Capítulo 38

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Chris

¿Alguna vez se han subido a una motocicleta? No, creo que esa no sería la pregunta correcta. ¿Alguna vez se han subido a una moto de carreras, con su rencorosa novia conduciéndola? ¿No? Porque no era agradable, el asiento era demasiado alto, si me agachaba mi trasero quedaba al aire y si me enderezaba sentía que podría salir volando del peligroso vehículo aún cuando me agarraba con fuerza de mi asiento.

Erika no me ayudaba al conducir con una velocidad alarmante.

No entendía porqué simplemente no se compró un auto, era mas seguro. Pero, claro, esa chica siempre tuvo gustos peculiares ocultos. Ni siquiera sabía que tenía planes de tatuarse en algún momento de su vida.

Como siempre, habían cosas que desconocía de ella.

Le miré conducir, con la cabeza recta al camino. No me había dicho nada desde que salimos del bar, simplemente me obligó a usar el caso extra y subirnos para ir quién sabe donde. Sin embargo, supe nuestro destino cuando aparcó frente a mi edificio, mas no entendía el porqué nos había traído. ¿Acaso iba a dejarme botado así sin más?

-¿No te piensas bajar? -se quejó luego de retirar el caso y acomodar su cabello atado en aquella larga trenza.

Vacilando, me bajé suspirando con disimulado alivio al ver que ella bajaba con dificultad debido a sus cortas piernas y la altura de la moto.

Colocó el casco bajo su brazo y caminó con la espalda recta y mirada firme hacia el frente.

-Lucy... ¿Sigue viviendo aquí? -pregunté intentando romper el tenso silencio debido a la soledad nocturna.

Asintió sin mirarme, abriendo la puerta hacia la recepción del edificio y pasando directo al elevador. Esperé ver a Adam, aquel molesto chico, pero no había señales de él en su lugar de guardia nocturna.

-Tendrás que usar tu llave, no tengo la mía. -señaló el panel del elevador.

Confundido, puse la llave del elevador y justo antes de presionar mi piso, Erika presionó el último.

En cuanto el aparato empezó a subir, apreté mis labios y jugué con mis manos, ligeramente ansioso. Aquella incómoda sensación me hizo recordar los primeros momentos en que conocí a Erika y nuestros caminos se cruzaban por casualidad en aquel reducido lugar. En aquel entonces ella mantenía aquella fría y calculadora mirada, con una leve sonrisa maliciosa de manera casi permanente en sus labios.

Ahora era solo una chica con semblante duro, no había rastro de malicia y sarcasmo. Antes intimidaba con su seductora aura, ahora no hace mas que aplastar el aire con su abrumadora presencia cargada de fuerza.

Bajé la mirada, sintiendo la desesperanza aflorar en mi pecho. Esa chica fuerte no sería tan tonta como para perder su tiempo nuevamente conmigo.

-Chris, espabila. -golpeó mi pecho con el dorso de su mano al ver que no salía del elevador.

Nervioso, salí dando un torpe tropiezo, sin ser capaz de subir la mirada. Me sentía humillado y molesto conmigo mismo, quería mostrarme firme y fuerte, pero ante aquella nueva Erika era casi imposible.

-No voy a comerte, hombre, tanta tensión me saca de quicio. -chilló exageradamente frustrada.

Malhumorada, tomó mi mano mientras subíamos por una escalera. Elevé mis cejas al recordar aquel trayecto a la azotea, y la vez en que tuvimos nuestra primera cita. Mi dulce recuerdo fue interrumpido por el fuerte sonido que generaba la bota de Erika al patear la puerta.

-¿¡Qué haces!? -grité alarmado.

-Intento... -gruñó mientras pateaba. -Abrir... -otra patada. -Esta... Mierda. -jadeó lo último ya que la puerta finalmente cedió.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora