Chris.
—Por favor, má… Míralo de esta manera, me familiarizaré con la ciudad si llego a casa por mi cuenta…
—Te dije que no. —zanjó seria al otro lado de la línea. —Después de lo que pasó anoche, ¿Aún quieres caminar por esas calles peligrosas? ¿Estás loco? —bufé cansado al ver que mis vagos intentos por llegar a casa por mi cuenta no sacaría frutos. Debía convencerla si quería ir a casa con Erika…
—Llegaré a salvo. —intenté hacerle cambiar de parecer pero una rotunda negativa fue mi única respuesta.
—Ya vamos por ti, no vayas a ningún lado, jovencito. —cortó antes de que pudiera decir palabra alguna.
Miré alrededor desesperado. Si Erika no aparecía, mi madre me llevaría arrastrando a casa en auto. Quería a mi madre, pero había momentos en los que me sacaba de mis casillas con suma facilidad… Era demasiado sobre protectora.
Erika apareció en mi campo de visión enseguida. Caminaba mostrándose segura y dueña de sí misma con esa sonrisa confiada en su rostro. Mi corazón empezó a latir desbocado en su lugar, juraría que en cualquier momento saltaría de mi pecho y saldría rebotando por doquier.
Su amiga, Karla, apoyaba su cabeza en su hombro con una mirada algo apagada. Se despidieron con un beso en la mejilla y la chica de cabello largo partió, subiéndose a un auto que esperaba afuera. La chica que me dejaba sin respiración caminó hacia mí apenas me encontró con la mirada.
—¿Vamos? —asentí con la cabeza con efusividad, apresurando el paso para salir de allí y no ser visto por mis padres.
Al fijarme en el rostro de Erika con más detalle conforme caminábamos. Me percaté en el ligero cansancio que mostraba en sus facciones.
—L-la escuela estuvo un poco agotadora ¿Eh? —traté de lucir despreocupado, sin embargo, mi cuerpo entero estaba rígido y tenso.
—Fue un día suave. —movía sus labios como si jugara con algo dentro de su boca.
Erika era, sin lugar a dudas, una chica con un aire sumamente misterioso. Era tan elegante y hermosa que las personas se detenían por un nanosegundo para observarla de manera fugaz. Acompañado con esa belleza física, esa mirada severa y voraz, calculadora y enigmática, era algo que valía la pena admirar.
Al momento de hablar destilaba sinceridad en cada una de sus palabras. Te advertía de alguna manera que no diría lo que querías escuchar, diría solo la verdad, aunque fuese dura. Me preguntaba qué más había en el interior de una persona con tantas cualidades destacadas e imponentes.
A decir verdad, esa impresión de solo ser una cara bonita fue machacada con mucha facilidad.
—Ven… Los helados de aquí son los mejores. —me haló rápidamente del antebrazo con suavidad. Entramos a la tienda y pedimos nuestro respectivo cono de helado.
Erika insistía e insistía en pagar ella misma su helado pero no podía permitir aquello. Si yo invito, yo pago.
—No necesito que pagues, Chris. —sonará estúpido, pero amaba cuando decía mi nombre. —Tengo dinero.
Negué rotundamente, entregando el billete antes que ella. La dependienta sonreía con gracia ante la escena. Erika de veras lucía frustrada por no haber pagado por su helado. Salimos de la tienda y continuamos nuestro camino en silencio hasta lo que sería la parada de autobús más cercana.
Al fijarme en cómo lamía el cono de helado, me percaté de la pequeña bolita brillante sobre su lengua.
Vaya… Tenía un piercing.
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Mi tímido bailarín.
RomanceErika Hill. Soberbia, engreída, sincera, cauta, y sobre todo, complicada. Puede hacer creer a cualquiera que es callada, pero en realidad solo observa... Observa y analiza, antes de actuar y atacar. Admite ser fría, pero con grandes sentimientos cua...