Capítulo 19

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Erika

—¿Hasta cuándo seguirás enfadada conmigo?

—¡Estuve así—hice una pequeña medida con mi pulgar e índice —de finalmente tener sexo con el! ¡Así! ¡Y tú decides llegar a cagarla!

—No sabía que estabas acompañada, planeaba sorprenderte. —replicó Lucy mientras conducía el auto.

—¿¡Sorprenderme!? ¿Tienes alguna idea de lo excitada que estaba? Yo quedé con ganas, y el probablemente aun tiene dolor de huevos a pesar de haber pasado días. —me quejé como si mi vida dependiera de aquella noche de navidad. —Todo estaba perfecto, idóneo para el sexo, pero justo este año decides cumplir tu palabra y venir a navidad.

Froté mi rostro con frustración, aun afectada con la oportunidad perdida de tener sexo, y no con cualquier tipejo, con Chris. ¡Chris!

—Al niño se le salió que no tenían condones, así que hice bien interrumpir. —agitó su mano en el aire antes de girar en una esquina.

Masajeé mi sien al recordar el vergonzoso momento en que Chris se puso nervioso hasta la mierda.

—Yo tenía. ¡Yo compro condones! —repetí en un dramático chillido. —Iba a hacerlo...

—¿Eres ninfómana o qué? Se presentarán otras oportunidades, Erika, relájate. —reprochó Lucy, estacionando frente a un estúpido restaurante.

La maldita había estado oliendo mi trasero todos estos benditos días, veinticuatro horas al día. No entendía si era su manera de disculparse, o simplemente lo hacia por joder ya que no me permitía tiempo libre para ver a MI Chris, porque quería recuperar tiempo "perdido".

Perdida mi oportunidad de follar...

Ahora quería cenar el 31 de Diciembre en un lujoso restaurante, debido a que pensaba que era una excelente idea para pasar tiempo juntas.

No me desagradaba su presencia del todo, de veras, pero demonios... Perdí sexo, por su culpa. ¡Sexo!

Luego de que nos llevaran a nuestra tonta mesa, acomodé mi tonto vestido elegante para sentarme en la tonta silla y tomar el tonto menú. Con unos tontos precios exuberadamente altos.

—Entiendo que recién estén empezando una relación, pero... Ve tus prioridades, por favor. —elevé la mirada del menú, repentinamente confundida ante su tono de voz. Normalmente decía aquella frase con más rudeza.

—Estas... Estás así por... —murmuré tartamudeando con mis propias palabras, nerviosa. —Lucy, ¿de veras crees que ese hombre esta tan enfermo como dice ser? Lo mas probable es que todo sea una mentira para...

—Tiene VIH, Erika. Yo misma lo vi con mis propios ojos. —comentó con voz solemne, juntando sus manos. —Y no estoy así por el, las circunstancias me mostraron que... No somos eternos, y no quisiera que el trabajo y otras obligaciones nos apartaran. —tomó mi mano sobre la mesa.

Sentí ganas de apartar mi mano de aquel gesto tan poco común, pero apreté mi mandíbula y soporté algo que la sociedad denominaba normal.

—Y antes de que tu mente corra, no voy a obligarte a que lo veas. Es tu decisión, yo solo vine a estar contigo. —hice una mueca ante lo irreal que sonaban sus palabras.

Finalmente rompí el contacto, juntando ambas manos sobre mi boca y apoyando los codos sobre la seda del mantel.

—Hemos estado juntas por años, engaña a cualquiera pero a mi no, ¿qué quieres? —enarqué una ceja al ver que suspiraba con derrota.

—A mí tampoco me agrada la idea, pero... Te quiere ver, a pesar de todo, sigue siendo tu padre. —sus palabras martillaron mis oídos.

—¿A pesar de haber abandonado a mi madre con tan solo catorce años, preñada de mí? ¿A pesar de habernos repudiado cada que nos intentábamos acercar a el? —empecé a enumerar con facilidad. —¿A pesar de darte la espalda cuando intentabas hablarle de mí? ¿A pesar de haberme molido a golpes cuando fui yo quien intenté acercarme a el de manera directa? Puedes detenerme cuando quieras, puedo seguir toda la noche.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora