Capítulo 31

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Erika

Ese ingenuo niño. ¿De veras creía que podía contenerme con un ultimátum? Idiota. Tomaba decisiones antes de que él siquiera apareciera en mi vida, ¿y creía que su manipuladora mirada siempre surtiría efecto? Tal vez... Pero no hoy. No ahora, no en estas circunstancias.

Miré sobre mi hombro, viendo su espalda antes de entrar nuevamente al estudio de baile.

Hasta allí llegaba todo. No más tener que contenerme por alguien, no más paciencia por un compañero en mi vida, no más acciones de afecto.

Demonios, Chris... ¿Por qué no pudo darme algo de tiempo? Ni yo sabía qué estaba a punto de hacer, no iba a lanzarlo a un ciego camino por mi. Caminé otros veinte metros antes de mirar nuevamente sobre mi hombro, donde el letrero del estudio se veía mas pequeño, y no había ningún chico de cabellos rizados mirándome con tristeza.

Repetí la acción de caminar y mirar hacia atrás otras cuatro veces más, lanzando un bestial gruñido, llamando la atención de los peatones a mi alrededor. Probablemente lucía como una loca sin medicar, pero, ¿por qué mierdas no podía caminar decidida y dar la espalda al lugar donde había dejado a Chris?

Maldita sea. Maldita sea. ¡Déjalo! ¡Has vivido sin un hombre antes!

Alboroté mi cabello gruñendo con más fuerza, empezando a caminar de vuelta. Decidí no pensar, decidí ignorar el grito de mi ego y orgullo.

Mis botas rechinaban en el lustrado piso con cada torpe y frustrado paso que daba hasta el salón donde Chris solía practicar. Estuve a punto de abrir la puerta con rabia hasta que escuché unas voces al fondo de aquel pasillo.

—Es que no lo entiendo... He estado para ella, ¿por qué siempre quiere estar sola? —bajé la mano que iba destinada al pomo, y caminé en dirección hacia aquella voz que bajó mis defensas antes de siquiera percatarme.

—Las mujeres son así de locas, no te sorprendas si te llama por la noche para que vuelvan. —mi furia hizo chispa al reconocer la voz de Sebastián.

—No lo hará, Sebastián... Hubieras visto su expresión... No me interesa que guarde secretos, tiene todo el derecho de tenerlos, pero...

Apoyé mi mano a la pared, asomando mi cabeza levemente al vestidor para ver a ambos chicos vestirse.

—¿Pero? —inquirió su amigo con intriga.

—Si esos secretos le causan daño, odio que me los oculte. Siempre sufre sola, ya no sé qué hacer. Sé que es independiente, pero no deja que me acerque a su vida intima. —tragué saliva, ya que era la primera vez que oía a Chris tan rendido. —Yo confío en ella mas que nadie, pero han pasado meses, y siento que ella solo me ve como su noviecito de diversión.

—¿Insinuas que no te quiere...? —Chris bajó la mirada ante aquella pregunta.

—Nunca dudaría del cariño que siente por mí. Pero si elige problemas, antes que a mí, no puedo competir contra ello.

Mi corazón dolió ante sus sinceras palabras. ¿Chris pensaba de esa manera? ¿Por qué era tan tonta al presionarlo y obligarle a seguir mi ritmo de vida y de actuar?

Con mis nudillos, toqué el marco de la puerta, haciendo que ambos chicos elevaran la vista con desinterés. Chris trago saliva al ver mi sombría presencia.

—Erika...

—Te espero. —murmuré escueta antes de salir.

No pasaron ni dos minutos antes de que Chris apareciera frente a mi y Sebastián pasara de nosotros luego de despedirse sutilmente.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora