Capítulo 23

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Erika

—¡Que sea la última vez, Christopher Gallardo! ¿¡Cómo se te ocurre escaparte de esa manera!? ¡Y tú! —la madre de Chris, quien tenía mas de quince minutos gritando y regañando luego de haber llegado en la mañana, me señaló. —¡Si se supone que eres la mayor, debes dar el ejemplo!

Rodé los ojos ante el drama montado por aquella mujer. Ni siquiera le importaba el que estuviéramos en recepción y todo el que pasaba miraba la ridícula escenita.

—¡No me pongas los ojos en blanco! —advirtió encolerizada.

—Señora, ubíquese, guarde sus sermones para el que le interese. —miré a Chris, quien lucía cabizbajo ante su madre. Realmente odiaba un poco el hecho de que esa mujer tuviera cierto poder sobre el.

¿O eso era lo que llamaban respeto a los padres? Porque no me gustaba para nada esa ridícula sumisión.

—Niña irrespetuosa. —bufó hastiada. —Estarás castigado por dos semanas, no la verás. —se refirió a mi como si no estuviera presente.

—Vaya, que lógico y eficiente será su castigo, cuando sea madre acudiré por sus consejos. —espeté irónica, empezando a molestarme.

—Erika... —murmuró Chris, incómodo.

—¡Mas respeto, niña! —replicó la mujer en respuesta, ignorando el susurro de su hijo.

—¡El respeto se gana! ¡Está así solo porque Chris hizo algo que todo adolescente hace en su vida al menos una vez! ¿O me dirá que usted se la pasaba encerrada en su casa las veinticuatro horas del día?

—Pero qué insolencia... —musitó horrorizada.

—Oh por favor, señora, deje la doble moral. —bufé frustrada de discutir con alguien que solo causaba dolor de cabeza.

—Erika, basta. —tensé la mandíbula al escuchar el tenue pero firme pedido de Chris.

Mi sangre hirvió al percibir una sonrisa de victoria en el rostro de aquella mujer.

—Bien... Dos semanas. —dicho esto aproveche la llegada del elevador a planta baja para entrar en él y luego presionar el botón que daba a mi piso.

Conforme veía los números en en panel ser marcados mientras subía cada piso, cerré mis puños con fuerza y tomé una gran bocanada de aire.

—¡Esa maldita hija de puta! —grité pasando ambas manos por mi cabello.

¡Maldita mujer, mil veces maldita! Me puso en una clara posición en la que respondería de la peor manera frente a Chris, dejándome como una maldita grosera ante sus ojos.

Y yo, como la idiota voluble que soy, acepté su ridículo castigo. ¡Y ni siquiera era aplicado a mi! ¿Por qué demonios acepté que Chris y yo no nos viéramos en dos semanas? ¿Qué demonios pasaba con mi cabeza? ¿Acaso el cigarro afectaba la conexión entre mis neuronas?

Lo peor del caso es que no podía ir con Chris y hablarle como si nada. Me vería como una ridícula bipolar. Mi nivel de patética estaba subiendo por las nubes últimamente, y todo por ese idiota.

Me lancé al sofá de mi sala, refunfuñando frustrada.

Realmente odiaba decir cosas que en realidad no quería cuando me molestaba.

Maldita mujer... Todo era su culpa.

(...)

—Esto debe ser una broma...

—No lo es. De veras acató el castigo de su madre. —gruñí entre dientes.

Karla no creía que el reciente alejamiento de Chris en los últimos tres días se debiera a eso, pero al verlo sentarse en una mesa alejada a la hora del almuerzo aquella tarde fue suficiente respuesta. El muy imbécil no me dirigía palabra alguna, y obviamente si él no me hablaba, yo tampoco lo haría.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora