Chris
Ese día en particular me había despertado feliz. ¿Por qué? Porque estaba exento del ridículo castigo impuesto por mi madre, por lo que esa misma mañana temprano pasaría por Erika para ir a la escuela juntos, todo era perfecto.
—Adiós má. —me despedí de mi madre, quien apenas hizo una mueca ya que aun seguía molesta por haberme dejado libre del castigo. Sorprendentemente había dado el brazo a torcer fácilmente luego de la interminable charla de dos horas.
Todo estaba saliendo bien.
Busqué a Erika a su apartamento para ir juntos a la escuela.
—¿De nuevo te costó dormir? —retiré un mechón rebelde de su frente para observar sus lindos ojos oscuros bajar la mirada. —¿Erika?
Salió de su aparente trance, parpadeando repetidas veces.
—Si, dormí terrible. —respondió distraída, pateando una piedrita del camino mientras íbamos por las calles de la ciudad.
—¿Pasa algo? —pregunté preocupado. Últimamente ocultaba mas cosas que antes, y temía que de nuevo quisiera fingir que nada pasaba, cuando en realidad sucedía todo.
—Tengo sueño, eso es todo. —se encogió de hombros.
Me detuve frente a ella, cruzándome de brazos.
—¿Ahora qué quieres? Porque escaparnos no siempre será una opción. —se quejó intentando pasar a un lado.
—¿Qué sucede, Erika? ¿Por qué siempre quieres mentirme? —pregunté cansado.
—¿Mentirte? —frunció el ceño. —¿Mentirte con respecto a qué?
—Eres la primera mujer que conozco que odia hablar de sentimientos, a eso me refiero. —señalé frustrado.
—No es como si tuvieras un gran historial de todas formas. —entrecerré mis ojos ante su pequeño comentario, haciendo que elevada sus manos en son de paz. —¿Discutiremos esto cada vez que sospeches de mí? Porque déjame decirte que odio lo repetitivo.
—Dime algo que no odies. —bufé rodando los ojos.
—A ti. —elevó una de sus cejas, seria.
El color azotó mis mejillas ante su repentino comentario.
—E-Estamos discutiendo. No debes decir esas cosas. —repliqué avergonzado. —¿Por qué te cuesta tanto confiar en mi? —refunfuñé sin saber qué mas hacer o decir.
—Confío en ti Chris. —jadeó cansada, continuando su camino mientras yo caminaba de espaldas para no perder de vista su rostro. —Te caerás, y no te ayudaré.
—Confío en que sí me ayudarás. —su expresión me hizo replantear mis palabras por lo que dudé unos segundos. —De acuerdo, no me ayudarás. Pero, responde, por favor.
—Confío en ti. —repitió tomando mi cintura para girar mi cuerpo y caminar bien. —El sábado aparta tu tarde para mi. —su repentina oración me hizo detener en seco, haciendo que chocara con mi espalda. —¿¡Qué pasa con tus piernas hoy, demonios!? Juraría que las patearía si no fueras baila...
—¿Me estás invitando a salir?
—No, imbécil, te aparté una cita para la endoscopia. Es obvio que te estoy invitando a salir. —espetó mosqueada.
—Es que nunca lo habías propuesto tu primero. —murmuré por lo bajo. Rodó los ojos, cruzándose de brazos en espera de mi respuesta. —Esa tarde estaré ocupado...
—¿Haciendo qué? —inquirió empezando a caminar nuevamente con apuro.
—¿Recuerdas a las chicas que comen almuerzo conmigo? —mencioné, haciendo que me mirara de reojo. —Pues las ayudo en matemáticas.

ESTÁS LEYENDO
Mi tímido bailarín.
RomanceErika Hill. Soberbia, engreída, sincera, cauta, y sobre todo, complicada. Puede hacer creer a cualquiera que es callada, pero en realidad solo observa... Observa y analiza, antes de actuar y atacar. Admite ser fría, pero con grandes sentimientos cua...