. —me crucé de brazos ante su acusadora mirada. —Y para tu información, creo que el niño me hará ir lento hasta tenerlo. Hoy lo toqué y se echó hacia atrás como si mi mano quemara bolas.
—No entiendo de dónde sacaste semejante lenguaje…
—Disculpe usted, mi señora dama. —ironicé ya que ella usaba mas palabrotas que un camionero cuando se enfadaba. —¿Me dejará comer y hablar con su futuro casi-yerno? —señalé mi celular, donde había llegado un mensaje de Chris.
—Por favor… Solo sé precavida, ¿de acuerdo? Tengo que irme. —colgó rápidamente el chat, dejándome con el ceño fruncido ante su repentina reacción.
Qué tendrá ese hombre para ponerla de esa manera…
Sacudí mi cabeza, asqueada, para luego terminar de preparar mis panqueques. Llevé mi celular conmigo mientras me sentaba sobre el sillón para disfrutar algo de soledad antes de tener que ir a trabajar.
Casi escupo los panqueques de mi boca al leer el mensaje que había escrito Chris.
«Tendré que ir a misa todos los domingos… Prometí a Dios que iría si me ayudaba a salir de esta. 6:24pm»
Tecleé rápidamente preguntando el porqué ya que no entendía absolutamente nada. Su respuesta llegó al minuto.
«Les dije a mis padres que sí había ido a clases pero estuve toda la mañana en enfermería porque me sentía mal. Adivina quién tiene fiebre… No sé si es obra de Dios o el demonio por haber mentido… 6:25pm»
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Mi tímido bailarín.
RomanceErika Hill. Soberbia, engreída, sincera, cauta, y sobre todo, complicada. Puede hacer creer a cualquiera que es callada, pero en realidad solo observa... Observa y analiza, antes de actuar y atacar. Admite ser fría, pero con grandes sentimientos cua...