Capítulo 33

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Erika

Elevé mi mano por quinta vez, sin tener las agallas para tocar el timbre de aquel apartamento. Cerré el puño sobre mi pecho y di un paso hacia atrás, viendo la puerta, como si ese fuera mi muro de protección contra lo que estaba a punto de afrontar.

«Deja lo que estás haciendo, y ven a nuestro apartamento, asumo que ya sabes sobre lo que quiero hablar»

Esas fueron las palabras del padre de Chris, y temía. Temía estar en el medio de aquella disputa.

Finalmente tensé la mandíbula y toqué la puerta con firmeza. Llevé ambas manos a los bolsillos y elevé la barbilla.

Mis manos temblaban, mi nuca sudaba, mi espalda se sacudía con un frío inexistente.

—Pasa, Erika. —invitó el padre de Chris luego de abrir la puerta.

Al entrar la tensión en el aire era palpable. Busqué con la mirada a la madre de Chris, pero no la encontré por ningún lado.

—Probablemente esté en casa de ese tipo. —las duras palabras del padre de Chris respondieron mi silenciosa búsqueda. —¿Quieres café? —hubiera negado, pero estaba sirviendo la segunda taza antes de siquiera preguntar.

Tomé la blanquecina taza entre mis manos y miré desganada el líquido marrón. No me atrevía a mirar al señor a la cara. Es decir, lo sucedido no era mi culpa, pero sí que me sentía apenada por el rumbo de las cosas. ¿Qué tanto sabría? ¿Escuchó toda la conversación del día de ayer?

Lo más probable es que el grito que me hizo pegar esa mujer se oyó con claridad. Esa señora sacaba lo peor de mí, de veras que lo hacía. Me provocaba, no me podía controlar ante ella.

Nos sentamos en los sofás de la sala, uno frente al otro en el incómodo silencio.

—¿Desde cuándo sabías que...? —a él tampoco parecía agradarle tocar el tema, pero su aparente necesidad de respuestas se veía mas fuerte.

—Antes de empezar a salir con Chris. —respondí con brevedad, usando el café como excusa para responder oraciones cortas.

—El año pasado. —soltó en un suspiro cansino, pasando ambas manos por su rostro.

Por un momento pensé en decirle el tiempo real en que aquellos dos estuvieron juntos, a sus espaldas, pero no debía hacer algo como eso. No me correspondía echar sal a la herida.

—¿Por qué no dijiste nada? —elevó su mirada finalmente.

Su rostro lucía severamente cansado, ojeroso, resignado... Un hombre derrotado y traicionado.

—Entiendo que no le dijeras a Chris... Pero me veías la cara, ¿aún cuando sabías que mi mujer se acostaba con otro? —apreté mis manos en la taza.

—No me correspondía hacerlo, señor. —respondí con toda la firmeza que podía, ya que sentía cómo me culpaba con una simple mirada.

No le juzgaba, ni le reprochaba que me culpara, era un hombre herido, y yo no era la persona adecuada para sanar sus heridas.

Nuevamente encorvó su cuerpo tomando su cabeza entre sus manos. Lucía realmente miserable, lo que me provocó una ligera sensación de culpa por haberlo ocultado.

—Por eso no le agradabas. —habló en un susurro. —Cuando viniste a hablar con ella, ayer... ¿Qué iban a hablar?

—Mis problemas con ella son de otro tipo, señor. —hablé rápidamente, ansiosa y nerviosa. —Me intentó chantajear, y como no la vio fácil, se metió en donde no debía... —apreté mis labios, sintiéndome incómoda por hablar de ello. —Ayudó a la pareja de mi madre a alejarnos. No es como si tuviéramos una perfecta relación, pero cortó cualquier inicio antes de siquiera acercarme a ella...

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora