Capítulo 32

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Chris

—¿Qué crees que pasará? —la pregunta de mi padre impidió que continuara mordiendo al piel alrededor de mis uñas.

La manera en que Erika había exigido hablar con mi madre, asustó, mas que asustar, me alarmó. Y no solo eso, la forma en que mi madre había aceptado sin mas tampoco fue demasiado alentador, hasta mi padre se veía nervioso.

—Llámame loco pero creo que se esta desatando la tercera guerra mundial allí adentro. —musitó frotando su rostro somnoliento ya que estaba recién despertado.

Su comentario crispó mis nervios por lo que, con cautela, me acerqué a la puerta que daba al estudio de mi madre. Creí que mi padre me detendría, pero él se acercó con igual de cuidado para no hacer ruido. Ambos teníamos nuestras orejas pegadas a la blanca y sólida madera, sin poder oír mas que voces amortiguadas.

Cerré mis ojos e hice hasta lo imposible para concentrar mi sentido auditivo en lo que estaba al otro lado de la puerta.

—No me provoque, señora. Estoy haciendo uso de una paciencia casi inexistente para no partirle la maldita boca. —mi padre y yo nos miramos totalmente confundidos cuando escuchado la clara voz de Erika. Por el tono parecía estar caminando de un lado a otro. —Siendo usted, una dizque abogada de honra como dice, cruzó la línea.

—Tus actos traen consecuencias, Erika, quisiste golpearla...

—Así como quiero hacer como usted...

—Sabes muy bien que no puedes tocarme, mi hijo te tiene bien domada, debo admitirlo. —fruncí el ceño al no reconocer la risa maliciosa junto a esas palabras. Mi madre no era así, ¿qué le pasaba?

—¡Responda la maldita pregunta y no meta a nadie en el tema! —el grito se oyó tan claramente que probablemente no había necesidad de tener mi oreja aplastada a la madera. —¿¡Por qué, sabiendo que era hija de Sonia, ayudó al mal nacido del amigo de... para imponer la puta orden!?

¿De...? ¿Al amigo de quién? Oh, por Dios, nunca antes me había sentido tan desesperado por oír una conversación.

—Metiste a medio mundo en tu pregunta... —rezongó mi madre con notable enfado. —Porque te quiero lejos de nuestras vidas, por eso. —agradecía el que mi madre hubiera hecho un sinfín de cursos para modular y vocalizar con claridad.

Ya que, de lo contrario, no hubiera escuchado su claro deseo hacia Erika.

—Pues, cómo cree... Y tendrá que aguantarme por un largo tiempo, porque no voy a permitir... —me enderecé mirando a mi padre, cerré mis puños y me sentí severamente decepcionado de mi madre.

¿Era así con Erika, solo porque no le gustaba? ¿Llegaba a tal extremo de querer alejarla, haciendo quién sabe qué?

Mi padre continuó oyendo, y por un segundo, le vi borrar esa divertida sonrisa para palidecer. Fruncí el ceño al ver su expresión pasmada.

—¿Papá? —susurré, tocando su hombro.

Jadeó un segundo para fruncir aun más sus pobladas y canosas cejas. Azorado y alterado, tragó saliva mientras se incorporaba.

—¿Papá? —llamé ligeramente preocupado por su palidez.

De repente la puerta se abrió fugazmente, dejando salir una Erika enfurecida. Intenté tomar su mano para detenerla, pero algo me detuvo.

La mirada que cruzó mi padre con mi madre... No era buena. Mamá llevó ambas manos a su pecho y abrió sus ojos a mas no poder sin apartar la vista aturdida de mi padre.

Mi tímido bailarín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora